Al
hilo de la localización en Grado (Asturias) de los restos mortales de seis personas
asesinadas por la represión franquista en la trinchera de Garba, este Lazarillo
quiere recordar al alcalde de esa localidad Luis Barredo, también asesinado por
los militares sublevados en 1936 y sobre quien mi estimado Pepe Sierra, alcalde muchos años
después de aquella villa, aportó abundante e interesante documentación. De las seis víctimas
encontradas en Grado por la Asociación para la Recuperación de la Memoria
Histórica (José Arias de la Roza, Jovino González Fernández, María Concepción
García Álvarez, Enrique Rodríguez Siñeriz y Erundina González López), dos hijas
de una de ellas visitarán el lugar. Todavía es posible que se den esos
reencuentros después de tantos años de olvido. Entre los objetos hallados junto a los huesos hay unas gafas, dos
anillos y una pequeña llave. Muchas gafas enterraron los asesinos durante
aquellos años de barbarie que acabaron con escuelas y maestros. El escritor asturiano Alfonso Camín contó así, en su libro España a hierro y fuego, la
detención y asesinato del alcalde Barredo:
"Es horroroso el reguero de
muertos que van dejando por estos caminos las tropas gallegas, los voluntarios
gallegos y los «falangistas» de esta comarca. Por estas huertas y estas veredas
todos los días aparecen muertos de Castropol, unos de la villa, y otros traídos
de los pueblecillos del término, sacados de la cárcel por los rifleros de «El
Centollo» y rematados en las cunetas. Confirmo el asesinato,
indigno y desleal, de Luis Barredo, alcalde de Grado (Asturias). Luis Barredo
tendría 30 años. Hijo de familia rica, le dio por estudiar una carrera en
Madrid a última hora.
Era un joven de noble trato,
muy afable y huérfano de rencores. Se le hizo alcalde de Grado, justamente para
poner bozal a las pasiones, que andaban ya sueltas. No podía ser un hombre muy
intransigente en ideas políticas, puesto que mantenía una estrecha amistad con
Indalecio Corujedo, rico terrateniente del término, melquiadista fogoso y ex
senador del Reino. El Alcalde, que no creía tener enemigos, se enteró de que
estaban luchando las tropas en Ribadeo.
Llamó al único gendarme que
había en Grado y con el gendarme de chófer sin otras armas ni pretensiones,
tomó el camino que pudo y siguió buscando la costa. Quería saber qué pasaba y
pensó en poner paz en los espíritus. Lo que demuestra que aquellos pueblos
estaban en la higuera, ya que no midieron la transcendencia de la celada de
Aranda al dejarlos sin guardia civil y sin armas y concentrar las fuerzas en
Oviedo. Con la creencia de que se trataba de una revuelta, dispuesta a escuchar
razones, Luis Barredo llegó a Vegadeo (Asturias), dobló el puente y se dirigió
al Ayuntamiento. Allí estaban ya las tropas franquistas llegadas de Galicia.
Y lo de siempre. El mismo
diálogo de los que llegaron a Leitariegos:
La respuesta fueron unos
fusiles puestos al pecho. Unos culatazos. Unas blasfemias.
La noticia de la detención del
alcalde de Grado llega a Luarca cuando aun no ha sido evacuado por los leales.
Entonces, cuando se van de Luarca, los Republicanos llevan en rehenes a un hijo
y a un yerno del cacique del Río Negro, el jabalí de la comarca. Los pondrán en
libertad, pero a base de devolver, sano y salvo, al alcalde de Grado. Los
militares no tienen inconveniente en empeñar su palabra. Alegan que se han
levantado contra la República, porque la República no cumplió la suya. Pero
ellos son hombres de honor. Que devuelvan a los 2 rehenes de Luarca, ellos
devolverán al alcalde.
Mientras tanto a Luis Barredo,
que iba preso con las tropas, lo sacaban de una casucha en el camino de Tapia:
Sonó una descarga y cayó muerto
a un lado de la cuneta.
El ex senador Corujedo
intervino en este asunto. Pero la realidad es que Corujedo puso unas piedras
donde estaba enterrado. Porque cuando fueron devueltos el hijo y el yerno del
banquero fatídico, sin requisarles siquiera el automóvil, el pobre alcalde de Grado
ya se estaba pudriendo en la tierra.
Los militares “negros”, según
costumbre, faltaban a su palabra".
DdA, XVIII/5.242
No hay comentarios:
Publicar un comentario