jueves, 11 de agosto de 2022

ACABO DE VER LOS OJOS DE UN TORO TORTURADO


Leticia Gondi

La primera vez que interactué con un desconocido en internet, fue en el año 2000, en la web de intercambio de archivos P2P, Napster, desde un cibercafé. Departíamos, cómo no, de música. Ni recuerdo su nombre ni jamás he olvidado su nick; «piesenlaluna».

Mi evolución fue la natural; una vez «cerraron» Napster, migré a Kazaa, de allí a Audiogalaxy, Ares y eMule. Y de pronto, de la noche a la mañana, me cansé de descargar música pirata y de grabar cedés como si no hubiera un mañana. En marzo de 2008 me conecté por primera vez a una red social. Como su nombre apunta, Cinemavip, dedicada al sector audiovisual. No tengo ni idea de cómo fui a parar allí, pues toda mi experiencia en la «industria» se basaba en protagonizar los anuncios comerciales que la TPA me grababa para promocionar mi negocio de telefonía cuando era emprendedora [eufemismo de pringada, que trabaja el doble con el triple de responsabilidad, para ganar la mitad].

De Cinemavip me llevé varios grandes amigos y amigas para toda la vida, y la experiencia única de participar en un cortometraje gestado desde la distancia geográfica, forjado en un equipo de roles, más o menos amateurs, para rodarlo y montarlo en apenas 24 horas, en la localidad almeriense de Adra, hacia donde nos desplazamos desde todos los puntos de la península y las islas. https://youtu.be/ZRYvjYCeU7U

Gracias a Cinemavip, supe que las redes sociales, cuando aún no sabía que se acabarían llamando así, serían, amén de un modo increíble de forjar lazos que transcendiesen lo virtual, la herramienta a través de la cual, librar la guerra que había iniciado allá por el 90 del siglo pasado, cursando 1° de BUP sin demasiada audiencia, todo sea dicho, mano a mano con mi amiga Alejandra, en la terraza de la biblioteca de Pola de Laviana, el sitio de nuestras pellas; fantaseando con acabar por fin con la tauromaquia cuando la tauromaquia la emitían en la primer cadena de televisión, en horario de máxima audiencia y ni un solo político se atrevía a plantear siquiera, su abolición. Y este, a modo de presentación en mi perfil público, mi primer texto de carácter puramente virtual y reivindicativo. Anda que no os he dado la matraca desde entonces:

"Acabo de ver los ojos de un toro en sus últimos instantes de vida, ajeno a su propio drama, a su propio destino. Tal vez aún, con el recuerdo latente de cuando estaba seguro en el útero de su madre, tal vez anhelando saborear una sola vez más la leche de su madre. Pues todos, seamos toros, belugas u hombres, quienes pertenecemos al orden de los mamíferos, llevamos impreso en algún lugar del subconsciente, un interruptor que se activa cuando sentimos verdadero pánico, y que nos lleva inexorablemente al refugio que nos brinda el regazo de nuestras madres. Este toro, llegó a mis ojos a través de la pantalla de la televisión, y a su vez a esta, desde una cámara de vídeo. Eso fue lo último que este macho vio antes de morir; el brillo engañoso de un objetivo que le miraba y no le ayudaba, un objetivo brillando entre la muchedumbre, la podredumbre, la mierda. Mientras, él sentía sobre su cabeza el fuego del infierno derramándose con cada giro, llevando adonde fuese partículas abrasadoras de ese mismo fuego, erosionando la hermosa piel que meses atrás la lengua de su madre habría repasado con sumo cuidado.El toro agachó su cabeza hacia el polvo en un intento vano por desprenderse de aquel artilugio infernal, que más que dolor físico le provocaba pánico. La gente escupía saliva y palabras sin sentido, chillaban, pero nadie ayudaba a aquel toro que tanto echaba de menos a su madre. Al cabo de unos minutos murió, descansó por fin. Ahora sí, podían marcharse tranquilos a sus casas a hacerse una buena paja".

Lo sé, curiosa presentación para un perfil cinéfilo… Buscaba un golpe de efecto; supongo que lo conseguí.Mi calidad literata ha mejorado modestamente desde entonces; eso es positivo. Sin embargo, ya no soy tan vehemente, beligerante, visceral. He perdido fuerza, energía, y sobre todo, esperanza… y eso es negativo.

DdA, XVIII/5.241

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