RENACIMIENTO
Algún día me preguntarás por la vida.
Qué sé yo si tengo dudas de si existo
más allá de la pupila de Caro y otros amigos
que saben escucharme entre líneas
y me aman y me indagan cada día.
Puede que vivir sea comprar versos
uno a uno (son muy caros) y enseñarlos,
erigir alamedas y alimañas,
evitar los besos que corrompen
el pan y otras actitudes paralelas,
acariciar a los asesinos pese a todo,
oír decir siempre a los periódicos
al enemigo, ni agua,
bendecir la osadía de las muchachas,
encender pájaros de silbo,
derramar silencio y tantas ironías,
mientras la ciudad se desmaya
con la noche en los talones,
abrazar con infinito amor los intentos de suicidio.
Te puedo decir que de chico
me daban miedo los desvanes
y quedarme sin madre,
y de grande, los números primos
y las leyendas falangistas.
Ahora, no tener respuesta para nada.
Creo que hay tantas vidas como víctimas
y cada uno la entiende a su manera.
Es seguro que la vida
no es mirar siempre hacia otro lado.
Mi vida, la mía:
yo he sido amante de Li Po
y su dios de la desolación, ese
que estoy inventando mientras escribo.
La vida debe ser también
vivir siempre a contracorriente,
abstraerse amorosamente al final
en la tierra, en el aire, en el agua
y permanecer así lo que quede de mí,
lo que quede de ti, eternamente.
Posdata:
Y la vida, hijo, cuando llegues
es sobre todo merecerla.
DdA, XVIII/5231
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