Benjamín Prado
La gente se
manifiesta en Ponferrada (León) y en Valladolid contra los incendios
forestales igual que en Madrid contra el cierre de las Ugencias en los
ambulatorios: para protestar, en muchos casos, contra las y los políticos a los
que han votado, que en un caso es una enemiga declarada de la Sanidad pública y
en el otro alguien que ahora se deshace en lamentos por la muerte de un bombero
en uno de los bosques en llamas de Zamora pero antes se opuso a que se tomasen
medidas de prevención durante todo el año, por supuesto bailando esa danza de
la muerte de la mano de sus socios de la ultraderecha. No comparto la idea de
que uno no puede lamentarse cuando la gente a la que apoyó en las urnas
incumple sus promesas electorales: el responsable de un embuste es el
mentiroso, no quien ha sido mentido y engañado; pero una cosa es cierta: el bosque en llamas no lo apagarán las lágrimas de quienes votaron al
pirómano.
Hay quienes
destruyen árboles y quienes reducen a cenizas la convivencia, y por lo general
son los mismos: personas que ocupan cargos y escaños con fines exclusivamente
lucrativos, que no tienen ninguna vocación de servicio democrático y no están
en esto más que atraídos por la avaricia y el ansia de mando, por los
privilegios que les otorgan el poder y el dinero, que son dos caras de la misma moneda: la cruz, la llevamos los demás a la
espalda.
El misterio es
que aún quede quien les compre el discurso y se fíe de ellas y ellos y de esa retórica hueca que en ocasiones les lleva directamente al trabalenguas
sin sentido: el nuevo líder del Partido Popular quiso
dar una arenga patriótica el otro día, para demostrar su sentido de Estado y
eso, y le salió que “todos los españoles somos catalanes, con independencia de
dónde vivamos, igual que los catalanes son gallegos o andaluces, vivan donde
vivan”, que recuerda tanto a algunas ya clásicas de Mariano Rajoy, aquello de
“es el vecino el que elige el alcalde y es el alcalde el que quiere que sean
los vecinos el alcalde”, “los españoles son muy españoles y mucho españoles” o
la insuperable “haré todo lo que pueda y un poco más de lo que pueda si es que
eso es posible, y haré todo lo posible e incluso lo imposible si también lo
imposible es posible."
¿Será ese
birlibirloque lo que se conoce con el nombre de engañabobos? ¿O tendríamos
mejor que inventar una nueva palabra que acabe en el diccionario de la RAE, por
ejemplo “parlamentirosismo”? Ahí lo dejo.
El antídoto de
los hipócritas contra la culpa es el cinismo y su herramienta es el ventilador.
Para muestra, el consejero de Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León,
que no quiso en su día saber que prevenir es curar, porque para los
especuladores, privatizadores y demás ese refrán es un mal negocio, ahora trata
de desviar sus responsabilidades y cargarles las hectáreas calcinadas a los
ecologistas, a la imprudencia ciudadana, a la oposición y al resto del mundo.
La única agua que le importa a esa clase de gestor es la que pueda usar para
lavarse las manos. Y, en muchos casos, el único suelo
que le interesa es el que pueda recalificar, por las buenas o por las malas.
El caso es que
mientras ellos se pasan la pelota, arden Vegalatrave y la sierra de la
Culebra (Zamora), Quintanilla del Coco (Burgos), San Juan de la Nava y Cebreros
(Ávila), Paradaseca, Santalla del Bierzo y los Montes de Valdueza (León)…
Y lo que se quema no lo van a apagar
ondeando sus banderas. Aunque quién sabe si barrerán las
cenizas debajo de ellas y si algunas de sus víctimas les harán de barrenderos.
InfoLibre DdA, XVIII/5.230
No hay comentarios:
Publicar un comentario