martes, 26 de julio de 2022

GERTA POHORYLLE, UNA CAZADORA DE LUZ ENTERRADA A LA SOMBRA DE CAPA



TONI ÁLVARO

'Cuando piensas en toda esa gente que conocimos y ha muerto en esta guerra, tienes el sentimiento de que estar vivo es algo desleal'.
Hoy hace 85 años se nos moría Gerta Pohorylle, hija de judíos polacos de Hamburgo que decidió contar al mundo lo que pasaba en España tras el golpe de Estado fascista de 1936. Ella sabía muy bien de qué iba eso del fascismo. Detenida en Leipzig por distribución de propaganda antifascista y viendo la que se venía encima había emigrado a París en 1933.
En París conoce a otro refugiado, un húngaro llamado Endre Ernö Friedmann, fotógrafo. Se enamoran apasionadamente sin perder sus respectivas independencias. Gerta se inventa un personaje, Robert Capa, cosmopolita fotógrafo norteamericano, para vender mejor las fotos. Y cuela. Para cuando se descubre el montaje, Robert Capa ya es un fotógrafo solicitado. En 1936 Endre Ernö Friedmann pasa a llamarse Robert Capa y Gerta Pohorylle elige llamarse Gerda Taro.
Gerda Taro y Robert Capa van a cubrir la guerra española desde el compromiso en agosto de 1936, ella armada con su Rolleiflex y él con su Leica. Firman sus primeras fotos como Capa. En 1937 ya aparecen con la firma Capa & Taro y finalmente Gerda firma sus fotos como Taro. Los reportajes publicados en Regards y Ce Soir empiezan a convertirla en un referente, una cazadora de luz, en palabras del poeta José Bergamín.
La mirada de Gerda Taro pasa progresivamente de captar la alegría revolucionaria de Barcelona a captar el horror de una guerra contra la esperanza. Taro deja testimonio de las barricadas en Barcelona, el activo papel de las mujeres en defensa de la II República, las colectivizaciones en Aragón, los refugiados que huyen del avance fascista en Andalucía, los niños huérfanos, los dinamiteros que defienden Madrid, las trincheras, los bombardeos sobre la población civil...
Gerda Taro y Robert Capa pasan el 14 de julio de 1937 en París. Taro debe volver a España a cubrir de nuevo los combates en Brunete, que pintan muy mal para las tropas republicanas. Al despedirse, Capa le regala una Leica. Ya no volverán a abrazarse.
En compañía del periodista canadiense Ted Allan, Gerda Taro forma parte de la retirada republicana bajo las bombas alemanas. El 25 de julio la situación empieza a ser desesperada cuando aparece el Chevrolet Matford del general Walter, el polaco Karol Wacław Świerczewski.
El coche está siendo utilizado para evacuar heridos y Taro y Allan deben viajar en los estribos. Quizás fue un bache, o una explosión cercana, o un volantazo para evitar el tanque conducido por el albaceteño Aníbal González que irrumpe en la carretera a Villanueva de la Cañada. Taro y Allan caen del estribo a la carretera. El canadiense se rompe el fémur, mientras que Gerda Taro es aplastada por 9.500 quilos de inútil metal.
Llevada aún con vida al hospital sólo podrán administrarle morfina para paliar la agonía, mientras sus últimas palabras son para pedir un cigarrillo y saber qué ha sido de sus cámaras. Muere en la madrugada del 26 de julio de 1937, a una semana de cumplir los 27 años, leal a la lucha y el sufrimiento de toda la gente que había conocido en tierra española.
Gerda Taro, enterrada en un multitudinario acto en Père Lachaise, cayó progresivamente en el olvido a la sombra de Capa. El 1994, la investigadora alemana Irme Schaber rescataba su figura y volvía a ponerla de pie en el estribo en el fragor del combate contra el fascismo.
Aníbal González acabó internado en un campo de concentración en Lleida y luego en un campo de trabajo en Agramunt, viviendo bajo la tristeza de un chirriar de orugas de tanque y una dictadura que secuestró la luz.

DdA, XVIII/5.230

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