Jaime Richart
En otros tiempos el pueblo llano, o también el llamado hombre de la calle eran todavía, por decirlo así, unos completos ignorantes de lo que acontecía. La opacidad sobre lo que se tramaba, sobre lo que iba a suceder y sucedía después, era absoluta. Los acontecimientos graves y muy graves, principalmente las guerras y las epidemias, ocurrían exactamente como las difundían los gobiernos. Los motivos que las precedían y todo lo que hubiera detrás de ellas era totalmente ignorado por la ciudadanía, la cual debía creer lo que oía. La ciudadanía se limitaba a repetir lo que iba pasando de boca en boca o lo que decían los periódicos, como siempre, al lado del gobierno, o en otro caso, al lado del que se suponía era a priori más fuerte.
Hoy, el mundo entero y no sólo el hombre de la calle, recibimos aluviones de noticias. Lo sabemos, o creemos saberlo, todo. Mejor dicho, seguimos la corriente asimismo del más fuerte. Y de entre las noticias que nos llegan, elegimos las que preferimos entender. Tenemos donde elegir. Las fuentes de información llegan de todas partes. La Internet hace muy difícil lo contrario. Y, por ejemplo, pese a que el bando de este lado oscurezca todo lo relativo al otro bando salvo fijar que ese es el potencial enemigo, como ocurre hoy día señalando a Rusia, las noticias están al alcance de todos. Basta ir al encuentro de ellas por circuitos diferentes… A los bien pensantes sólo nos incumbe separar el grano de la paja, distinguir los motivos gravísimos que explican la intervención armada de una nación en otra limítrofe, de los miserables motivos que encubren otras naciones para apoyar al país donde se libra la guerra. Motivos que en realidad son, la “voluntad de poder” como llama Nietzsche a la voluntad de hegemonía que pretenden los anglosajones. Los anglosajones, británicos y estadounidenses, siempre aparecen aliados en todas las maniobras y operaciones dirigidas a mantener su predominio geopolítico en el mundo. Eso,, cuando el objetivo no es el asalto y pillaje de otras naciones, como fueron los casos de Afganistán, Irak y Libia a principios del milenio, escudados en una sarta de excusas y mentiras. Lo peor de todo ahora es que los anglosajones han arrastrado a su causa a otros países europeos a través de la maniobra atlantista inventada recién terminada la Segunda Guerra Mundial, cuando no había enemigo a la vista…
El caso es que a todas luces la guerra de Ucrania es una guerra de desgaste. Al menos está claro que ése es el objetivo de los aliados anglosajones que comandan a ucranianos pero también a las naciones europeas pertenecientes al tinglado. El Reino Unido envía ahora una formación de 10.000 efectivos al frente. Ignoro, ignoramos, las tropas con las que cuenta Rusia. Pero lo cierto es que la diferencia en efectivos entre uno y otro bando es aplastante. Por lo que es evidente que Rusia debe fiar todo su potencial al armamento. Lo que pesa es el arma nuclear, pero ésta es preciso considerarla disuasoria par tous. Pues si Rusia lo viera todo perdido, difícil sería que no activase las ojivas nucleares, a las que seguirían las respuestas paralelas consiguientes del bando contrario. Lo que nos llevaría al holocausto de la humanidad. Aquí, en esto estriba la esperanza en que la guerra no vaya mucho más allá de donde está. Lo que a su vez hace suponer que la decisión de anglosajones y atlantistas es contribuir a mantener el fuego de la hoguera a cualquier precio, hasta que la guerra se desvanezca en la memoria, o hasta que se decidan los bárbaros yanquis a intentar borrar del mapa al propio Putin…
DdA, XVIII/5218
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