Félix Maraña
Manuel López Azorin es poeta y no puede dejar de serlo. La vida es una condena y él procura curarse con la poesía, para retrasar la mano de nieve. Tengo conmigo una antología, cuya lectura aconsejo, que me certifica que su lírica es, en forma, fondo e intención, una obra de pensamiento. Ahora traigo aquí este soneto, que resume su bregar con la palabra como tabla de salvación. Es una antología que da cuenta de un largo trecho de su creación. Un libro con mucha documentación y crítica de José Hierro, Claudio Rodríguez, Rafael Morales, Díez de Revenga, Enrique Gracia Trinidad , Fina de Calderón, y otros, que retratan la poesía de Manolo, a quien cierto día un iluminado proclamó Cónsul General y Permanente de la Poesía.
Pasen y lean.
LA CASA DEL OLVIDO
El hecho de escribir no es que me salve
de hacerle frente al mal, y de asumirlo
como entrada a la casa del olvido,
la casa de la cual nada se sabe.
El hecho de escribir, es que me vale
para poner al sol, mientras escribo,
la sombra en la que voy, como vencido,
envuelto en un temor que nadie sabe.
El hecho de escribir: sacar las dudas,
ahuyentar esta sombra que me envuelve,
dejar en el papel el miedo escrito.
Sé que el hecho de hacerlo no me cura,
pero alivia esta lucha que mantiene
mi vida con la casa del olvido.
Del libro DE LA VIDA Y OTROS RÍOS (2003)
Ahora en el libro antología "Sólo la luz alumbra (Poesía, 1986-2010)", en editorial Dial/Fugger Poesía, 2011).
DdA, XVIII/5202
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