Luis García Montero
Hay veces que uno lee en la prensa titulares modélicos, palabras llenas de precisión y sencillez.
Sentimos algo así como la humilde
claridad que los adjetivos explicativos o epítetos aportan
a la retórica literaria: prados verdes,
mar azul o sangre roja. Tuve esta sensación al leer unas
declaraciones de Alberto
Núñez Feijóo resumidas en un titular de infoLibre: “Feijóo acusa al
Gobierno de recaudar de más para repartir dinero entre colectivos afines por motivos
electorales”.
El
mundo debiera ser así de ordenado. El representante de la derecha
neoliberal española tiene como tarea intentar que los empresarios y las
fortunas a las que representa paguen los menores impuestos posibles. Y no sería
justo pensar que se trata de una simple cuestión de tacañería o de avaricia, porque
hay quien defiende la idea de que la acumulación de riqueza empresarial produce
bienes para todos y que el mercado libre es un mercado justo por definición, el
mejor modo de equilibrar precios y sostener abundantes y dignos puestos de
trabajo. Son las mismas
personas que defienden la idea del mérito personal como una causa del triunfo
en la vida.
Como es lógico, un Gobierno socialista no piensa lo mismo.
El mundo real que analizan los estudios sociales le inclina a pensar que conviene cobrar impuestos progresivos para
sostener una distribución de la riqueza que evite la degradación de las
condiciones de vida de la mayoría. Además, parece que el triunfo no sólo se
debe al mérito personal de los individuos, ya que la inmensa mayoría de las
personas que alcanzan puestos elevados han tenido la suerte de nacer en familias bien colocadas capaces
de darle una educación superior.
La mente humana es
un saco sin fondo. Resulta que mucha gente sin mérito y sin dinero vota a los
que quieren bajar impuestos a los ricos, apoyando así la privatización de la
sanidad, de la educación y de los méritos familiares
Como la sangre es roja y los prados verdes, sería muy lógica
la fraternidad
entre el voto y el epíteto. Los más afortunados de la
sociedad deberían votar a los que tienen como imperativo categórico la bajada
de impuestos, y vuelvo a repetir que no se trata sólo de deseos de ganar más,
sino por convencimiento de que es el mejor modo de sostener una sociedad. De la
misma forma, deberían votar en favor de gobiernos socialistas los que no cuentan con recursos suficientes y
necesitan dignificar su vida con una buena sanidad pública, una educación
cuidada, unas pensiones decentes y unas leyes que ordenen el mercado laboral
para permitir un salario justo y unas condiciones dignas de trabajo. El carbón es negro, la amapola roja y el agua
cristalina.
Pero resulta que esta claridad observada por el análisis sincero de Núñez Feijóo se
enturbia mucho en el acontecer diario y, de pronto, el mar se vuelve verde, el
cielo negro, el carbón amarillo y la sangre azul. La mente humana es un
saco sin fondo y por arte de magia salen de nosotros palomas y gaviotas ante
los ojos del respetable público. Resulta que mucha gente sin mérito y sin dinero vota a los que quieren
bajar impuestos a los ricos, apoyando así la privatización de
la sanidad, de la educación y de los méritos familiares.
La claridad se enturbia, los epítetos son sustituidos por
una adjetivación vanguardista y la razón es superada por argumentos de todo
tipo. Federico
García Lorca nos llegó a decir en uno de sus romances más famosos que el viento
es verde. Los surrealistas justificaron el valor de la
irracionalidad, pero hay otros caminos que tienen que ver con los cálculos, los
programas y las dinámicas de nuestras democracias. Los vientos de la historia
son muy creativos a la hora de darse color.
Yo no voy a entrar a debatir aquí la compleja realidad de
los medios de comunicación, ni las barreras de incomunicación, ni los factores
que alientan las indiferencias,
las identidades y
el sentido de los
votos. Me limito a afirmar ahora, al calor de las sospechas de
Núñez Feijóo, que a veces es muy
conveniente una humilde defensa poética del epíteto. Conviene
recordar y decir, saber decir, que la sangre es roja, el cielo azul, los prados
verdes y las aguas cristalinas si nadie las ensucia.
InfoLibre DdA, XVIII/5205
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