Félix Población
Estos días atrás leíamos en los periódicos
que la Comisión Europea alertaba acerca de las consecuencias que la guerra de
Ucrania puede desatar en el norte de África. Podría iniciarse una hambruna
catastrófica en los países del norte de ese continente que traería consigo una
serie de oleadas migratorias desde el Magreb.
El pasado viernes tuvimos al otro lado de
la valla de Melilla, en nuestra problemática frontera sur, un aldabonazo
trágico de los que sucedería posiblemente en el caso de que una oleada de
desesperación empujara a muchos jóvenes, empujados por la guerra y la
miseria, a intentar asaltos violentos como el ocurrido en la localidad
marroquí de Nador.
Es la primera vez que ocurre algo así,
acaso porque la traición de nuestro Gobierno de coalición al pueblo saharaui,
compartiendo las sinrazones de Marruecos para ocupar un territorio que no le
pertenece, impulsó al ejecutivo marroquí a evitar el asalto. La brutal
represión con que lo hizo fue la propia de un estado dictatorial
pisoteando los derechos humanos: 37 personas perdieron la vida en la masacre
llevada a cabo por la policía marroquí.
Causa auténtico bochorno que el Presidente
del Gobierno haya tenido palabras de elogio para esa actuación policial,
calificándola de “extraordinaria” y que semejante operación de barbarie le haya
parecido “bien resuelta”. Lo de menos para Sánchez fueron las víctimas y sus
familias. Lo de menos la reclamación de una investigación sobre los hechos.
Como no podía ocurrir de otro modo, el
partido Popular también se sirvió de tan deplorables declaraciones para
criticar al Gobierno, sin reparar que le corresponde a uno de sus ejecutivos,
en la persona de su mentiroso ministro Fernández Díaz, la matanza de migrantes
por parte de la Guardia Civil ocurrida en la playa del Tarajal de Ceuta hace
unos años.
El pasado miércoles, el asesor de la ONU
contra el calentamiento global y en pro del desarrollo sostenible, Jeffrey
Sachs, un prestigioso economista que escribió importantes obras sobre la
globalización y la pobreza, nos decía en Madrid que vivimos una coyuntura
especialmente peligrosa para el planeta en la que la prioridad para la Unión
Europea no debería ser Ucrania sino el continente africano, porque allí, en el
África subsahariana, con una población que crece, la pobreza es extrema como
consecuencia del calentamiento global.
“¿Qué supondrá para Europa -se
preguntaba Sachs-, con sus 500 millones de habitantes, cuando 3.000 millones de
africanos vivan en la pobreza? Hay que trabajar en ello antes de esperar
respuesta. Hay que invertir ya mismo y asegurar que cada niño de África esté en
colegio hoy mismo. No costaría demasiado y cambiaría el futuro del mundo. Si
los niños están en el colegio, habrá una economía en África, habrá trabajo. Esa
es la prioridad ahora”.
El pasado viernes en Nador, a 37 de esos
jóvenes que crecieron sin escuela en medio de la pobreza y las guerras, los
apaleó hasta la muerte la policía marroquí. La masacre y el inmediato
enterramiento de los cadáveres sin reconocimiento ni autopsia quedarán
registrado en la historia en el mismo periodo en que toda Europa se abrió a los
millones de refugiados procedentes de Ucrania, víctimas de una guerra que sí
encontraron en nuestros países la solidaridad que se le debe a todo ser humano.
Deberíamos recordar al respecto lo que la
antropóloga Margaret Mead consideraba la primera señal de civilización humana,
señalando como tal el hallazgo de un fémur fracturado que luego había sanado:
"Ayudar a alguien en momentos difíciles, o cuando lo necesita es cuando
comienza la civilización", dijo la doctora Mead. En eso radica lo mejor
nuestra humanidad. No hace falta indicar lo peor porque se viene repitiendo
demasiado a menudo a lo lago de la historia. Y no aprendemos, no.
DdA, XVIII/5206
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