Foto del Diario de Valderrueda
Félix Población
La idea de los
ferrocarriles de lujo, que trata de evocar en una atmósfera confortable lo que
no eran los viajes ferroviarios de nuestros mayores, tiene en el Expreso de La
Robla su representación por tierras leonesas. Durante los meses que van de
junio a octubre, este tren une las ciudades de Bilbao y León en un viaje de
tres días y dos noches, que cuenta con los atractivos del paisaje norteño, la
parada y visita a las localidades histórico-artísticas del itinerario, el
disfrute de su gastronomía y sus museos, etc.
Se trata de una
alternativa gustosa, sobre todo, para quienes tienen querencias ferroviarias,
quieren disfrutarlas con delectación y sin prisas, y sienten algún tipo de
preferencia por esa ruta y las etapas de su itinerario. Por eso, cuando se han
recuperado este mes este tipo de viajes –después de haber sido suspendidos por
la pandemia-, no era lo más promocional que uno de los primeros convoy sufriera
hace días una avería entre las localidades La Vecilla y Valdepiélago, con el
consiguiente trastorno circulatorio en la línea.
Más bien es de
lamentar algo así en el reestreno del programa turístico. Como lo es que, al
lado de esos trenes de lujo, cuyas tarifas no son precisamente asequibles
(2.000 euros), los ciudadanos de las localidades de esa ruta ferroviaria tengan
que seguir soportando velocidades impropias de nuestros tiempo para trasladarse
de un lugar a otro de nuestra provincia. Nada digamos de la heroicidad que
supone plantearse un trayecto entre Bilbao y León.
Que desde Boñar
a León, por ejemplo, con solo 47 kilómetros de itinerario, los viajeros tengan
que soportar una hora y cuarto de viaje hasta llegar a su destino, indica que
el trayecto se hace a una velocidad media mucho más próxima a la de los
orígenes del ferrocarril hace más de 150 años que a la que cabría esperar de un
transporte de viajeros propio de los días que corren, con tantos AVE's sueltos e inasequibles a la España vaciada.
*LA NUEVA CRÓNICA DdA, XVIII/5200
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