Paco Faraldo
Está claro que para el alcalde Almeida, el Madrid de verdad no es el de Almudena Grandes, sino el de Arniches, Tomás Bretón y Ricardo de la Vega. Está en su derecho, pero su ausencia de ayer en el homenaje a la escritora roza el miserabilismo. Contra la cultura del esfuerzo que reclama la derecha, aquí tenemos la cultura del mastuerzo, tan bien representada por este hombre.
Simultáneamente el ministro de la Presidencia fue recibido en audiencia por el papa renco. A muchos políticos de la izquierda les sigue poniendo el fru-fru de las sotanas. El ministro Bolaños fue a ofrecerle al pontífice plátanos, azafrán y aceite de Jaén y las imágenes del encuentro recordaba a Colón cargado de presentes ante los reyes católicos a su regreso de las Indias. Hay en el gobierno un número creciente de ministros con cara de seminarista arrepentido -¿qué decir de Albares?- pero no debieran olvidar que son altos representantes de un país aconfesional, y eso es difícilmente compatible con rendir pleitesía al máximo representante del dios cristiano en la tierra. Algo parecido hizo anteriormente la vicepresidenta que suma, así que deducimos que esa reverencia por la liturgia es un fenómeno algo inquietante que tal vez está también presente en el origen de la nostalgia monárquica que late en muchas repúblicas.
Y entretanto, sigue nuestro acercamiento íntimo al mundo animal. Políticos de vario pelaje se disputan la amistad de vacas, corderos, pollos y demás criaturas que más tarde nos comeremos. Acariciar una vaca mientras se le hace saber cómo se echa de menos su compañía parece algo exótico, pero si se produce durante una campaña electoral es porque esa actitud puede transformarse en votos, y eso debiera preocuparnos.
En resumen, estamos feitos, ou então, fodidos, que dirían en el Alentejo.
DdA, XVIII/5194
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