Cristina Fallarás
La niña de 12 detrás de la barra sirviéndote un cubata o un pincho
de tortilla del bar es impensable. La niña de 12 prostituida en un burdel de
cualquier salida metropolitana resulta intolerable. La
niña de 12 violada por una pandilla de chicos no es impensable.
Ya no. Pero la cuestión es que sí lo era. De nuevo: Toda sociedad tiene la
violencia que tolera. El asunto es por qué la tolera, cómo y cuándo empieza a
hacerlo.
El tiempo tiene sus pasos, las costumbres tienen sus pasos. Y,
admitámoslo, nos hemos acostumbrado a que varias veces al mes los medios de
comunicación den noticia de que un hombre ha asesinado a una mujer,
habitualmente una a la que consideraba suya. Saber cuándo algo se ha convertido
en costumbre es relativamente sencillo. Depende de qué lugar ocupa en los
medios de comunicación y cuánto dura su efecto, cuántos días. No es lo mismo
abrir la edición de un periódico o un informativo con el asesinato de una mujer
a puñaladas en el domicilio conyugal, una mujer a la que ha asesinado su pareja
hombre, que incluirlo en el cajón de sastre que sigue a los rifirrafes
políticos y los precios de los bienes y suministros. No es lo mismo seguir y
analizar durante algunos días las razones por las que en nuestra sociedad un
grupo de chicos viole a dos niñas de 12 años que abandonar tan pavoroso asunto
para ofrecer imágenes de la localidad donde un rey delincuente se pega su
particular fiestón velero.
A dicho ejercicio se le llama "jerarquizar" la
información. Consiste en generar opinión pública. En otras palabras: lo que no
se cuenta (en los medios) no existe. Es la razón por la que de
repente nos enteramos, cuando ya habían prescrito, eso sí, de parte de los
delitos del rey Juan Carlos I. No nos enteramos antes. Tampoco pareció
preocuparnos, dicho sea de paso. A la vez parecimos caer en la cuenta de lo del
Valle de los Caídos, las fosas y, entre otras cosas, la salvaje violencia
habitual y omnipresente contra las mujeres. Estaba ahí, todo eso estaba ahí
durante nuestras cuatro décadas de rampante democracia, pero sencillamente no
se contaba. O sea, no aparecía en los medios.
De pronto, los medios dan noticia de la violación de dos niñas de
12 años. Doce años son muy pocos años, esas niñas son muy muy niñas. La dan, y
a otra cosa. Pero todo lagarto arrastra su cola y hoy nos levantamos con la
noticia de que "Una investigación concluye, ante la falta de estadísticas
oficiales, que entre 2016 y 2021 se produjeron 274 agresiones sexuales
múltiples". En España. Cuatro agresiones sexuales
grupales contra crías solo en las últimas tres semanas.
Bien, la violación de niñas en manada ya no resulta impensable en
esta sociedad. Es algo que sucede a menudo. A menudo. A menudo. A menudo. Está
claro que, si tal violencia sucede y ni siquiera merece titulares diarios, es
violencia tolerada. Corresponde a las instituciones públicas ocuparse
seriamente de este espanto, sin duda, pero sobre todo es
el momento de que los medios de comunicación se hagan cargo de su
responsabilidad en este asunto y lo coloquen en el lugar que le corresponde.
Público DdA, XVIII/5176
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