jueves, 12 de mayo de 2022

EL SUICIDIO DE MI HERMANA: UN PERRO NEGRO QUE ME LADRA

España acaba de estrenar un teléfono para prevenir el suicidio. Se hizo esperar, como tantas otras cosas. En 2020 se contabilizaron casi 4.000 casos contabilizados de suicidio (3.941), con casi un seis por ciento más que año anterior. En el último decenio las llamadas de jóvenes muy jóvenes con ideas suicidas se multiplicaron por doce, de 298 en 2.012 a 3.665 en 2021. Escuché por la radio que a las subidas de un punto en el incremento del desempleo se incrementa en un punto el porcentaje de suicidios. No sabemos el efecto que tendrá ese número de teléfono 024 para tratar de rebajar la que es ya primera causa de muerte no natural en nuestro país, pero bien está que exista.


Jaime Poncela

Hoy hace nueve años que murió nuestra hermana Elvira. Al parecer se suicidó, así que la lluvia de cadáveres jóvenes que vuelan del acantilado al vacío, que flotan boca abajo o que se revientan por dentro de cualquier forma, nos afectan de forma especial a quienes hemos pasado por esta tragedia. Hay gente que parece aspirar a vivir eternamente y otra que, pese a apenas haber vivido, se cansan de la comedia humana y ponen punto final. No sé si el suicidio se puede prevenir, evitar, olfatear o ver venir de lejos. Creo que no porque me parece que todo es una decisión que, o bien se planifica como quien pone un coche bomba bajo su propia vida, o se improvisa en un rapto de miedo, valentía, lucidez o de oscuridad profunda.
Churchill hablaba de sus depresiones como de un "perro negro" que ladraba siniestro y constante y que había que dominar de alguna manera. Yo tengo un perro negro que me ladra hace nueve años cada día: el suicidio de mi hermana. ¿Pudimos evitarlo? ¿Pudimos tratarla mejor para el mundo fuera para ella más vivible? ¿No había nada que hacer pasara lo que pasara?
No vale decir que la vida es bella, ni tampoco merece la pena volver a insistir en que la vida es una mierda. La vida es lo que es, un juguete muy caro que lo mismo no sabemos manejar con habilidad porque no nos enseñan a hacerlo, porque se les olvidó darnos el libro de instrucciones, o porque hay quien nace con habilidad para vivir como quien tiene un talento descomunal para tocar el piano. Puede que alguno se suicide por no saber tocar el piano, pero lo cierto es que no saber vivir da muchas más papeletas a cualquiera para darse de baja de padrón por las buenas y sin previo aviso.
Ojalá sirvan de algo los remedios contra el suicidio que se habilitan cada día. No sé si lo único válido es que desde pequeños nos enseñaran a manejar la vida de otra forma: con menos ansiedad, con menos frustraciones, con menos mentiras, con más humor y sin esperar demasiado de un tránsito del que, dure los años que dure, siempre se sale muerto.

DdA, XVIII/5165

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