Al leer este breve y hermoso poema de mi estimado Nacho González, en el amanecer de esta mañana de primavera, he vuelto a pensar en los ancianos fallecidos sin atención en las residencias por no haber sido trasladados a los hospitales durante la primera ola de la pandemia por COVID. Es muy posible que entre los miles de residentes abandonados a su suerte en la soledad de sus habitaciones, sintiendo la angustia de la falta de aire, atención y familia, estuvieran algunos como el que el poeta retrata en sus versos. Seguimos pendientes de que la Fiscalía General del Estado haga justicia.
Juan Ignacio González
Today for them
VERSOS DE RESIDENCIA
Cuentan que cada tarde se acerca a la baranda
del asilo en que vive desde hace ya diez años,
y allí, ebrio de amor, aún recita a Walt Whitman
y sus hojas de hierba.
Luego gira la silla de ruedas y, en silencio,
vuelve a su habitación y, aislado como un náufrago,
le cambian el pañal y le dan de comer
mientras le oyen cantar nanas de la cebolla.
No recibe visitas.
Hace ya mucho tiempo que ya no espera a nadie.
Alguna vez recuerda poemas de Neruda
y los lanza a los labios de la hermosa muchacha
que le muda la cama.
Ya confunde los días y la luz y los sueños.
Guarda sobre la mesa unos viejos cuadernos
y, con la letra ilegible, escribe en ellos versos
para espantar la muerte,
esa vieja ramera que, él intuye, le acecha.
DdA, XVIII/5122
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