"Nunca tuve los pies sobre la tierra
prefería ser un pájaro.
En la gran lotería del universo
no saqué el número correcto."
(de la canción "S.O.S. d'un terrien en detresse")
Ana Cuevas
Como las trompetas del apocalipsis pretendían instalarse en mi cabeza recurrí al único psicotrópico que logra mitigar esa angustia: la música.
La canción que interpreta el cantante Dimash, a mi entender una de las voces más hermosas del planeta, habla de un terrícola, timado por el universo, que quiere deshacerse de su piel humana para transformarse en pájaro y comprobar si, desde arriba, tiene algún sentido todo este follón. Más o menos.
El no tener los pies sobre la tierra es un estigma que me acompaña desde la más tierna infancia. Sin embargo, cada vez que intentaba revolotear a ver si cogía perspectiva, alguien, siempre con las mejores intenciones, me bajaba a pedradas del ensueño.
Es por eso que sigo a ras de suelo, mordiendo el polvo que levanta nuestra especie mientras se autofagocita en miles de encarnizadas luchas sin sentido.
Y es aquí, en medio de este lodo, donde las fuerzas del mal se muestran obscenamente amenazantes contoneando misiles y botones nucleares ante nuestros ojipláticos caretos para intentar demostrar que miles de años de evolución, solo han servido para sofisticar y masificar las diversas formas de matarnos. Parece que la supervivencia de la humanidad está en manos de psicópatas y gilipollas. Ya lo sospechábamos. Ahora se están despejando cualquier tipo de dudas.
Frente a esa legión de demonios humanoides se alza un ejército de arcángeles desangelados. Son personas normales, en apariencia, pero con un valor y una empatía que les hace levitar por encima del resto de mortales. Mujeres y hombres que se comprometen hasta el punto de alterar la comodidad de sus vidas para tender la mano a los que sufren. Voluntarios que prestan auxilio a las víctimas de las guerras, de las hambrunas, de los desastres que provoca el cambio climático... de todas las bombas con las que la codicia ha sembrado de odio y miseria nuestro hermoso planeta.
También están otros, más anónimos pero igual de imprescindibles, que hacen una labor heroica, cada día. Gente como los de "La Olla Solidaria", en el Centro Social Luis Buñuel de Zaragoza, que alimentan a trescientas familias de "El Gancho" sin distinción de credo, raza o nacionalidad.
Una labor que es el fruto de una cadena de bondad que empieza con las donaciones de los comercios y mercados del barrio y que se complementa con el trabajo voluntario de mujeres y hombres que la recogen , preparan y cocinan para que a nadie le falte un plato de comida. ¿Qué menos?
Estos ángeles no se enfrentan a la artillería. Su misión es conseguir alimentos en un momento cada vez más complicado para hacerlo. A veces, la pobreza está al otro lado de nuestra puerta pero preferimos no poner el ojo en la mirilla. No hay que olvidar que también en este país, (aunque invisibles para algunos) muchas familias, aún trabajando, están sumergidas en ella.
No hace falta remontar el cielo como un halcón para observar el panorama. Anclada a la tierra percibo la desigualdad de esta batalla que parece mostrarse como una especie de lucha final. Aunque tengo cortadas las alas, mi corazón está con esos seres que nos elevan por encima del ensordecedor bramido de los señores del hambre y de la guerra para enseñar el lado más hermoso de nuestra naturaleza.
La maquiavélica lotería del Universo está en marcha y no percibo ninguna señal, ninguna onda del espacio exterior que me de una pista sobre el futuro. ¿Futuro?
Por si las moscas, servidora seguirá lanzando S.O.S para pedir refuerzos de Andrómeda o de donde sea. Puede que la bondad supere a la maldad en nuestra especie. Pero un solo idiota con poder nuclear y sin escrúpulos lo puede mandar todo a la mierda. Así están las cosas.
DdA, XVIII/5120
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