lunes, 28 de marzo de 2022

PASOLINI, UN MARXISTA CON ALAS DE ÁNGEL EXTERMINADOR



Víctor Guillot

Era un marxista con alas de ángel exterminador. Se cumplen 100 años de Pier Paolo Pasolini: poeta y novelista, cineasta y ensayista. Comunista, católico y gay. El abejorro irreverente que sacaba de quicio a la burguesía complaciente de Italia tanto como a los comunistas que habían convertido al PCI en una iglesia tan alejada del poder como enraizada en las fábricas.

En la historia entera del arte y la cultura de la humanidad hay un doble filo de fuego sombra. Del lado de la luz están los creadores que han volcado su voluntad en un orden, una geometría del universo, que han creído en la armonía de las esferas y la perfección: Aristóteles, Miguel Ángel, Neruda, John Ford. Del lado de la sombra están los que han entendido el mundo como un caos, una turba de voces, un prodigio desafiante de la razón. Epicuro, Caravaggio, César Vallejo, Pasolini.

Publica Miguel Dalmau una nueva biografía sobre el artista maldito en el que su condición homosexual, su militancia marxista y su fe cristiana le otorgan esa condición oscura y atractiva que ahondaba en racionalidades de nuevo orden, más cercanas al siglo XXI que al XX, buscando en el lumpenproletariado de sus personajes y la voz despiadada de la ilustración un nuevo sujeto político que hiciera de los miserables una fuerza descalabrante de las instituciones políticas italianas, sometidas al tedio patricio de la democracia cristiana y la ortodoxia moral y climática de la Iglesia de Roma y el Partido Comunista Italiano.

Suelo pensar a menudo qué habría sido de Pasolini si hoy publicara sus “Escritos corsarios” y sus “Cartas luteranas”, en cómo se habría entendido su cristianismo de orden marxista si se hubiera estrenado ayer “La Pasión según San Mateo”; en cómo habría sido atacado por su convicción antiabortista o abrazado por la izquierda aliada en su guerra directa al consumismo; cómo el movimiento LGTBI habría interpretado el ingenuo gesto homoerótico y adolescente de “Amado mío” y encontraba una poética de la perdición en un realismo visceral y lacerante en “Mama Roma”; cómo habría sido entendido por la pléyade rojiparda una novela tan realista, diletante y encanallada como “Ragazzi di Vitta” o si “Petróleo” habría sido entendida por los intelectuales de nueva generación que celebraron a Chirbes como un anticipo de “Crematorio” y “En la orilla”.

Me pregunto si las “Cenizas de Gramsci” siguen siendo hoy un flamígero oratorio que resuena en el corazón degenerado de un poeta ante la tumba del pensador, revelándose todas las fuerzas actuantes alimentadas por el hedonismo sexual y la ilustración marxista. ¿Dónde se atisba la estética de la dignidad obrera, dónde su moral?, ¿en la tragedia suburbial, en la decadente vida de la clase media, en la abolición del alma, en bellas vestales, en seráficos varones, en chulos y putas, en los ediles gobernando las calles, en los descamisados, en los fascistas, en la mierda de los adonis, en los sodomitas y los sádicos, en los faunos, en los buhoneros y tahures, en los santos, en los farloperos, en los maricones, en las bolleras, en los penitentes, en los camioneros, en las dominatrices, en los arribistas, en los esquizos, en los mesías, en los dealers, en los impostores, en las aves del paraíso, en nuestras cenizas?

PPP era el espanto de sentir la vida cotidiana, el cuerpo estremecido de una rutina desquiciada, el espasmo del placer y del horror de un cuerpo en las fauces del poder, invisible como un germen, la posibilidad de que una idea florezca en mitad del desierto, la posible existencia de la lágrima en un infierno eterno. Eran los tiempos de la grima. Era el consuelo de saber que la vida es corta, pero el arte es largo.

Nortes  DdA, XVIII/5122

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