Félix Población
La FIFA ha imitado al COI: el
fútbol y el atletismo rusos están
castigados por la condenable invasión de Ucrania, decidida por el
gobierno de Putin. Esto no se hizo en el Mundial de Fútbol de 1950, cuando esa
organización castigó a Japón y a Alemania, pero no a Italia, que formaba parte
del el eje Roma-Berlín-Tokio en la segunda Guerra Mundial. Tampoco se consideró
apartar de esa edición a Estados Unidos por sus bombardeos atómicos en ese
mismo conflicto sobre las ciudades
japonesas de Hiroshima y Nagasaki, con casi 250.000 víctimas mortales, en su
mayoría civiles.
No se excluyó igualmente a Inglaterra
del Mundial de fútbol de 1982, celebrado en nuestro país, a pesar de que un mes
antes Inglaterra invadió las islas Malvinas y tuvo lugar el conflicto armado
del mismo nombre con Argentina.
Lo mismo ocurrió en 1990 con
Estados Unidos con motivo del Mundial de Italia, pese a que USA invadió Panamá
a finales de 1989. El saldo de la operación militar llevada a cabo por 26.000 marines al objeto de secuestrar a
quien fuera agente de la CIA y ejercía como jefe del gobierno, Manuel Noriega, se cifró al menos en 4.000
muertos.
Los hechos están sobre la mesa
de la historia para constatar el hipócrita proceder de la citada organización
internacional. En esa misma línea hemos leído estos días noticias como las que
siguen, todas de una necedad rayana en la estulticia, pero que denotan la
siembra a bote pronto de una rusofobia primaria muy peligrosa.
-La Filarmónica de Munich cancela
su colaboración con el director ruso Valery Gergiev.
-Una universidad de Italia
intentó censurar la obra de Fiódor Dostoievski por ser ruso.
-¿Debe el Museo Ruso de Málaga
seguir abierto?, se pregunta el mundo de la cultura en esa ciudad andaluza.
-El Ballet Estatal de Rusia no
actuará en Huesca ni en Zaragoza.
-Boicot a la ensaladilla rusa
en un restaurante de Zaragoza. Ahora se la llamará ensaladilla de Kiev.
-La Federación Internacional Felina (FIFE, por sus
siglas en francés) se suma a las sanciones contra Rusia y decide imponer
restricciones a los gatos criados en el país euroasiático.
Una
masiva ola mediática está haciendo renacer en Europa un fatuo ardor guerrero que recuerda al que precedió a
la atroz masacre de la primera Guerra Mundial de 1914, cuando Pablo Iglesias
Posse publicó en El Socialista su
artículo “¡Abajo la guerra!”. (30 de julio de 1914).
Pedro
Sánchez no ha dicho eso. Más armas son siempre más muertos y más negocio a
costa de los muertos. El exministro socialista Josep Borrell, máximo
representante de la diplomacia europea en nuestros días, nos ha dicho que
Europa está en guerra, un continente que, por su historia, debería haber erradicado para siempre tal
posibilidad. También, “que nos acordaremos de quienes no están a nuestro lado”.
Cabe
responderle a Borrell con la frase de Anguita, “malditas sean las guerras y los
canallas que las hacen”. O bien con los versos de Miguel Hernández, por si con
esas palabras no basta para que se sienta aludido en su conciencia: “Todas
las madres del mundo, / ocultan el vientre, tiemblan, / y quisieran retirarse, /
a virginidades ciegas, / el origen solitario/ y el pasado sin herencia./ Pálida,
sobrecogida/ la fecundidad se queda./ El mar tiene sed y tiene/ sed de ser agua
la tierra./ Alarga la llama el odio/ y el amor cierra las puertas.
La razón es la muerte del fascismo, escribió Miguel de Unamuno. La guerra, que alarga la llama del odio, el mejor atajo para que el fascismo prospere. Es bárbara la guerra, es torpe y regresiva, es la vergüenza humana, escribió nuestro Antonio Machado.
LUH DdA, XVIII/5101
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