Víctor Guillot
Se cumplen 40 años del rodaje de “Volver a Empezar”.
Medio Gijón se reencontraba este sábado con las idas y venidas
de José Luis Garci por la ciudad, junto a Antonio
Ferrandis, José Bódalo y Agustín González.
Esto tenemos que hacérnoslo mirar porque es muy sintomático. El psicoanalista
nos diría que necesitamos desengancharnos de la melancolía. Gijón se ha vuelto
un yonkie de la nostalgia. El caso es que mientras Gijón volvía a ver en
el Teatro Jovellanos “Volver a empezar”, en Oviedo la
gente disfrutaba del punk surrealista de Lagartija Nick. Esa es la
clave.
Ya he dicho alguna vez que “Volver a empezar” es un seminario de 80 minutos
sobre el arte de morirse, el arte de recordar, el arte de vivir en el pasado,
entre el canon de Pachelbel y el “Begin the Beguine” de Cole
Porter. Lo malo de la nostalgia es que siempre es contagiosa y ha
conseguido que Gijón tenga nostalgia no solo de Garcí, sino del Xixon
Sound, de Vicente Álvarez Areces y así en este plan.
Quiere decirse que la ciudad siempre se compara con otro tiempo, dejandose
poblar por fantasmas del pasado, de un tiempo y un paisaje mejor y peor, que
anulan cualquier novedad, cualquier impulso porvenirista que haga converger
nuevas miradas cinematográficas, musicales, sociales, económicas y políticas.
Volver a Garci es volver a 1982 y comprender que España se
abrazaba a la socialdemocracia, a un Sporting que aspiraba a
todo y no se tambaleaba entre los puestos de descenso en la tabla de la segunda
división. Efectivamente, el cine de Garci es un devenir nostálgico,
fantasmagórico y también vitalista, ese vitalismo noir que amarillea las
páginas de la vida. Gijón vive ahora en esa cárcel de oro que es la vejez y
reclama que todo tiempo pasado fue mejor. No es de extrañar que la iniciativa
de Jesús Martinez Salvador (FORO) haya triunfado,
descubriendo una placa en el hotel Asturias, proyectando la
película y respirando la naftalina del pasado. Ha dicho el propio Garci que no
ha ido a la celebración porque todos sus amigos están muertos. He aquí la
honestidad de un director que descubre que la vida, llegada cierta edad, se
convierte en un impostura. Como diría Jardiel Poncela: los muertos
no se tocan. .
El concejal de Foro ha tenido otra idea de concejal de cultura: que venga Bruce Springsteen, o sea, que vengan los grandes conciertos, o sea, más pasado, más madera, más nostalgia. No tenemos nada contra el Boss, que ha visitado la ciudad en otras ocasiones, en otros gobiernos. Al viejo héroe de la clase obrera le pasa como a Clint Eastwood o Woody Allen: ya lo dieron todo, cualquier mierda que hagan, por mala que sea, no ensombre nada de todo lo anterior. Sin embargo, estas ocurrencias de Martínez Salvador ponen de manifiesto que Gijón está fuera de los circuitos culturales y que desconoce las programaciones que se diseñan en otras ciudades, cómo se formulan, por qué y para qué se hacen. La nostalgia como ideología se convierte en el gobierno de los fantasmas, ay.
Nortes DdA, XVIII/5109
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