martes, 8 de marzo de 2022

CHINA APOYA UNA SALIDA DIPLOMÁTICA EN UCRANIA Y UNA POSIBLE MEDIACIÓN PARA ELLO


Xulio Ríos

La posición oficial china ante la invasión rusa de Ucrania se podría resumir en lo siguiente: defensa clara de la soberanía e integridad territorial, comprensión de la ansiedad rusa ante el expansionismo militar de la OTAN y un hipotético ingreso de dicho país en la alianza, y llamamiento a la moderación, a la búsqueda de una salida diplomática con implicación de la ONU, sin descartar, pasados los días, una mediación. Con este posicionamiento matizado, ¿explorará China la posibilidad de una cierta contemporización y hasta “rehabilitación” frente a las potencias occidentales o se resignará a tener que encarar un escenario de confrontación que quizá pronto le incluya también?

Conciliar la comprensión con el agresor y la solidaridad con el agredido no es tarea fácil. China se remite a los principios de su política exterior, de los que no se apea. La integridad territorial es un capítulo mayor que, al igual que la no injerencia en los asuntos internos, tiene bien presente su propia fragilidad en esta materia, tal como hemos podido apreciar en los conflictos en Tíbet, Xinjiang, Hong Kong y, por supuesto, Taiwán. Y la defensa de una seguridad compartida parte del axioma lógico de que no puede establecerse de forma unilateral, premiando a unos a costa de otros. Al señalar esto, nos recuerda que la política de cerco establecida en Europa frente a Rusia guarda grandes similitudes con la que está trazando EE.UU. en su entorno inmediato mediante la promoción del AUKUS [alianza estratégica militar entre Australia, Reino Unido y Estados Unidos], el reflote del QUAD [foro estratégico informal entre Estados Unidos, Japón, Australia e India] y el fortalecimiento de las alianzas anti-China de todo tipo en el Pacífico Occidental, entre otros. 

En esta guerra, la mayor decepción china probablemente es la relativa a la Unión Europea, cuya diplomacia, considera, debiera haberse esforzado mucho más en evitar el conflicto. En China, esta UE es básicamente irreconocible y no necesariamente mejor cuando se embarca en un dogmatismo alternativo que abdica de su compromiso tradicional preferente con la búsqueda de salidas pacíficas. Ahora, Europa no solo padece directamente las consecuencias de esta guerra en forma de catástrofe humana, sino que al implicarse en ella con suministros militares e hipersanciones contra Moscú no hace otra cosa que profundizar la crisis y castigarse a sí misma. Por otra parte, el sueño de la “autonomía estratégica” se disipa de forma abrupta mostrándose más unida que nunca… a EE.UU. que, sin disparar un solo tiro, logra recuperar un liderazgo muy cuestionado tras sus fiascos exteriores de los últimos años, retirada de Afganistán incluida.

Para China, el entendimiento con la UE es clave y, en la medida en que la disputa hegemónica se intensificará en los próximos años, solo es posible un diálogo moderador y constructivo si Bruselas piensa y actúa por sí misma, desempeñándose como un contrapeso estratégico de EE.UU. En las semanas previas a la invasión, Xi Jinping multiplicó su diplomacia telefónica con los más importantes gerifaltes de la Unión alentando la moderación y un distanciamiento de la posición estadounidense. El fracaso fue absoluto, especialmente con el Berlín del socialdemócrata Scholz, que dio carpetazo al Nord Stream 2 –como exigía Washington– y propició una auténtica involución militar, también aplaudida por los Verdes. Beijing aspiraba a relanzar el acuerdo sino-europeo en materia de inversiones aprobado in extremis en 2020 y pendiente de ratificación. 

Si la guerra se enquista y las sanciones avanzan y se profundizan, China tendrá que retratarse una y otra vez. Su premisa de partida es que las sanciones no son eficaces. Y, probablemente, su opción será estudiar caso por caso, con prudencia y evitando a la vez que se la vea como una comparsa incondicional de Moscú. Lo está haciendo ya, suspendiendo cautelarmente las actividades del BAII (Banco Asiático de Inversión en Infraestructuras) en Rusia y Bielorrusia a la vez que aligera sus aduanas a las importaciones agrícolas. Veremos cómo se maneja para esquivar la implementación de las sanciones financieras, si opta o no por acelerar los movimientos para promover una alternativa al sistema SWIFT o por significar aún más el papel del yuan en los pagos internacionales en detrimento del dólar y el euro. 

La Ucrania de China es Taiwán

Para China, esta nueva guerra en Europa es resultado de una deliberada incomprensión respecto de las “líneas rojas”, no siempre del todo justificadas, que cada país tiende a establecer para preservar su seguridad y la defensa de sus intereses centrales. EE.UU. mismo es un pertinaz limitador de la soberanía de otros países en aras de la defensa de sus intereses. Y en lo estratégico-territorial, la crisis ruso-ucraniana puede repetirse con China más pronto que tarde. La Ucrania de China es Taiwán. 

Si partimos del hecho de que en la presente década puede decantarse el sorpasso chino a EE.UU., con su consiguiente consecuencia no solo simbólica sino también para el desempeño futuro de la hegemonía global, la tensión internacional podría agravarse de forma exponencial. En este sentido, desde la óptica de Estados Unidos, la guerra en Europa, en la que no se implicará de forma directa, debe traducirse en un enorme desgaste para Rusia, un aliado capital de China y, por tanto, debilitará también a esta. 

Al abrigo de las conmemoraciones del 50 aniversario de la visita de Nixon a Beijing, se ha especulado con la presunta torpeza estratégica de EE.UU. de no buscar el apaciguamiento con Rusia para abrir grietas en su entendimiento con Beijing. La guerra podría acercarles más. O no. 

En los últimos años, el compromiso de EE.UU. con Taiwán se ha significado al alza. Esta misma semana, por ejemplo, una delegación de alto nivel al mando del exjefe del Estado Mayor Conjunto, Mike Mullen, visitaba Taipéi. También Mike Pompeo. El mensaje es éste: ofrecemos garantías de que no nos vamos a distraer con Rusia –de eso se ocuparía Europa– y estamos con ustedes. Más que a evitar el conflicto, la actual política de EE.UU. parece orientarse a incentivarlo utilizando a Taiwán como argumento de una hipotética crisis grave con China. El propio exdirector de la CIA Pompeo, en medio de clarividentes denuncias de búsqueda de rentabilidad crematística a sus palabras, fue rotundo al afirmar que Estados Unidos debería reconocer a Taiwán como un "país libre y soberano" de forma inmediata

También aquí, como ocurrió con Ucrania, se especula con el interés chino de invadir Taiwán. No es de ahora. Hace un año, el excomandante del Mando Indo-Pacífico de EE.UU., el almirante Phil Davidson, declaraba que podría producirse una invasión en 2026 (un año antes del centenario de la fundación del Ejército Popular de Liberación). Pero por el momento, de igual forma que Beijing ha evitado cuidadosamente cualquier posicionamiento de lealtad inquebrantable a Moscú, su cálculo en Taiwán parece guiado por la prudencia. Aun así, la opción militar está sobre la mesa si la esperanza de una reunificación pacífica se aleja. Y cabe reconocer que las expectativas de esta última cotizan a la baja. 

El pasado 28 de febrero, el coordinador de la política para el Indo-Pacífico de Estados Unidos, Kurt Campbell, aseguraba en un evento organizado por el think tank The German Marshall Fund que Washington “mostrará su determinación en los próximos meses para mantener un compromiso de alto nivel en la región”. Y recordó que, en muchos momentos de la historia, EE.UU. ha tenido que mantener compromisos profundos en dos teatros simultáneamente. “Lo hicimos durante la Segunda Guerra Mundial. Lo hicimos durante la Guerra Fría. Es difícil, es caro, pero también es esencial. Y creo que estamos entrando en un periodo en el que eso es lo que se exigirá a EE.UU. y a esta generación de estadounidenses”.

Hoy por hoy, Taiwán tiene un interés económico esencial (la dependencia de los semiconductores) para muchos países desarrollados que probablemente mostrarían disposición a actuar en su defensa. Nuevos enfoques y nuevos temas con implicación mayor en las políticas de seguridad de Taiwán están sobre la mesa. 

¿Una buena noticia para China?

Podría pensarse que la guerra en Europa es una “buena” noticia para China, en la medida en que distrae el foco de atención de la tensión con EE.UU., in crescendo desde la presidencia de Donald Trump. Ucrania desplazaría el centro de gravedad estratégico del Indo-Pacífico. Sin embargo, todo apunta a que no será así. 

Para Xi Jinping es el momento de mimar la estabilidad interior y exterior para, primero, extender su mandato en otoño y, segundo, garantizar el éxito de los planes que deben conducir al segundo centenario (2049). En ese largo interregno, aunque ha apelado a no dejar pendiente el asunto de Taiwán “de generación en generación”, la reunificación pacífica sigue siendo la prioridad. La opción del apaciguamiento parece aconsejable, pero no menos compleja si el adversario persiste en la confrontación. 

En cualquier caso, Beijing analizará en detalle el curso de los acontecimientos, especialmente sus impactos y la holgura de los países occidentales para gestionar riesgos tan elevados como los asumidos en esta crisis, que también repercutirá en ellos. Igualmente, la magnitud del descalabro impuesto a Rusia. Si el conflicto se enquista, sin abdicar de su proximidad estratégica con Putin, la tentación de aprovechar la crisis para instar una moderación de las tensiones con Estados Unidos no es descartable. Su complemento podría ser una mediación para cesar las hostilidades y abrir paso a una solución política.

CTXT  DdA, XVIII/5103

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