Félix Población
No se destacó lo suficiente, ni siquiera lo necesario, pero
creo que se me brinda una ocasión para tener en cuenta la actitud de un
periodista que un día se pasó a la política, dejando atrás una actividad
profesional trazada en una línea de pensamiento conservadora, para integrarse
en el equipo de Pablo Casado y ser vicesecretario de Comunicación de su
partido.
Me estoy refiriendo, claro está, a Pablo Montesinos, con el
que no coincido para nada ideológicamente y del que me separa también un
desempeño profesional que respeto pero no comparto: el que se realiza desde las
filas de un partido político. Es más, lamenté en su día su adscripción al
Partido Popular como me habría ocurrido con cualquier otro colega competente
que hubiera sido fichado por cualquier otra formación.
Dicho esto, le participio a Montesinos mi parabién por su comportamiento
ante la burda y traidora defenestración de Pablo Casado, cuya trayectoria
política ha sido para mí más que censurable a lo largo de la actual
legislatura, con descalificaciones al presidente del Gobierno y a su ejecutivo
totalmente improcedentes en el líder del principal partido de la oposición.
No ha sido Casado un político que me merezca, por sus
alocuciones en el Congreso o por la propia y torpe estrategia seguida por su
partido en estos dos años facilitando la crecida de la extrema derecha, la
consideración que hubiese deseado en medio, sobre todo, de una pandemia como la
sufrida por nuestro país durante casi todo lo que llevamos de legislatura.
Sin embargo, Pablo Montesinos ha mantenido hasta el final su
fidelidad a Casado, en contra del proceder de sus más próximos colaboradores,
tan bochornoso que quizá denote la corrompida salud de un partido cuyo
saneamiento se me antoja complicado. Cuando se le ha preguntado al periodista
el porqué de su lealtad a Casado, Montesinos se reafirmó varias veces en una misma
réplica: se trata de una buena persona que cumple con su palabra.
Nadie le repreguntó al todavía vicesecretario de Comunicación
del Partido Popular por qué siendo su jefe tal como lo describe, ha sido
víctima de tan masiva como felona arremetida por parte de los suyos. Conviene, frente a esto último -por no
amargarnos más con la política al uso-, resaltar la encomiable actitud de quien
brilló por su lealtad en medio de tanta perfidia como la que se desató contra
quien se atrevió a denunciar un caso de presunta corrupción en un partido bien cargado
de esa lacra.
La caída de Casado, como ha dicho Enrique del Teso, ha
mostrado groseramente un espectáculo indigno de deslealtades que solo formaban
redes clientelares: “No hubo principios que refrenaran una destitución
decretada desde unos cuantos medios y tres mil hinchas ruidosos. Hubo ansiedad
y nerviosismo para saber cuál era la cola buena en la que había que ponerse
para seguir en la pomada”. Me parece justo resaltar la dignidad de quien
mantuvo su lealtad a toda costa en medio de tanta mezquindad múltiple,
encabezada por quien liderará el Partido Popular sin necesidad de primarias.
Con lo pasado y lo que viene, ¿qué creen que pasará con la
presunta corrupción de Ayuso? La respuesta es obvia.
DdA, XVIII/5096
No hay comentarios:
Publicar un comentario