martes, 15 de febrero de 2022

SE ES VIEJO CUANDO UNO SE RINDE Y ENTREGA A LA MELANCOLÍA, A LA CÓLERA O AL SILENCIO

Este Lazarillo conoció a Vicent hace muchos años, cuando ni siquiera colaboraba en el diario El País porque aún no se había fundado este periódico. Sí lo hacía en una revista semanal, Personas, editada en Madrid,  que fue el precedente de Interviú, y en la que también firmaba Francisco Umbral, que era vecino de la Redacción y solía entregar personalmente su artículo. Durante muchos años, hemos leído la columna de Manuel Vicent  en el citado periódico con admiración, pero creo que llegados a la edad que tenemos -aunque él me saque algunos años-, nunca me he sentido tan concernido por lo que escribe como en la columna publicada el pasado domingo. Quede como frase llena de sentido en este breve texto la que sigue: Se es viejo si uno se rinde y se entrega a la melancolía, a la cólera o al silencio. 

Manuel Vicent

La infancia dura hasta los cuatro años, la niñez hasta los 12, la adolescencia hasta los 17, la juventud hasta los 35, la madurez hasta los 50. Desde la cumbre del medio siglo cuya subida suele ser muy abrupta e insegura, ya se divisa el valle con una senda de bajada, que se pierde en el horizonte. A esa edad los sueños juveniles o bien se han realizado o se han desvanecido. Llegado a estas alturas, la vida ya te ha mostrado sus cartas. Has venido a este mundo a mandar o a obedecer. Serás un vencedor o un derrotado. Antiguamente se vivía tan poco que a uno no le daba tiempo a cambiar de pareja, ni de ideología ni de carácter, por eso entonces las personas parecían ser todas de una sola pieza. En cambio, hoy a los 50 años se puede emprender una nueva vida que te permita seguir soñando. La gente se divorcia, tiene más hijos, la brega diaria continua, pero unos juegan bien los dados y otros se quedan para siempre al borde del camino. Durante la bajada por el valle la edad pasa por distintas fases. A los 60 años ya eres mayor de verdad, a los 75 empiezas a agradecer que te digan que pareces más joven, que el tiempo no pasa para ti. Por fortuna, a partir de los 80 ya no se cumplen años, solo se cumple salud o enfermedad. Se es viejo si uno se rinde y se entrega a la melancolía, a la cólera o al silencio. Hay viejos melancólicos que solo piensan en el pasado, viejos cabreados que se avergüenzan de sus antiguos ideales porque los confunden con la ruina de su rostro reflejada en el espejo, viejos que se sientan en la última vuelta del sendero con la mirada perdida y callan. En el valle que se divisaba desde la cumbre efímera de la juventud, en estos días de febrero están en flor los almendros. Su floración solo dura unos días, lo suficiente para recordar que a lo largo de la vida ha habido instantes de felicidad por los que ha merecido la pena vivirla...

El País DdA, XVIII/5084

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