jueves, 3 de febrero de 2022

ETERNAMENTE IMBÉCILES


Ana Cuevas

Si nuestra especie ha demostrado algo a lo largo de la historia conocida (y de las infra-historias que escapan a nuestro conocimiento) es que tenemos la capacidad de "cagarla" como si fuéramos nuevos en el planeta. Aprendemos poco y olvidamos pronto de los errores que hemos cometido y de las manipulaciones a las que estamos expuestos bajo el pretexto de falsas banderas.
Ahora los millonarios ya no se conforman con poder poseer todo cuanto quieran. Planean ciudades espaciales, previendo como buenos aguilillas, que la hecatombe terráquea está cerca. ¡Sálvese quién pueda...pagarlo, por supuesto! Supongo que se llevarán con ellos un contingente de esclavos imprescindibles para exportar su sistema de explotación al universo. Al resto que nos den candela. ¡Viva el mal, viva el capital!
Pero van más allá. Ahora buscan la clave de la inmortalidad. Como el dueño de TESLA, Jeff Bezos, cuya megalomanía pretende vencer a la muerte y trascender como una deidad neoliberal del resto de los mortales muertos de hambre.
El plan es ambicioso si contamos con que, pese a lo que invierte en ciencia para ser infinito, por el camino no han dado con la clave de un crecepelo que cubra su venerable calavera per secula seculorum. ¡Pero bueno!, contemos con que consigue el preciado elixir de la vida eterna. ¿En serio?
¿Acaso no ha leído las contraindicaciones?La primera, el aburrimiento. No hay placeres que se mantengan con la misma intensidad en el tiempo. Si el mismo deja de tener sentido como una cuenta atrás de la existencia, ¿Qué colmará nuestras inquietudes, qué nos sorprenderá o nos enternecerá?
Conociendo nuestra aviesa naturaleza, la inmortalidad no garantiza sabiduría. Solo poder y cinismo. Eso sí, hasta el universo y más allá.
Mientras los super-ricos están a sus cosas (que se pueden permitir gracias al sudor de los perecederos curritos) el populacho andamos como pollo sin cabeza atendiendo a noticias que importan una mierda y olvidándonos de los auténticos problemas que afectan a nuestras vidas.
Aquí en España, se vota la reforma laboral. Pero el debate en la calle es si ha habido tongo o no en la elección de la representante de Eurovisión.
¿En serio nos importa un concurso cutre donde no ganamos desde hace 54 años ni una piruleta de consolación? NO. Ni a mí, ni a nadie. Pero la Reforma de la Reforma laboral sí que nos atañe. Y servidora está muy cabreada.
Estoy de acuerdo con que era mejorable. Pero es un paso adelante en la recuperación de los derechos perdidos. Un paso consensuado entre todas las fuerzas sociales, de manera inédita, y que tiene el visto bueno de Europa.
Me importa un bledo que lo voten tirios o troyanos. Nadie me va a comer la oreja en cuestión de la lucha proletaria. Y esos remilgos de Bildu o Ezquerra no deberían echar para atrás una mejora para la clase trabajadora. Ellos sabrán sus motivos. Y si se saca con el voto de Ciudadanos, ¿cuál es el problema? ¿O es que la reforma será mejor dependiendo de quién la refrende? ¿No es el mismo texto?
Que andamos como almas sin tino por este valle de lágrimas es un hecho que constatamos cada día. ¿Se imaginan si fuéramos eternos, amén de pobres? Eternamente esclavos, eternamente uncidos a su yugo, eternamente imbéciles.
La eternidad no es para mí. Y el que la busque, en el pecado lleva la penitencia.

     DdA, XVIII/5073     

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