sábado, 12 de febrero de 2022

EL BERRINCHE DE FACEBOOK CON EUROPA Y LAS DEFENSAS DEMOCRÁTICAS


Enrique del Teso

La mayoría vimos la película Atrapado en el tiempo. Phil es el hombre del tiempo y va a hacer para su canal de televisión el reportaje del Día de la Marmota. Cuando se levanta al día siguiente, se encuentra con que mágicamente se está repitiendo el día que ya había acabado. Este bucle temporal no deja de repetirse, todos los días amanece en el Día de la Marmota para vivir las mismas situaciones. Su compañera Rita le tiene antipatía, pero él la encuentra atractiva e intenta seducirla aprovechando que solo él puede recordar cada día en la repetición siguiente. Tomando una copa, Rita pide un vermú dulce con hielo y limón. En la siguiente repetición del día él pide un vermú dulce con hielo y limón y ella, claro, pide lo mismo, pero sorprendida y complacida por la casualidad. Se proponen un brindis y él brinda por la marmota. Ella dice que siempre brinda por la paz mundial. En la escena repetida del día siguiente, y tras la misma aparente coincidencia casual en el vermú dulce, él brinda por la paz mundial, con lo que ella vuelve a sentir una inesperada afinidad con Phil. La escena se repite varias veces y en cada repetición Phil va mostrando una imagen de sí mismo y sus gustos basada en lo que va sabiendo de Rita, incluidas citas de poesía francesa. La complicidad se va espesando con las sucesivas repeticiones del día y Phil logrará su objetivo de seducción. Phil manipula a Rita, pero no porque Rita sea tonta. Solo está indefensa. Todos tenemos la capacidad de conjeturar estados mentales de los demás, como si fuéramos telépatas, y la razón de que no podamos manipular a los demás es que los demás también son telépatas. Pero aquí el juego es desigual. Phil cada vez sabe más de Rita y Rita ni sabe tanto de Phil ni sabe lo que él sabe de ella. Su mente es una casa abierta en la que Phil puede colocar lo que quiera. Todos somos Rita a medida que las empresas de comunicación van teniendo más acceso a nuestros datos, gustos y resortes de conducta.

El berrinche de Facebook con Europa (dice que se quiere ir, llevándose también a Instagram y WhatsApp) se basa en el tráfico de nuestros datos personales y de nuestras andanzas por la red. Esos datos solo valen si se procesan en masa. Facebook no puede perfilarme bien por lo que sepa de mí. Necesita inyectar mis datos en un océano mundial para crear patrones detallados que sepan de mí y mis inclinaciones más que yo y que cualquiera que me espíe. No se pueden adivinar incluso los deseos que no tengo más que troceando mi alma y juntando esos trozos con trozos de muchas almas para crear patrones. Facebook quiere llevarse nuestros datos a EEUU para que sean todos un solo océano y que todos seamos Rita en el Día de la Marmota. Es a lo que se dedican empresas de sondeos y los estrategas que están detrás de la comunicación pública. Facebook usa esas tácticas, de momento, para diseñar anuncios eficaces. Otros para controlar el voto colectivo.

Con un control suficiente de los medios de comunicación y los datos se puede vivir en una dictadura, aunque haya elecciones. Las amenazas autoritarias en Europa no son del tipo de Abu Dabi, Qatar o Arabia, sino del tipo de Hungría o Polonia. Las fuerzas reaccionarias no quieren un sistema sin votaciones populares. Al contrario, quieren democracia «directa», que mande el que «da la cara» y es votado, sin jueces, prensa u organismos reguladores que pongan límites a lo que votó «la gente». Nos dirán que Orbán no puede ser un dictador, salvo que creamos que los húngaros son bobos y nosotros los más listos de la clase. Los húngaros no son bobos y Rita tampoco. Los propósitos de Facebook nos recuerdan que el pueblo puede estar indefenso si la democracia no tiene una serie de automatismos institucionales de control, añadidos a los sufragios, que garanticen la separación de poderes y el acceso saludable a la información. Los ultras llamarán a todo es burocracia inútil. Ellos tampoco son bobos.

El individuo piensa y es libre; la colectividad no piensa y obedece a patrones causales. No se hacen simulacros de incendios porque se piense que la gente es idiota, sino porque se sabe que en determinadas circunstancias la conducta colectiva no será libre ni racional, sino efecto predecible de una causa. Los precios se fijan por actos libres de vendedores y compradores, pero se sabe que mucha demanda y poca oferta hacen subir los precios y que la inversa los hace bajar. Es tan poco libre y tan segura la conducta colectiva que se habla de la «ley» de la oferta y la demanda. Todos tenemos continuamente aspectos de la conducta individuales y racionales y aspectos en que nos disolvemos en la colectividad. Y es bueno que ocurra una cosa y otra, si es a su debido tiempo. Conviene que en caso de incendio nos hayan adiestrado para no ceder nuestra conducta al impulso ciego de la masa. Y lo mismo conviene en caso de elecciones. Se pensó que el equipo de Obama había sido el primero en entender el potencial de esta red social que dice que se quiere ir de Europa. Obama, ciertamente, hizo circular información y consignas por un canal que Hillary Clinton desconocía. Pero quien realmente entendió el potencial de la red social fue la ultraderecha. Lo interesante no es solo hacer circular la información.

El acto de mostrarse en la red social, como el de pasar el rato con amigos, es de esos actos en que nos disolvemos en la colectividad. Si se aprovecha el efecto de encapsulamiento entre afines de la red social, los bulos con cargas emocionales negativas reverberan con fuerza, crean ondas de coincidencias y distorsionan la imagen de la realidad y también la imagen que creemos que los demás tienen de la realidad. La red social, al contrario de la lectura, tiende a masificarnos. Eso está bien, necesitamos reducirnos a lo que compartimos con los demás, ser masa y gente, y no raros ensimismados. Pero la red social hipertrofia esa tendencia y necesidad natural Con la debida coordinación de la red social, medios de comunicación y acción política, se puede conseguir que la gente vote y participe en la vida pública con su perfil más masificado, algo así como si agitáramos a la gente en un incendio para que cada uno odiase a todos los demás que se apelotonan y no le dejan pasar. El evidente avance de la estupidez en la vida pública, en unos barrios ideológicos más que en otros, y el aumento de la zafiedad no se deben a que seamos más bobos. Se debe a la manera en que nos afecta la propaganda y cómo la propaganda se modula en los nuevos canales. Y no nos afecta la propaganda por ser tontos. Acordémonos de Rita.

La red social es un buen invento. Pero es una deformación cuando no se contrarresta con actividades que nivelen lo que tenemos de masa y de individuos. El acto de estar en la red social siempre me pareció el inverso del de leer. En la red me desaguo y me reduzco a lo que me asemeja a otros. En la lectura, no sale sino que entra algo en mí que participa en esa talla que, para bien y para mal, me hace único. Mal entienden las autoridades este juego de contrapesos y el papel de la cultura en nuestro bienestar en estos tiempos de masificación digital. En el sistema educativo se abre paso la idea neoliberal de que no hace falta historia ni filosofía, sino pilotaje de drones (de momento, esto es una exageración piadosa). Y se dio el azar de que coincidieran en los mismos días a gran escala el choque de Facebook con Europa y a pequeña escala los hachazos a la red de bibliotecas de Oviedo. El ayuntamiento de Oviedo, que ya había protagonizado con los nombres de las calles lo que acertadamente llamó Francisco Carantoña un sonoro rebuzno, prolonga el rebuzno desnutriendo su red de bibliotecas. Precisamente las bibliotecas son santuarios que incitan a la lectura, el tipo de actividad que hace virtuoso el invento de la red social haciéndole de contrapeso; el tipo de actividad que nos ayuda a actuar como individuos racionales en incendios, elecciones y vida pública. Algunos ministros europeos dicen estar felices de haber dejado Facebook. No les hacía falta. Con leer un rato cada día, Facebook hubiera vuelto a ser beneficiosa.

 La Voz de Asturias  DdA, XVIII/5081

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