Martín Medem
Estados Unidos está convirtiendo a América Latina en su basurero para los desechos del plástico. Son los ecologistas estadounidenses (Last Beach Cleanup) los que denuncian que desde su país se enviaron el año pasado noventa mil toneladas de basura de plásticos contaminantes a quince países de América Latina.
A las empresas les resulta más fácil y barato colocar los residuos en América Latina que reciclarlos según la legislación de Estados Unidos. Lo que no pueden hacer en su país lo desplazan hacia el Sur.
Muchos gobiernos latinoamericanos no tienen (o no se preocupan por tenerla) la capacidad para impedir la penetración en sus países de esa basura porque no cuentan ni con una legislación suficiente ni con un buen control de sus fronteras.
Estados Unidos es el mayor exportador mundial de los desechos de los plásticos y América Latina el destino más habitual. El ochenta por ciento de los residuos se acumulan en México, El Salvador y Ecuador.
Es un gran negocio para empresas latinoamericanas que aprovechan la debilidad legislativa en sus naciones para importar la basura y depositarla en vertederos sin control que con mucha frecuencia contaminan los ríos de comunidades campesinas e indígenas. A la complicidad de esas compañías locales se añade que emplean a trabajadoras y trabajadores sin condiciones de seguridad y con salarios miserables. Incluso han sido acusadas de utilizar a niñas y niños en tan dura y peligrosa tarea.
Casi un centenar de organizaciones de todo el mundo que rechazan el comercio transfronterizo de residuos plásticos están reclamando que Estados Unidos recicle su propia basura y no la convierta en una avalancha de contaminación sobre América Latina.
Lo consideran el imperialismo de la basura para una nueva ocupación colonial que viola la soberanía nacional y el derecho de las comunidades a vivir en un ambiente seguro para su salud y para la protección de sus territorios.
Lúh DdA, XVIII/5081
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