viernes, 28 de enero de 2022

LA MUERTE DE RENÉ ROBERT: GÉLIDA IMAGEN DE UN MUNDO HUÉRFANO DE HUMANIDAD


Félix Población

De inmediato, todas las cabeceras de periódico resaltaron ayer la noticia: la indiferencia de los ciudadanos de París ante la caída y abandono, tirado en el suelo, de un anciano en una céntrica calle de la ciudad, con resultado final de muerte por no haber sido socorrido a lo largo de toda una fría noche. 

Se trataba de René Robert, un conocido fotógrafo de 85 años de edad, especializado en el arte flamenco, que el pasado 18 de enero falleció de hipotermia al permanecer caído en la calle Turbigo desde las nueve de la noche hasta la seis y media de la madrugada, hora en que un sintecho se interesó por su estado y llamó a una ambulancia. 

El periodista Michel Mompontet, buen amigo del fotógrafo, fue quien mejor acertó a describir lo ocurrido al saber la noticia: "René Robert fue asesinado en plena calle en París por la indiferencia de los transeúntes". El periodista se pregunta también a continuación ¿cómo hemos llegado a olvidar la base misma de lo que hace a la humanidad? 

René Robert había nacido en 1936 en Suiza y se hizo muy conocido por las fotografías de artistas de flamenco que empezó a realizar en la década de 1950. En su obra le gustaba destacar la «rabia o la gracia» en los rostros de los artistas. Autor de una obra visual potente y sensible, suyas son imágenes como la de Camarón, en blanco y negro, que sirvieron de cartel a sus míticos conciertos de 1986 y 1987 en el Cirque d'Hiver de París. 

 "Noticias como esta arrancan las debilitadas raíces que nos quedan y que nos van sosteniendo, escribe María Jesús Casals. Un hombre anciano, 85 años, sufre un desmayo en una calle céntrica de París, y ahí se queda tendido, 9 horas, toda una jornada, nadie le mira, nadie lo ve, y muere de frío. Frío. Mucho frío tengo ahora. No me siento bien en este mundo. Y me pregunto: ¿qué hubiera hecho yo? La duda me congela". 

Por muy notable que haya sido la obra de este fotógrafo, quizá nunca llegó a imaginar que su anciano cuerpo, herido y abandonado en una calle de la ciudad a la que tanto amaba, sería la más elocuente y gélida imagen de toda su vida: la de un mundo cada vez más huérfano de humanidad.

PS. Escrito el artículo, me llega este texto por las redes, que creo abunda en esa orfandad creciente de la que son víctimas, sobre todo, nuestros mayores"Un señor que, probablemente supere los 80 años, guarda cola en un cajero, me coloco detrás de él, y, cuando accede, saca un sobre que presupongo contiene dinero. Le observo a una distancia prudencial y me percato de que es incapaz de llevar a cabo la operación. Toca varias veces la pantalla, y deduzco que no consigue lo que pretende. Se vuelve hacia la cola, ya se había incrementado. Me mira, yo estaba justo detrás, y con un solo gesto entiendo que me pide ayuda. Inmediatamente se la ofrezco y él señor asiente con un tímido "por favor". Le ayudo de mil amores a realizar su gestión, pero indicándole donde tiene que ir pulsando no quiero tocar ni un billete de los suyos, por respeto, y porque no quiero que se puedan crear confusiones con el dinero. Él quiere hacer un ingreso y le indico cómo debe realizarlo. El señor, a su ritmo, consigue introducir la cantidad a ingresar y termina de hacer la gestión mientras yo le digo donde tiene que tocar para zanjarla. Termina, nos retiramos del cajero para que pase la siguiente persona, y me da las gracias. Le digo que no se preocupe, que ha sido un placer, y antes de marcharme, introduce la mano en el bolsillo de su chaqueta, saca la cartera y me ofrece un billete de diez euros. Yo no doy crédito, me asombro y le digo que de ningún modo, por favor. El pobre hombre me dice que le gustaría agradecérmelo y que me tomara un desayuno a su salud. Le doy las gracias, pero que en ningún caso lo voy a aceptar. Lo guarda y me vuelve a agradecer, y yo a él. Nos despedimos, y me queda un sentimiento de pena por este señor y por todos los mayores que se están viendo solos frente a este monstruo de la tecnología, que cada vez más nos está convirtiendo en seres sin alma ni compasión. No cuesta nada atenderles, y facilitarles un poquito la vida con todo lo que ellos hicieron por nosotros. Deshumanizándonos". El gobierno progresista debe tomar medidas de inmediato.



     DdA, XVIII/5077     

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