jueves, 27 de enero de 2022

LA MULA DE MUNILLA


 El todavía obispo de Donostia, José Ignacio Munilla, tomará posesión de su nuevo cargo como responsable de la diócesis de Orihuela-Alicante el próximo 12 de febrero con la entrada pública a lomos de una mula blanca en la ciudad oriolana, una tradición que se remonta al siglo XVI. Según fuentes del obispado alicantino, la Diócesis de Orihuela-Alicante es, junto con la de Sigüenza (Guadalajara), la única de España que conserva la histórica entrada pública de sus prelados. (Noticias de Gipuzkoa). En el viejo y celebrado estilo de cuando en el periodismo republicano cabía el verso hasta en las portadas, mi estimado y admirado colega Félix Maraña lo ha celebrado así:

A lomos de una mulilla,

para no gastar la suela,

va camino de Orihuela,

presto el obispo Munilla.

Ensillado en una silla

de realce episcopal

entrará con bis triunfal

en la ciudad del poeta.

Un desfile con retreta,

previsto en el santoral.

Su radio, Radio María,

acompañará al prelado,

de aquí para el otro lado,

en directo todo el día.

Munilla desfilaría,

triunfante en Jerusalén,

esperando que le den

aplausos los feligreses.

Con palmas de Elche, corteses

vivas darán al mosén.

La mula, blanco satén,

y el obispo en blanco y negro,

llega el mandado de Pedro

y se enardece el retén.

Unos dicen gloria, amén,

y otros muestran su reserva

pues el obispo conserva

casta de conservador.

Viene en mula monseñor

y algún curioso le observa.

Para aprender a montar

en jamelgo, por novato,

ha practicado un buen rato

en yeguada militar.

Como le gusta mandar

ordenaba con soltura

al caballo de montura

con gesto rígido y presto.

El animal, indigesto,

no sabía qué era un cura.

Mientras va a su nuevo asiento,

curas de San Sebastián

están contentos y están

exhalando nuevo aliento.

El clero vasco contento

celebra su despedida,

pues Munilla fue una herida

para la gran mayoría.

Poca gente le quería

y ahora aplaude su salida.

Uno de esos curas rojos,

en la prensa regional,

dice que lo ha hecho fatal,

con reproche y con enojos.

Que vendió casas, despojos,

iglesias para el turismo,

que vendió el palacio mismo

a buitres de hostelería.

Eso sí, que lo vendía

invocando el catecismo.

Despreciaba al feminismo

y se atrevió a confesar

que él podía curar

hasta el homosexualismo.

Obseso ante el comunismo

y obseso hasta la obsesión

no perderá la ocasión

para expresar su ideario.

Se sabe reaccionario

y predica con tesón.

Tiene Munilla la marcha

de aquél franquista oriolano,

también obispo huertano

que fuera don Luis Almarcha.

Tipo de cara muy ancha,

nada hizo por salvar

al poeta del lugar

que moría en la prisión.

Siendo obispo de León,

se dedicó a denunciar.

Hernández se apellidaba,

como el poeta del pueblo,

cuyo verso es voz y tiemblo

de todo cuanto cantaba.

Pero Almarcha se callaba,

y, callada por respuesta,

ignoró cada propuesta

para otorgarle clemencia

al poeta en su dolencia

mortal de muerte directa.

Con estos antecedentes,

Munilla llega tocado,

a su nuevo episcopado,

donde Almarcha tiene aún clientes.

Son dos obispos fervientes

de una moral punitiva,

de sermón y rogativa,

de estás a ciegas conmigo

o te nombro mi enemigo

y maldigo mientras viva.

A lomos de una mulilla,

con la cara de contento,

con el aire a barlovento,

trota que trota Munilla.

El vasco perdió la silla

de la sede donostiarra,

hizo el palacio chatarra

para aumentar el cepillo.

Con alza cuellos de brillo

trota con su mula charra.

   DdA, XVIII/5076   

No hay comentarios:

Publicar un comentario