Luis García Montero
En un soneto de su libro Apolo titulado Los fusilamientos de la Moncloa,
lectura poética de las ejecuciones que Goya pintó en su famoso cuadro, Manuel
Machado observa cómo cae "la eterna carne de cañón al suelo".
En todo conflicto aparece en escena de una manera o de otra, víctima o cómplice hambrienta de los verdugos, la eterna carne de cañón. El pensamiento democrático no debería olvidar que la injusticia social y el desamparo provocan que los discursos totalitarios arraiguen entre los seres ofendidos. Lo saben algunos medios de comunicación y algunas redes instaladas a conciencia en la mentira y en la manipulación de los hechos. Además de intentar aclarar la verdad conviene que se eviten los malos cultivos, que se tome nota de cómo vive la gente. Buena costumbre esa de preguntarse cómo vive la gente.
Antonio estudia secundaria en un
instituto público con muchas deficiencias, algo característico de un país en el
que la educación ya no es una vía de ascenso social. La brecha se agranda y la
educación privada trabaja para asegurar los privilegios de las élites.
María es un parada sin futuro. Su edad
de 52 años y su condición de mujer le
han puesto las cosas muy difíciles desde que cerró el comercio en el que
trabajaba.
José tuvo buena suerte. Ha conseguido
un trabajo. Pero su salario no permite que su familia salve el umbral de la
pobreza.
Angustias enciende la televisión y
recibe la noticia de un juicio sobre casos de corrupción continuados en su
comunidad autónoma. La forma en la que le explican las cosas no comunica la
idea de las corrupciones de un partido, sino la sensación de que todos los
políticos son iguales y se dedican a robar.
Juanfra, el marido de María, se ha
puesto poco después un programa deportivo sobre fútbol en el que los
comentaristas chillan, se interrumpen, hablan con la rabia en los labios y
disfrutan al despreciar a los adversarios. Así se habla, sí señor, así se cantan las verdades. Yo
tampoco me callo, le dice a su mujer.
Antonia trabaja donde puede y lleva
firmados una larga lista de contratos por dos días, una semana, un mes o tres
meses. Tener salario bajo es una cosa, le comenta a la compañera con la que
comparte mesas en un chiringuito. Lo peor es no saber dónde voy a
trabajar mañana.
Jacinto ha sido el vivo ejemplo de una
clase media que poco a poco se fue debilitando. No puede
consumir como antes. Le
deprime, le indigna, comprobar que su poder adquisitivo se empobrece cada vez
más. Con voz de persona experimentada le dice a su hija que los españoles de
los años 90 tuvieron la vida mucho mejor que los jóvenes de hoy.
María del Mar, la hija de Jacinto, ha
decidido viajar a Berlín a buscar trabajo. Su carrera de Filología Española le
va a servir de poco. Está dispuesta no ya a buscar trabajo, sino a
buscarse la vida como sea. Mil veces
ha oído que los padres lo tuvieron más fácil que sus hijos, pero lo que
ella siente es que los retos son individuales, que no existen compromisos
colectivos y que sólo se salvará la más lista.
Pedro desiste en su esfuerzo de fijar
una cita en el ambulatorio, enciende la radio y escucha el fragmento de un
debate parlamentario en el que un señor acusa al Gobierno de no se sabe cuántas
tropelías. La sanidad desmantelada de la comunidad no es competencia del
Gobierno, pero Pedro no está para pensar, añora una invasión de tanques que ponga orden en los hospitales y en la vida enferma
de la gente.
Roberto y Asunción escuchan como lluvia
monótona los dividendos de una gran empresa de la energía que acaba de anunciar
sus resultados. Están medio dormidos ante ese aburrimiento, pero se despiertan
con la noticia de unos migrantes que van a causar problemas en España. Es que
vienen a quitarles el puesto de trabajo. ¡Están hasta las narices de los tontos
que repiten la cantinela de los derechos humanos¡ ¡Hasta
las narices del buenismo!
Maruja comenta un bulo
indignante como si fuese la pura verdad. Felipe recibe un wasap sobre la indecencia de un alcalde que
quiere prohibir los toros. A Raúl le han resumido el mundo en la suspensión de
la caza. A Lucía le han hecho comprender que la libertad es tomarse una caña y
salir sin mascarilla porque nadie
puede meterse en su vida. Molina…
Son carne de cañón. Es
peligroso dejar que la democracia se convierta en una flor de plástico.
InfoLibre DdA, XVIII/5067
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