Félix Población
Para protestar contra el uso
de la lengua catalana en el Parlamento el pasado jueves, un diputado de la
extrema derecha, de muy alta formación militar, no utilizó la palabra que nos
sirve para ese fin de modo democrático. Prefirió hacer uso del pateo,
obedeciendo quizá a un rancio atavismo.
Ese mismo grupo
parlamentario, esta misma semana, hizo uso de un himno de la Policía y la
Guardia Civil para interrumpir un acto organizado por Unidas Podemos, con apoyo
de parlamentarios de otros partidos, para respaldar a los jóvenes de Zaragoza
que habían sido condenados por atentado a la autoridad por manifestarse contra
un mitin de Vox.
Hace unos meses, el
vicepresidente primero del Congreso hubo
de suspender durante diez minutos un pleno porque un diputado de Vox se negó a retractarse
por haber llamado “bruja” a una diputada del Partido Socialista que defendía
una iniciativa de su grupo para penalizar el acoso a las mujeres en las
clínicas abortivas. El tal diputado se negó, acto seguido, a abandonar el
hemiciclo a requerimiento del vicepresidente primero.
Me pregunto hasta qué
límites se pueden permitir esta falta de respeto democrático de la extrema
derecha, empeñada -con la colaboración estelar de un Casado en pugna con ese
extremismo montaraz- en hacer del Congreso de los Diputados un escenario de
bronca permanente que contribuya a su desprestigio, sobre todo si esa institución
no se hace respetar. Estamos ante un partido que negó la legitimidad del
Parlamento al elegir el vigente Gobierno, que no tiene reparo en admirar la
dictadura franquista y que se muestra a favor de ilegalizar a determinados partidos
constitucionales.
No es solo que su aprecio
ideológico por la democracia sea históricamente infundado, sino que con
actitudes como las aludidas trata de transmitir a la ciudadanía el descrédito
de la propia institución parlamentaria, con lo que eso comporta de desgaste de
la propia democracia.
Su ruidosa e inadmisible
currículum desde que llegó al Congreso de los Diputados, tal como consta en las
hemerotecas y jalean los medios afines, debería haber tenido alguna sanción o
correctivo en la Casa de Todos. ¿Qué será lo próximo que se le permita, de
seguir en esta tónica, como cabe esperar de su estrategia, pues no parece
conocer otra y es la que mejor le va para sus fines?
Aunque poco se haya
fomentado el conocimiento y cultivo de la memoria democrática en este país,
deberíamos tener muy en cuenta lo que representa un partido de extrema derecha
ahincado en su respeto y consideración al viejo régimen. Su propósito, con
tanto ruido falaz y cenagoso, emula el de formaciones políticas similares en
los años treinta del pasado siglo, artífices de un largo tiempo de silencio.
La última hora DdA, XVII/5042
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