Decía Julio Caro Baroja, ese maestro y amigo a quien siempre volvemos que Itzea es "madre de todo lo bueno de mi vida". La casa familiar de los Baroja es memoria y patrimonio de un tiempo en que la cultura no se invocaba en vano, sino que se vivía. Acostumbro a releer o los Baroja en otoño e invierno, no porque considere que su literatura, en conjunto, sea sombría, sino porque es una literatura que despierta y acoge. El pasado día 23 de diciembre recordé a Pío Caro Baroja, escritor y cineasta, que murió en 2015. Y lo recordé porque terminé la lectura de un libro de otro Baroja, Pío Caro-Baroja, hijo del anterior. "El cuaderno de la ausencia" (Cátedra, 2020) es una notaría de las horas en que el hijo relata el duelo, ese conjunto de sentimientos que turban, pero recogen y alientan el amor por los seres queridos. Ausencia es la palabra mas triste del diccionario. Y me agrada decir hoy, 28 de diciembre, fecha del nacimiento en 1872 de Pío Baroja en San Sebastián, que este nuevo libro de un Baroja está bien escrito y conforta, porque el duelo por el último Baroja enterrado en Bera de Bidasoa nos afecta a quienes tuvimos su amistad y, sobre todo, valoramos su obra, tanto la fílmica y documental, como la literaria. El ensayo que Pío Caro escribió sobre el abuelo Serafín Baroja es un documento de primer orden. Pero si las ausencias en las familias del común son menos notorias (en muchos casos porque los herederos envían al trapero todo cuanto hace memoria del finado), los Baroja (ya en Itzea, en Madrid o en Churriana) han cultivado, cuidado y sostenido un conjunto de referencias, tanto históricas como afectivas, que es más pesado un duelo, porque en todas los lugares familiares te encuentras con los elementos materiales, libros, cuadros, ilustraciones, muebles, en donde se ha vivido, sentido, sufrido y celebrado la vida de una saga de la que siempre hay que hablar en plural. El testimonio de Pío Caro-Baroja en este nuevo libro, de lenguaje envolvente, crítico y punzante en ocasiones, pero decididamente poético, como debe ser toda expresión de amor a los suyos, nos conecta con algunas vivencias que en los libros, incluso en los escenarios retratados, uno tuvo la suerte de compartir con los Baroja, sin ser el pelma de turno que aparece de pronto con la excusa del pasábamos por aquí. A Itzea uno fue siempre que le llamaron. Creo que no hay mes del año en que no aconseje, relea, invite a leer, o regale un libro que alto significado, no sólo en la vida de los Baroja, sino en la historia de la Cultura contemporánea: Los Baroja, esas memorias de Julio Caro Baroja, que publica en 1972. Era el año del centenario de don Pío, año en que se celebró en San Sebastian un congreso sobre el novelista, organizado por el buen hacer de Mercedes Sáenz Alonso. Ella se encargó de publicar un libro en Akal, con la mayoría de las intervenciones en dicho congreso. Alguien me había dicho que existía alguna grabación en cine de la visita que los congresistas giraron a Itzea en ese año de 1972, pero ahora me entero que sí, que existe de verdad, y está a disposición de todos en la red, y me entero, entre otras muchas cosas, porque lo cuenta Pío Caro–Baroja en "El cuaderno de la ausencia".
DdA, XVII/5052
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