sábado, 4 de diciembre de 2021

PARÁBOLA DE LA COCINA DE CARBÓN


Mar Braña

Mi madre no conocía la guerra de oídas. Sabía lo que era pasar hambre y miedo. El hambre se le fue quitando a fuerza de jornales obreros, pero el miedo no se le quitó jamás y a mí me llegó directamente por vía intrauterina. El miedo tiene una importante carga genética. Recuerdo a mi madre llevándose las manos a la cabeza cuando a uno de mis hermanos se le ocurrió arrancar de cuajo la cocina de carbón para cambiarla por una moderna placa vitrocerámica. Ella era una mujer sabia y ya en aquel entonces se dio cuenta de que con ese sistema íbamos a depender totalmente de la electricidad y por tanto de las empresas del ramo. Supo que con la antigua cocina hubiéramos podido calentarnos echándole piñas o cajas de fruta, o buscando leña en el monte. Solo ella fue consciente de que nos habían echado el cebo y mordimos el anzuelo. Pero los hijos teníamos muy claro que nosotros éramos los modernos y ella la anticuada… Antiguamente los pobres no lo eran tanto, al menos podían prender un fuego para calentarse, la moderna sociedad los ha privado incluso de ese privilegio. Ahora los anzuelos abundan. La Unión Europea nos dio grandes subvenciones por renunciar a cultivar las tierras o por dejar de producir leche y las grandes empresas trasladan sus fábricas a países mucho más ventajosos para sus dueños. Llegará un momento en que ya no tengamos alimentos y dependeremos exclusivamente de los precios de los mercados para comprar el pan y la leche y tampoco habrá ninguna fábrica en nuestro territorio, será entonces, cuando esos otros países que ahora son tan ventajosos impondrán sus reglas…

DdA, XVII/5028

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