Roberto Carbajal
Cuando creé mi cuenta de Twitter, en
2013, inserté una imagen que ilustrase uno de mis principios. “No me importa
que roben mi idea; me preocupa que no tengan alguna propia”. El aforismo lo
lanzó el visionario Nikola Tesla, a quien debemos la luz de nuestras miserables
vidas.
El
domingo leía en El Norte la frustración de nuestra Orquesta ante el ataque que
ha sellado el gobierno regional contra la iniciativa filantrópica alumbrada por
sus músicos. Sí, ‘Miradas’ ha sido intervenida por la consejera de Educación
con el beneplácito del figurante de Cultura. La práctica emula esas prácticas
que se estilan en los bajos fondos, en los que el último en enterarse no solo
es el muerto, sino la familia del traicionado. Pero con ‘Miradas’ se ha dado
una vuelta de tuerca torticera. Habitualmente, el político tiende a manosearlo
todo hasta devastarlo. Rocío Lucas, la educadora gubernamental, debió de caer
en la cuenta de que el hecho de que violinistas y flautistas de Hamelin se
lanzasen a acercar la música en provincias excedía lo tolerable, no vaya a ser
que estos ‘outsiders’ me roben la cartera ideológica y contraprogramen. Así que
la acólita ha decidido engullir el concepto, rumiarlo y abofetear a quienes le
dieron luz, sobre la base de que la OSCyL debe circunscribirse a entretener a
la corte, a la antigua usanza.
Los
políticos se revelan como audaces especialistas de la epifanía posando en
escenarios culturales solo cuando refulgen los iconos. Y nuestra prima donna
del aleccionamiento retuerce esa máxima aliñada con perversión. Nadie se alivia
en mi jardín, parece que concluyó. Mientras tanto, el preboste cultural, de
trágala. Se esfuman por el inodoro diez años de altruismo.
El Norte de Castilla DdA, XVII/5028
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