Diego Díaz
“Por favor, no hables tanto, tan alto,
tan deprisa ni tan fuerte” es una frase que solían repetirle de pequeño a Pedro
Vallín (Colunga, 1971). Quizá eso ayude a entender la razón por
la que el periodista asturiano ha escogido al robot C3PO de su
adorada saga de “Star Wars”, como alter ego para resumir los
últimos 10 años de la política española. C3PO no se calla nunca, ni en una
lluvia de asteroroides, y es siempre un testigo impertinente de acontecimientos
que no protagoniza. Dos rasgos, que según Vallín, le emparentan con el androide
dorado: “No solo soy un bocazas en Twitter”.
Este fin de semana estuvo en Asturies presentando
en Uviéu y Xixón “C3PO en la Corte del Rey
Felipe” (Arpa, 2021) en dos actos organizados por La
Ciudadana y la Sociedad Cultural Gijonesa. En ambas, el
redactor de La Vanguardia se desapachó a gusto, y con su
desparpajo habitual, sobre los grandes temas de la política nacional en la
última década.
Para Vallín, España, como la mayoría de
sociedades democráticas liberales, se ha politizado inténsamente desde la
crisis de 2008. El crack económico frustró las aspiraciones de asecenso social
de cientos de miles de españoles que “ya se veían con el piso pagado o incluso
estrenando chalet, y les despertó el interés por la política”. El 15M,
el post15M, el Procés catalán, el surgimiento de Podemos,
y después el auge de Cs y Vox dibujan el
rastro de un país que lleva 10 años discutiendo como nunca de política. Todo
ello hasta el punto de que las tertulias y programas políticos han desplazado
en interés a los espacios dedicados a la actualidad rosa, pero
copiando sus formatos: “El debate político se ha convertido en el debate de
un reallity más”. La otra novedad de la pasada década, para
Vallín, es que “todo se ha hecho muy transparente, todo está a la vista”. El
autor de “C3PO en la Corte del Rey Felipe” tiene claro que de las urnas en
diciembre de 2015 salió una clara mayoría progresista que los poderes fácticos
frustraron: “La voluntad popular estuvo secuestrada cuatro años”. Para Vallín
esos poderes fueron los artífices primero de la operación contra Pedro
Sánchez, y luego contra Pablo Iglesias en Vistalegre
2. En ambos casos los planes no se cumplieron. La Gran Coalición PP-PSOE no
se cosolidó. Sánchez e Iglesias sobrevivieron a sus respectivas muertes políticas,
y eso unido a la “terquedad de los votantes” a lo largo de tres elecciones
consecutivas entre 2016 y 2019, concluyó con la formación en enero de 2020 del
primer gobierno nacional de coalición desde la Guerra Civil.
“El
Estado español tiene 500 años, la democracia liberal solo 40” afirma Vallín,
firme defensor de disputar el término liberal a “personajes
autoritarios que defienden la Ley Mordaza y cuya ideología económica es
simplemente la depredación de los recursos”. Para el redactor de La
Vanguardia “el Estado Profundo es una inercia”, mientras que el Comisario
Villarejo o determinados medios que practican el “periodismo de
cloaca”, son algo más: “Una metástasis”.
Los partidos independentistas y Podemos han
sido los principales objetivos de esta guerra sucia dirigida desde el Estado
Profundo y las cloacas del sistema. Para Vallín, que sigue al partido morado
para la sección de política de La Vanguardia, “el caso del chalet
de Iglesias ha retratrado más al país que al personaje”. El periodista compara
a Pablo Iglesias con el Gran Gatsby, el personaje de la novela de Scott
Fitzgerald al que la alta sociedad no le perdona su éxito viniendo de
origen plebeyo. En su opinión, la campaña de acoso contra Iglesias e Irene
Montero ha sido “un castigo de clase a dos personas de barrio a las que
no se perdona que se hayan comprado un chalet con piscina”. Un castigo tolerado
por unas autoridades que no habrían permitido una agresividad y violencia
similares contra otras personalidades. Frente a los agoreros pronósticos de la
izquierda, Vallín se muestra esperanzado con que Yolanda Díaz no
vaya a sufrir un acoso similar: “Habrá guerra sucia convencional, pero sin
llegar a los niveles que han sufrido Iglesias y Montero, y que tienen que ver
con su origen de clase”.
Vallín afirma que nos construimos
biográficamente a través de narraciones literarias y cinematográficas. Todavía
más, en una nueva generación de políticos educados en la cultura pop y cargados
de referencias a series y películas: “El final político de Pablo Iglesias es el
final de Alien 3. Todos se salvan menos la teniente Ripley, que sabe que lleva
dentro el alien y se arroja al fuego candente para salvar a
sus compañeros”. Vallín, apasionado del cine de ciencia ficción, echa
habitualmente mano de películas comerciales para explicar en sus artículos
de La Vanguardia la realidad política española. En opinión del
periodista y cinéfilo, el ex líder de Podemos, totalmente consciente de su
personaje, escribe el “tercer acto de su obra de teatro”, como un autosacrificio
ritual en forma de dimisión televisada tras las elecciones madrileñas.
Para Vallín no hay duda de que España es
un país plurinacional en el que Catalunya y el País
Vasco tienen dinámicas propias, muy autónomas. En su opinión la
apuesta del PP por un nacionalismo español excluyente va a
dificultar mucho la posibilidad de un gobierno PP-Vox, ya que la
tendencia de los nacionalistas catalanes y vascos va a ser desempatar en favor
de la izquierda los bloqueos entre el bloque progresista y el bloque
derechista. Para Vallín Bildu está apostando por el
pragmatismo político de un modo que está dejando a todo el mundo descolocado:
“Pone muy nervioso al PNV, aunque son un partido muy profesional y saben
disimularlo bien”. El otro efecto del giro de Bildu es facilitae las cosas a
Gabriel Rufián para llevar a ERC hacia acuerdos con la izquierda española.
“Hace unos años decidieron que querían ser Esquerra y han terminado superando a
los maestros” sentencia el periodista, que considera que el punto débil de la
formación sigue siendo un Arnaldo Otegi con una imagen
demasiado ligada al pasado de la izquierda abertzale. Según el autor de “C3PO
en la Corte del Rey Felipe” las candidaturas de la España Vaciada impulsadas
por Teruel Existe entrarán en el Congreso, erosionando tanto a
PSOE como a PP, pero seguramente ayudando más a la formación de futuros
gobiernos progresistas que de mayorías derechistas.
El periodista asturiano considera que la derecha vive una hipermovilización apasionada y sentimental, imposible de frenar con argumentos políticos racionales, y que solo una relajación general del país puede ayudar a hacer decrecer. En el plano asturiano las formas más sofisticadas del viejo gabinismo han dado paso al estilo más trumpista de Alfredo Canteli, mientras en el Madrid de Almeida y Ayuso, el gran escaparate de las nuevas derechas radicales, dos mundos hasta hace poco bien diferenciados, el de la villa y el de la corte, empiezan a parecerse: “En 20 años viviendo en Madrid no había visto que la corte envenenara así a la villa. Se está empezando a estropear una ciudad muy acogedora, en la que a los 10 minutos de llegar ya te hacían sentirte madrileño”. Para Vallín el espacio de la derecha democrática se está restringiendo y las intervenciones de muchos diputados de Cs parecen “la presentación del curriculum para fichar por PP o Vox”. ¿Señales de esperanza? En su opinión la pandemia puede suponer el final de una hiperpolitización que por ahora favorece más a las derechas que a las izquierdas, mientras que el regreso a unos niveles de seguimiento más normales de la política, puede ayudar al bloque progresista a consolidarse. En todo caso, Vallín no quiere que le tengamos por ningún oráculo infalible, y se muestra prudente en sus afirmaciones: “Nunca he presumido de buen augur”.
Nortes DdA, XVII/5028
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