Ultima
entrevista con don Antonio: “El motivo que me ha hecho, a mis años, pasar de
espectador de la política a actor apasionado ha sido la invasión de mi patria.
¡España, España, a punto de ser convertida en una colonia italiana o alemana…!”
Félix Población
Leímos hace unos meses que el
Ayuntamiento de Barcelona que preside Ada Colau firmó un acuerdo con el diario
La Vanguardia para editar y difundir una publicación monográfica con los
artículos que Antonio Machado escribió para el citado periódico durante su
estancia en la ciudad, entre el mes de abril de 1938 y enero de 1939, antes de
iniciar el camino del exilio. Desde el pasado año, Barcelona figura entre la
Red de Ciudades Machadianas, una asociación de municipios que tiene por objeto
la difusión de la vida y obra de don Antonio. La edición contará con textos
complementarios como notas críticas, cronologías e informaciones contextuales.
Fue también durante esa estancia del poeta cuando tuvo lugar la última
entrevista que le hicieron, publicada un año después de su fallecimiento en
Collioure (Francia).
El periódico España Democrática, editado en
Montevideo, dedicó una página en su memoria, fechada el 28 de febrero de 1940.
Lo encabeza un breve texto a modo introducción de lo que en ese medio se
consideró “último reportaje hecho al gran poeta español”, según se lee en el
titular. Sería, en este caso, la última entrevista publicada con don Antonio, sin
que sepamos el nombre del periodista que la realizó. La Revista Machadiana que diligentemente publica Manuel Álvarez
Machado, descendiente del poeta, es la que nos ha facilitado esta información.
La interviú tuvo lugar en Barcelona, en la Torre Castañer, el palacete señorial
situado en las proximidades de plaza de la Bonavona en el que residió el autor
de Campos de Castilla durante su
estancia en la ciudad, después de haber vivido en Valencia desde finales de
1936.
Según Álvarez Machado, la conversación
pudo haber sido concertada en el mes de julio o agosto de 1938, o a mediados de
agosto más concretamente, pues la presencia de unas “chicuelas alegres y
revoltosas”, tal como se dice en el texto del anónimo periodista al final de la
interviú, indica que fue antes de finales de este mes, ya que a finales de ese
mes las sobrinas del poeta fueron enviadas a Moscú para que no estuvieran en la
ciudad durante los bombardeos facciosos que sufriría Barcelona, y pudieran proseguir
así sus estudios.
Estas sobrinas, anota Manuel,
tenían entre 7, 9 y 14 años. Más tarde, durante los meses de otoño de ese mismo
año, solo estaban en Barcelona, en la zona de Las Ramblas (Hotel España), las
tres hijas de Francisco Machado Ruiz, entre las que se encontraba Leonor
Machado, madre de Manuel Álvarez Machado, que contaba 14 años, además de sus
hermanas de 19 y 17, a las que por edad no cabe calificar como “chicuelas
alegres y revoltosas”.
Como sumarios al titular a toda
página que hace referencia al “ultimo reportaje con el gran poeta Antonio
Machado”, aparecen los que siguen: “Vivió junto a su pueblo. Luchó junto a él
por la libertad. Evoca la pasión española. Recuerda su obra y su vida”. Es de
hacer constar que en esa misma página de España
Democrática hay un recuadro en el
que se recoge la noticia de la llegada “a nuestro puerto”, a bordo de un vapor
francés, de la escritora María Teresa León y el poeta Rafael Alberti, que se
supone coincide con los inicios de su largo exilio en Argentina y luego en Roma.
Ambos serán recibidos por la Agrupación
de Intelectuales, Artistas, Periodistas y Escritores (AIAPE) de Uruguay.
España
Democrática se autodefinió en un principio como Órgano del
Comité Nacional pro defensa de la República Democrática Española, para pasar
después a ser Órgano del Comité Nacional de Ayuda al Pueblo Español. Entre sus
colaboradores figuraban tanto Teresa León como Rafael Albert, además de José
Bergamín, Pablo Neruda, Manuel Altolaguirre, Ramón J. Sender y José Machado
(Dibujantes), entre otros.
En la introducción a la
entrevista con don Antonio del periódico uruguayo se hace constar la obra recia
y popular del poeta sevillano, “en la que seguirá encontrando su pueblo savia y
energías para continuar buscando la España que deseaba el poeta, la España
redimida de la dominación extranjera, de la esclavitud y de la ignorancia”. Se
habla a continuación de la reproducción del “último reportaje que un periodista
español le hiciera en los días postreros que vivió en Barcelona”. En la primera
respuesta de Machado a su entrevistador, el poeta recuerda su niñez en el
Palacio de la Dueñas de Sevilla, donde nació en 1875, su llegada a Madrid con
siete años y sus estudios en la Institución Libre de Enseñanza, teniendo como
condiscípulo a Julián Besteiro: “No es difícil, por tanto, deducir que mi
formación había de ser liberal y republicana, que por otra parte había de
coincidir con la historia política de mis antepasados, ya que mi abuelo y mi
padre eran republicanos fervorosos”.
Pasa después a referirse don
Antonio a su relación de discípulo con los maestros de la Generación del 98, a
sus primeras colaboraciones literarias en un periódico llamado Caricatura y a las que publico en el
diario El País y Los lunes de El Imparcial. Habla también de su actividad como autor
teatral a partir de 1924, sin aludir a las obras escritas con su hermano Manuel.
Con relación a su poesía dice: “Soy hombre extraordinariamente sensible al
lugar en que vivo. La geografía, las tradiciones, las costumbres de las
poblaciones por donde paso, me impresionan profundamente y dejan huella en mi
espíritu. Allá, en el año 1907, fui destinado como catedrático a Soria.
Soria es lugar rico en tradiciones poéticas. Allí nace el Duero, que tan
importante papel juega en nuestra historia. Allí, entre San Esteban de Gormaz
y Medinaceli, se produjo el monumento literario del poema del Cid. Por si ello
fuera poco, guardo de allí el recuerdo de mi breve matrimonio con una mujer
que adoré con pasión y que la muerte me arrebató al poco tiempo. Y “viví y
sentí” aquel ambiente con toda intensidad. Subí a Urbión, al nacimiento del
Duero. Hice excursiones a Salas, escenario de la trágica leyenda de los
infantes. Y de allí nació mi poema de Alvargonzález”.
Del asunto poético en Castilla pasa
don Antonio a referirse al que tiene por escenario su tierra natal. Dice que le
viene, por un lado, por tradición familiar entre Sevilla y los Puertos. Por el
otro, cuenta su cambio de residencia de Soria a Baeza, donde permaneció siete
años: “Aquí, lo mismo que en Castilla antes, mi contacto íntimo con la masa
popular – gustándome mi manía andariega y perderme en las serranías -,
produjo esas composiciones a que se refiere. En Castilla empleé el romance,
que buscaba el entronque con nuestros viejos poemas de gesta; en Andalucía fue
el cantar, la composición breve, concisa, sentenciada de saber popular, que
refleja el modo de ser de aquellas gentes…”.
No puede don Antonio en ese momento, al referirse a lo andaluz, dejar de aludir a su amistad y admiración por Federico García Lorca: “Lo conocí hace ahora veintiún años [se refiere a la visita que Lorca hizo siendo estudiante, junto a un grupo de compañeros, a Baeza, adonde se había trasladado como profesor don Antonio]. Era entonces un chiquillo e iba de excursión entiendo, no en busca de temas poéticos, sino de motivos musicales populares, pues ya sabe usted que Lorca era un excelente músico. ¡Pobre Lorca! Muchos años después, implantada la República, supe que había hecho un ligero arreglo de mi “Alvargonzález” para que lo representara el cuadro de “La Barraca”. ¿Qué habrá sido de ese texto, si es que Federico llegó a terminarlo?
El periodista se interesa
también por Juan de Mairena, al que don Antonio califica de su “yo filosófico”,
nacido en su época de mocedad: “A Juan de Mairena, modesto y sencillo, le placía dialogar
conmigo a solas, en la recogida intimidad de mi gabinete de trabajo y
comunicarme sus impresiones sobre todos los hechos. Aquellas impresiones, que
yo iba recogiendo, constituían un breviario íntimo, no destinado en modo
alguno a la publicidad, hasta que un día saltaron desde mi despacho a las
columnas de un periódico. Y desde entonces, Juan de Mairena – que algunas
veces guarda sus fervorosos recuerdos para su viejo profesor Abel Martín – se
ha ido acostumbrando al público con sus impresiones sobre todos los temas. Se
trata de un filósofo amable, un poco poeta y un poco escéptico, que tiene
para todas las debilidades humanas una benévola sonrisa de comprensión y de
indulgencia. Le gusta combatir el “snob” de las modas en todas las materias.
Mira las cosas con un criterio librepensador, en la más alta acepción de la
palabra, un poco influenciado por una época de fines del siglo pasado, lo cual
no obsta para que ese juicio de hace veinte o treinta años pueda seguir siendo
completamente actual dentro de otros tantos años”.
La entrevista no podía concluir
sin que se le planteara al poeta la cuestión política, como no podía ser de
otra forma en aquella circunstancias históricas, con España ya casi al final de
la guerra, resaltando don Antonio el
mucho trabajo que tiene ahora, pues de ser un espectador de la política ha pasado
a ser un actor apasionado: “El motivo que me ha hecho, a mis años, saltar a
este plano, ha sido el de la invasión de mi patria. ¡España, mi España, a
punto de ser convertida en una colonia italiana o alemana…! La sola posibilidad
de hecho semejante hace vibrar todos mis nervios y conduce mi pluma sobre las
cuartillas, despertando energías insospechadas y rebeldías que creí apagadas
para siempre. A España no se nos domina. Mucho menos, por complacer a un puñado
de traidores….”
Cuenta el desconocido
entrevistador en ese punto que a la estancia llegó la madre del poeta, “una
anciana y venerable dama que se desliza quedamente, en silencio, con la
ingravidez de un pájaro”. El periodista alude también, en contraste con la
llegada de doña Ana Ruiz, a la entrada en el mismo lugar de “unas chicuelas,
alegres y revoltosas, que recuerdan al maestro que es la hora del yantar. Y la
mano de Antonio Machado vuelve a tenderse hacia nosotros con nobleza, sencillez
y cordialidad”.
*Artículo publicado también en elsaltodiario.com
DdA, XVII/5033
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