miércoles, 8 de diciembre de 2021

EN MEMORIA DE MATEA LUNA Y TANTOS OTROS


Ignacio González

EL CUADERNO DE LA GUERRA

Anotemos el número de víctimas,
el coste de encalar los paredones
de los fusilamientos,
el mármol de las losas,
el brocal
donde vierten sus lágrimas las madres,
los rostros de los huérfanos,
la luz
que se apaga en los pasos del tullido,
las paredes de piel con que los cuerpos
edifican su culpa sobre el filo del día.
Y en los márgenes secos de la duda
anotemos también nuestras derrotas,
esas, que empiezan a brotar
cada vez que el poder nos declara la guerra.

EL 27 DE OCTUBRE DE HACE 83 AÑOS
EN MEMORIA DE DE MATEA LUNA

(VILLALPANDO 1879-ZAMORA 1936)




Recordamos hoy a Matea Luna Alarma, vecina de Villalpando, casada con Tomás Mansilla y madre de seis hijos, asesinada en el cementerio de Zamora el 27 de octubre de 1936. Nacida el 21 de septiembre de 1879, había cumplido 57 años en la cárcel de Zamora, a la que había sido trasladada tras su detención, el 24 de agosto. La memoria popular, transmitida oralmente, se muestra deudora de la hagiografía católica al adornar con superfluos detalles escabrosos –que ahorramos al lector- el relato de su muerte, y desvía la atención del móvil real de su asesinato al construir un relato que adapta el estereotipo, tan repetido, de Mariana Pineda: según la historia que recoge Agapito Modroño en el libro del que procede esta fotografía, habría sido acusada de “confeccionar la bandera republicana que ondeó en el balcón del ayuntamiento el 14 de abril de 1931” (en realidad, la República se proclamó en Villalpando el 16 de abril a las 11 de la mañana).
Dejando de lado estereotipos y leyendas, lo cierto es que Matea era la hermana mayor de Salvador Luna Alarma, presidente del Radio Comunista de Villalpando y candidato por el PCE en las elecciones generales de 1933. Otra circunstancia significativa es que ella y otras muchas mujeres de clase obrera se manifestaron en marzo de 1933 contra el concierto que el Ayuntamiento sostenía con las Hijas de la Caridad, por el que éstas detentaban en Villalpando un colegio que ocupaba un local de propiedad municipal, mientras que la escuela pública se encontraba en un estado deplorable, sin capacidad para atender a las necesidades educativas de la localidad. Finalmente, el 30 de marzo de 1936 la gestora municipal obligó a las hermanas a desocupar el hospital-escuela, episodio que, como otros, quedó grabado en la cuenta que el párroco Luis Calvo Lozano cobraría cuando llegara el momento de echar una mano a Dios en la tarea de “herir profundamente el corazón” de quienes vivían al margen de la Iglesia y “desbaratar los planes” de las organizaciones obreras (citamos sus frases en el libro Parroquias, archivos y cofradías de Villalpando). Atendiendo a las circunstancias concretas, Matea fue detenida el 24 de agosto, junto a otras cinco personas: su hermano Salvador, de 50 años; Gabriel José Gallego Granado, de 59 años, vocal de la gestora municipal del Frente Popular y primer secretario de la agrupación socialista; a Froilán Veledo Gañán, esterero y jornalero de 50 años; Julia Cifuentes Veledo, de 30 años; Dimas Infestas Infestas, recaudador municipal de tasas, de 29 años y afiliado a la CNT. La detención fue llevada a cabo por el delegado gubernativo Juan Valera Nieves (apodado “sargento Veneno”), auxiliado por el abogado Segundo Viloria y por Julio, José y Domingo Gómez (este último, perteneciente al Requeté). Valera y sus ayudantes fueron enviados por el gobernador civil Hernández Comes a petición de una comisión formada por el alcalde Maximiliano Peláez Blanco, el médico Tomás Toranzo García y el juez Juan Esteban Romera, que se habían quejado de que “había en dicho pueblo elementos de izquierdas que se consideraban indeseables y que era necesario quitarlos del pueblo”. El delegado estaba autorizado por el gobernador para “detener a los individuos de dicha localidad que se hubieran destacado por extremistas y contrarios al Movimiento” y para que “todos aquellos que hubieran tomado armas en contra de la Guardia Civil o fuerza armada fuesen dejados muertos en el cementerio de la referida localidad”. Aunque ninguno de los detenidos había “tomado armas” ni nada remotamente parecido, Valera estaba dispuesto a fusilarlos allí mismo, pero al reunirse con la referida comisión y con los mandos locales de la benemérita, no se pusieron de acuerdo por la oposición del juez a que los asesinatos se realizaran en el pueblo, y finalmente los detenidos fueron trasladados a Zamora.
Al día siguiente fue asesinado, en el cementerio de Zamora, Gabriel José Gallego. Tres días más tarde, el 28 de agosto, Salvador Luna, Froilán Veledo y Dimas Infestas. Matea Luna fue asesinada el 27 de octubre, tras haber sido sacada, supuestamente, para ser trasladada a Bermillo. De los seis detenidos del 24 de agosto, la última en ser asesinada -el 21 de noviembre- fue la joven Julia Cifuentes, que pasó sus últimas semanas de vida en la cárcel en compañía de su madre Baldomera Veledo (detenida el 8 de septiembre), y cuya historia fue publicada por su sobrina Yolanda Allende el en artículo “En memoria de Julia”, que compartimos hace tres
 años en esta página.

FORO POR LA MEMORIA DE ZAMORA          DdA, XVII/5032

No hay comentarios:

Publicar un comentario