Texto: Alicia Población / Fotografías: Ernesto Cortijo
De Astor
Piazzolla se conoce un escaso diez por ciento de toda su obra. Sin
embargo, en 2019 fue el compositor más tocado en todo el mundo. Ya en febrero,
el quinteto compuesto por su nieto, Daniel “Pipi” Piazzolla (batería), Federico
Lechner (piano), Sheila Blanco (voz), Claudio
Constantini (bandoneón) y Antonio Miguel (contrabajo),
triunfó con su debut en los Teatros del
Canal, tocando algunas de las obras más representativas del
compositor argentino. El pasado jueves 18 de noviembre, el Auditorio Nacional
de Música de Madrid volvió a traernos al quinteto, pero
esta vez acompañado de la Orquesta de Cámara Andrés Segovia.
Unos días antes del concierto, tuvimos la oportunidad
de charlar con Pipi en la librería La Central de
Callao, donde, rodeados de libros, Pipi nos confesó que, antes
de la batería, tocaba el piano. “Empecé como a los cuatro, cinco años. Desde
muy chiquito ya tocaba toda la música de los anuncios de televisión. Daba
clases particulares con una profesora que era del conservatorio, pero había muy
buena onda”. Sin embargo, poco después le empezó a tirar más el deporte. “A los
catorce años empecé a ir a ver a mi equipo de fútbol y, en la cancha, por
primera vez en mi vida, vi a un grupo de percusión: un montón de instrumentos,
bombos, tambores… y a ochenta mil personas cantando a la vez. Ese evento
popular me cautivó, me emocionó”. Desde que supo que la batería aunaba todos
los instrumentos de percusión en uno solo decidió dedicarse a ella, y supo que
la música iba a ser su futuro.
Pipi siempre dice que se conoce muy poco de la obra de
su abuelo y que eso es lo que hace que su éxito sea infinito. Él mismo nos
confiesa haberse quedado sorprendido al descubrir algunas de sus obras. “En el
último disco de mi grupo, Escalandrum, 100,
grabamos Milonga en Re. ¿Quién conoce ese tema? ¡Ni yo lo conocía!
Y, ¿sabes cómo lo conocí? Fuimos a tocar con un ballet de Tailandia y nos
pidieron si, por favor, podíamos hacer Milonga en Re. Estaba en un
disco de un cuarteto de cuerda que el ballet utilizaba mucho. La Suite
Troileana por ejemplo, en Argentina, al menos, sí es conocida, pero no
la toca nadie porque no hay partitura. Ahora que es el centenario se están
transcribiendo un montón de obras. Yo fui el curador de varios festivales de
los que se han hecho en Argentina y, en uno de los festivales, que dura todo el
año, planteé que tocaran todas las orquestas en las que había estado mi abuelo,
de la primera a la última: la del 46, el octeto Buenos Aires, el primer
quinteto, el Octeto Electrónico, el segundo quinteto, el sexteto… todos. Y
también discos emblemáticos. Y ahí tuvieron que transcribir”.
Este último proyecto, Piazzolla x100,
surge a partir de una llamada telefónica del pianista Federico Lechner. “Tuve
la suerte de tocar con él en Argentina hace diez años. El año pasado me llamó y
me dijo que quería homenajear a mi abuelo y, que si yo quería formar parte del
proyecto, me traía a España. Le dije que sí, lógicamente”.
Durante el concierto del pasado jueves, se tocaron
obras como Milonga y Resurrección del Ángel,
incluidas dentro de la Suite del Ángel, pero no tan conocidas como
la Muerte del Ángel. Claudio Constantini hizo un maravilloso
arreglo que nos inundó, durante los primeros minutos de velada, de un aura
nostálgica, enfatizada por las cuerdas y por el sonido del bandoneón. “Cuando
uno arranca a tocar Piazzolla, empieza por lo que más le gusta”, nos cuenta
Pipi. “Si este grupo sigue, con el correr del tiempo, empezaremos a sacar
nuevos temas. Con Escalandrum grabamos un Adiós Nonino que
contenía todos los Adiós Nonino de mi abuelo, todos
entrelazados en uno solo. Y dio muy buenos resultados. Se trata de tocar los
temas dándoles otra vuelta”.
El último movimiento, Resurrección del
ángel, nos transmitió esa certeza que se dice de Pipi de que es brillante
en las dinámicas. Él lo achaca a su formación clásica. “Casi todos los músicos
que tocan tango allá han estudiado clásico. Para la técnica de cualquier
instrumento la formación clásica es fundamental. Incluso para la batería. Yo
estudié un montón de piezas para percusión clásica, te da dinámica,
sensibilidad… es importante”. Cuando hablamos de dinámica es imprescindible
hablar de la escucha y del entendimiento de los músicos en el escenario. Pipi
ya lo dijo en El País: “El objetivo de un baterista es hacer que los demás se
luzcan”. Cuando le preguntamos al respecto, nos recalca que escuchar es algo
importantísimo. “La clave es escuchar música, buena música, y esa es la mejor
lección. Si escuchas a Miles Davis, Mozart, Piazzolla, John Coltrane…
te das cuenta de cómo tiene que funcionar la música. Te tiene que emocionar,
debe expresar los sentimientos. Como decía mi abuelo: “‘La música es un arte
invisible. No se ve pero, a través del oído, te llega al corazón’”.
En Balada para un loco la cantante
Sheila Blanco mostró su gran versatilidad, teatralizando al loco y cantando a
pleno pulmón la arrebatada canción de amor. “Conocí a los músicos en el ensayo
(en Febrero)”, confiesa Pipi. “Fue todo por primera vez y salió fantástico.
Federico eligió músicos increíbles, y la verdad es que cuando los músicos son
buenos es difícil que algo salga mal”.
Chiquilín de Bachín comenzó con una sorpresa, un invitado especial
en el escenario, Silvio Zalambani y su saxo soprano, que
enfatizó el aire melancólico con el que sonaba el tema. Casi al término del
mismo, Antonio Miguel y Sheila se quedaron solos, en un intimismo que
emocionaba, con los pizzicatos de uno y los suspiros de voz de otra, que nos
hacían sentir el frío de ese “chiquilín”, niño de mil años, a quien unos gatos
habían robado los zapatos.
Onda Nueve, con un arreglo de Jorge Taramasco, fue un tema
para que se luciese la orquesta, si bien después de un bien hilado solo de
batería. Adiós Nonino también fue para la orquesta. El
bandoneón era solista y nos dejaba esa sensación de despedida. Flor
Begue salió para deleitarnos con su voz en Balada para mi
Muerte, llevándonos a las calles de Argentina, casi como en un musical. El
drama y la intensidad del tema se dejó notar aun sustentándose en una orquesta
de cámara, que se guiaba por un apasionado concertino como es Víctor
Ambroa. Al parecer, el director y líder de la orquesta escuchó al quinteto
durante su gira en febrero y tuvo la brillante idea de hacer un proyecto
conjunto.
Nos despidieron con Los pájaros perdidos,
un tema que siempre se tocaba con el Octeto Electrónico, del que fue miembro
Daniel, hijo de Astor. Sin embargo, nos extraña que el padre de Pipi no
continuara durante más tiempo con la música. “Tener un padre como Astor
Piazzolla no ha tenido que ser fácil”, nos cuenta. “Para empezar, mi padre
estaba estudiando piano en el conservatorio, como un loco, iba a entrar en la
Juilliard, y mi abuelo decidió irse a EEUU. Estuvo cuatro años sin tocar el
piano. Más tarde se apuntó a las Fuerzas Aéreas en los Estados Unidos, lo
aceptaron, y mi abuelo decidió volver. Fue una catarata de frustraciones de
carrera, pero al final sí se dio el gusto de tocar con mi abuelo.
Tras dos horas de concierto y tres generosos bises,
los músicos abandonaron finalmente el escenario dejando un auditorio entregado,
que no se cansaba de aplaudir.
De igual manera, algunas de las preguntas más
personales quedaron para el final del concierto.
Escribiste el libro Batería
contemporánea con consejos y prácticas didácticas para jóvenes
músicos. ¿Qué consejo darías ahora a una generación de artistas con un futuro
tan negro como el que se augura?
Que se tomen la música como una carrera seria y que
apuesten a lo que les gusta, que creo que es la clave del futuro. Hace poco
escuché que las artes que se hacen en vivo, como el teatro, la música, la
danza, son las profesiones del futuro, porque entonces estará todo manejado por
máquinas. Esa es mi frase de esperanza.
Algún otro proyecto que debamos saber…
Voy a sacar un libro que se llama: La batería
en el tango moderno. Y en marzo se abrirá una cátedra gratuita en
la IUPA (Instituto Universitario Patagónico de las Artes)
Universidad de Río Negro, para todos los estudiantes del planeta. Allí hay
información, videos míos explicando, entrevistas de mi abuelo inéditas,
Piazzolla y el cine, entrevistas de mi padre… muy completa. Única cátedra de
Piazzolla en el mundo, y es para todos los instrumentos. Yo doy la parte de
batería.
Hablas de competitividad sana cuando
estuviste estudiando en Los Ángeles. ¿Cómo se logra esa competitividad que
te ayuda a avanzar?
Hay que aprender. Allí valoran mucho la autenticidad.
Recuerdo en un examen, tenía que tocar un solo de tres minutos, y mezclé música
y folklore argentino. Cuando terminé todos se levantaron y se pusieron a
aplaudir. “¿Qué es eso?”, me decían. Para mí era algo re-simple. Toqué
chacarera, samba… y ahí me di cuenta que haciendo lo que es de uno es por donde
más te van a respetar. Si el mejor baterista del mundo toca desde sus raíces,
quien le escuche lo hará como un igual.
¿Por qué está tan desvirtuada y tan
infravalorada la música?
No lo puedo entender. Pero cuando uno hace lo que le
gusta, hay cierto malestar alrededor. Los bailarines, los músicos, los
pintores… “¿Cómo puede ser que este tipo haga lo que le gusta?” Sienta mal. No
tienes horario fijo, no cobras todos los meses lo mismo, estas fuera del
sistema. Yo apuesto a que todo esto llegue a cambiar. A mis alumnos les digo
que se lo tomen en serio, que estudien, porque así es como le van a demostrar al
mundo que lo que hacen es importante, que tiene sentido, y luego eso se
contagia. En Brasil no te preguntan qué otra cosa haces además de la música.
¿Por qué allí no?
En Brasil ser músico es como una bendición, es una
fiesta. Es un pueblo con mucha alegría, a pesar de los problemas
socioeconómicos que tienen. No se los ve estresados, siempre van para arriba.
Ellos gritan, hablan fuerte, y la música es sagrada.
¿Qué es el éxito?
Para mí el éxito es tocar con mis amigos. Y poder
vivir de mi profesión. No me interesa nada más. Creo que si uno no es
ambicioso, las cosas se dan solas, pero hay que trabajar mucho y ser constante.
Revista MásJazz DdA, XVII/3038
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