jueves, 2 de diciembre de 2021

CONTRA LOS BULOS, ESPÍRITU CRÍTICO, NADA MÁS NI NADA MENOS



Vicente Bernaldo de Quirós

Gobiernos de varios países, instituciones de todo tipo, organismos internacionales tanto políticos como económicos y hasta el sursum corda han planteado la necesidad de controlar las noticias falsas que aparecen, especialmente, en las redes sociales y que desvirtúan la veracidad de las informaciones que se reciben a través de esas vías. Aún estando de acuerdo en que es preciso vigilar todo aquello que suponga que las noticias se conviertan en bulos contra la verdad, resulta muy problemático y titánico ese esfuerzo, porque las mentiras son arietes que las distintas formaciones acostumbradas a la rumorología como forma de vida perdurarán a través de no solo las redes sociales, sino los propios medios de comunicación que tienen sus propios canales de bulos desde donde disparan contra quienes no comulgan con sus editoriales.
Lo que los más vehementes partidarios del pijinglis denominan como fake news, no es ninguna novedad, sino que tiene tantos años como el propio mundo, porque las medias verdades y los bulos han servido a lo largo de la Historia para satisfacer los intereses de quienes utilizaban estos recursos con más donaire. Y por tanto, tratar de impedir que las mentiras de los poderosos triunfen sobre la verdad histórica es casi una quimera.
Fijaros si los bulos han conseguido sus propósitos que la propia Isabel la Católica llegó a ser reina de Castillas, engañando a los nobles con una mentira como que Juana de Castilla, la hija de Enrique IV y, por tanto, la aspirante oficial al trono, era hija ilegítima de Beltrán de la Cueva, favorito del monarca. De ahí lo de Beltraneja. La falsedad estaba tan bien urdida que muchos influyentes castellanos se tragaron la historia y respaldaron las ambiciones de quien fuera luego reina de Castilla y Aragón. O sea que la unidad de España se fraguó e una fake news. Y perdón por el anglicismo.
Y que vamos a decir de la derrota de España frente a los Estados Unidos en la guerra de Cuba. El ataque al acorazado Maine, que los gringos achacaron impunemente a los españoles fue un accidente, posiblemente obra de los propios norteamericanos, porque el capitán del buque yanqui era un tipo bastante inútil. Gracias a la actitud manipuladora de determinados rotativos de ese país, EEUU entró en guerra ayudando a los independentistas cubanos. Y eso que al indolente gobierno español no le interesaba en absoluto provocar a los USA.
En nuestra España contemporánea, los bulos fueron utilizados con profusión por especialistas en las desinformación. Ahí tenemos el intento descarado de José María Aznar y sus mariachis de achacar el atentado del 11-M en Madrid a ETA, para poder ganar las elecciones de 2004 con mayoría absoluta otra vez. Hasta que la verdad que es tozuda se impuso sobre las falsedades del PP u los miembros del sindicato del crimen, como a si mismos se llamaban los periodistas mentirosos, algunos de los cuales como Pedro J. Ramírez o Federico Jiménez Losantos, siguen con su embuste porque son incapaces de pedir perdón por sus grotescas manipulaciones.
O sea que no siempre son las redes sociales las que lanzan sus bulos al firmamento de las noticias. En más ocasiones, los periódicos, que representan más a intereses económicos que a propagar la información plural y veraz. Y siguen usando estos métodos para hacer creer a la sociedad que sus deseos son la realidad y que creer sus fantasías mediáticas es mejor para defender el futuro de este país.
Es más fácil echarle la culpa a Twitter o a Facebook que la televisión de El Toro o al diario La Razón, que tienen motivos suficientes para engañar a sus oyentes y a sus lectores. También de esta forma, se plantea la prohibición de algunos canales digitales para tener menos competencia a la hora de vender su moto a la ciudadanía. No seré yo quien os ilustre con las malas praxis de Eduardo Inda o Arcadi Espada. Lo conocéis. Y lo peor, lo sufriis.
¿Qué podemos hacer entonces para controlar los bulos?. Pues leer los periódicos y escuchar la radio con espíritu crítico. Y contrastar en otro medio las informaciones que parezcan sensacionalistas. O sea que si usted es un asiduo lector de El País, compare ese titular con el de Deia o el Abc. Y si es usted habitual, de las páginas de El Mundo, no se conforme solo con lo que dice Unidad Editorial. Mire a ver lo que dice ElDiario.es o el El Salto. Sea usted el que decida a quien creer, porque, como se decía en aquella publicidad del siglo pasado, una persona sin información (verdadera) es una persona sin opinión (razonada). Y aún así, ya veréis como os cuelan bulos.

DdA, XVII/5026

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