Marcelo Noboa Fiallo
Tengo
que confesarle, señora diputada del partido neofascista Vox, que me lo he
pensado mucho el dirigirme a usted como he hecho en otras ocasiones con otros personajes de la política española. Me lo impedía aquel
principio que algunos demócratas señalan: “Con el fascismo no se debate, al
fascismo se lo combate”. ¿Qué puedo yo debatir con usted, señora Olona? No
encuentro ninguna rendija por donde pudiera circular algo de aire que nos
pudiera permitir respirar ese necesario aire que todos precisamos para la
convivencia.
Reconozco
que soy especialista en meterme donde nadie me llama y en aquellos lugares
donde “falta aire”. En el año 1976 (un año después de la muerte de su amado
Paco), en Salamanca, no pude con mi curiosidad y decidí “colarme” en el mitin que su “padre espiritual” y alma mater de su partido, el fundador de Fuerza
Nueva, Blas Piñar, daba en la ciudad. Le confieso que en mi vida había pasado
más miedo, estuve a punto de mearme en los pantalones, pero aguanté el tipo,
con el corazón desbocado. Muchos años más tarde (2014), en el sur de Italia, en
Bari, la curiosidad se volvió aliar con mi insensatez y acudí al mitin que el
entonces responsable de la Liga Norte, Mateo Salvini, daba en el salón del
hotel donde yo me alojaba. Nuevamente el pánico se apoderó de mí y salí del
mismo como pude.
Gracias
a los 3,6 millones de votos que su partido, Vox, obtuvo en las últimas
elecciones generales, gracias también a la democracia que le permite decir las
barbaridades que usted y sus compañeros sueltan en la sede de la democracia, el
Parlamento, no les tenemos a ustedes cumpliendo con la amenaza que, en su
momento, hizo el brazo armado de su ideología, “fusilar a 26 millones de hijos
de puta”. En su lugar tenemos que soportarles todos los miércoles en las
sesiones de control parlamentario al gobierno, dónde nunca aportan una sola
idea digna de tener en cuenta y debatir. Lo suyo son los insultos, las
descalificaciones, la zafiedad, el mal gusto y sobre todo odio, mucho odio.
Señora
Olona, usted pasará a la historia del parlamentarismo español por la
“interpelación” (es un decir) que usted hace todos los miércoles a la Ministra
de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz: “…dígame usted, señora ministra comunista…”, poniendo el acento
y la fuerza en la palabra “comunista” y acompañando un rictus de asco y
desagrado. Todos intuimos que para usted decir “ministra comunista” es
equivalente a decir, “ministra de mierda”, pero usted es sabedora de que la
presidencia de la cámara no se lo va a permitir.
Lo
realmente destacable de esos momentos (confío que ello sea lo que quede en la
retina de los españoles) es la elegancia y la contundencia con que la “ministra
comunista” contesta a los exabruptos y al veneno que usted suelta, con datos y
argumentos que a usted le deben sonar a chino. Esa “ministra comunista” ha sido
capaz de cerrar, después de 9 meses de negociaciones con los empresarios y
sindicatos de este país, un acuerdo histórico, avalado y aplaudido por la UE,
el Consejo de Europa y la prensa seria de España y Europa. Esa “ministra
comunista” consiguió la subida salarial de los trabajadores en un 22, 3% (la
más alta de la historia), reduciendo con ello la desigualdad y la pobreza
laboral (según la Encuesta de Condiciones de Vida) en el primer año de
gobierno. Esa “ministra comunista” sacó adelante, con los votos de la Cámara,
la Ley Rider que dignifica y ampara con derechos laborales a los repartidores
en bicicletas. Gracias a la tenacidad de esta “ministra comunista” en el
Consejo de Gobierno y al empeño personal del Presidente Sánchez, los ERTE han
sido un instrumento de sostenimiento de empresas y trabajadores durante la
pandemia.
Otra
confesión, señora Olona, soy aficionado a la fotografía y, de vez en cuando
hago incursiones en la fotografía en blanco y negro. En algún momento he tomado
imágenes de los debates en el Congreso, he hecho el ejercicio de quitar el
color a su imagen y el resultado es asombroso. Entre usted y Pilar Primo de
Rivera, la responsable de “la castración mental” de las españolas durante el
franquismo, como máxima responsable de la “Sección Femenina del Régimen”, no
hay ninguna diferencia ni física ni mental ni discursiva. Son perfectamente
intercambiables.
El mismo veneno que soltaba Pilar Primo de Rivera tras sus vueltas de la Alemania nazi (después de varios intentos por emparentarla con el mismísimo Adolf Hitler), en la noche oscura del franquismo, lo suelta usted ahora en democracia. Supongo que la última decisión del Ayuntamiento de Madrid (PP) de concederle a título póstumo a la escritora madrileña “comunista”, Almudena Grandes, el título de “Hija predilecta de Madrid” le habrá sentado a cuerno quemado (nunca mejor dicho) ¡Vade retro satanás!
DdA, XVII/5053
No hay comentarios:
Publicar un comentario