Félix Población
No deja de ascender la
temperatura que se registra en el planeta, hogar de la vida donde la vida
crece, y no dejan de celebrarse Cumbres del Clima como la de estos días en Glasgow,
que pretenden preservar su salud y evitar que la fiebre lo siga afectando como
síntoma de infección en proceso creciente. El último siglo ha discurrido con un
incremento de la temperatura desde la época preindustrial que, de alcanzar los
2ºC, traerá consigo lo que los expertos comparan con los efectos de una
explosión de bomba de racimo en múltiples direcciones.
El secretario general de las
Naciones Unidas, como lo hicieran en el pasado sus antecesores en el cargo, ha
sido tan contundente o más que aquellos, pero hay unas frases que nos hace
desconfiar de la capacidad de los líderes mundiales para impedir que sigamos
cavando nuestra propia fosa, tal como advirtió estos días António
Guterres en su discurso de apertura: Desde que se celebró la Cumbre de
París, hace seis años, el periodo de tiempo transcurrido ha sido el más
caluroso de los que se tiene registro hasta ahora.
El secretario general se
refirió a nuestra adicción a los combustibles fósiles y planteó una dicotomía
que debería presidir el curso de la historia del planeta a partir de esta
edición de Glasgow: o acabamos con esa adicción o ella acabará con nosotros.
Las palabras de Guterres son tan rotundas como gritos, si bien podríamos estar
en un mundo de sordos: ¡Basta de matarnos a nosotros mismos y de tratar a nuestro
planeta como un inmenso retrete! Vivimos y respiramos en él, y deberíamos
reconsiderar las acertadas y oportunas palabras que nos dijo al respecto el
actor Clint Eastwood, sobre todo cada vez que advertimos entre los más
jóvenes una actitud desconsiderada hacia el medio ambiente en el pequeño ámbito
de la vida cotidiana: "La gente dice que deberíamos dejar un planeta mejor
para nuestros hijos. La verdad es que deberíamos dejar unos hijos mejores para
nuestro planeta".
Estamos haciendo muy poco para
que esto sea posible y el grado de inconsciencia sigue siendo muy alto y está,
en general, demasiado extendido como para esperar que se cumplan los objetivos
que en cada Cumbre del Clima se plantean. No es nada alentador en este sentido
que quienes se dieron cita en Glasgow hayan viajado hasta allí en 400 aviones y
85 automóviles hayan sido movilizados en la comitiva del presidente
estadounidense Beiden, a la cabeza de uno de los países que más sensibilidad
deberían tener sobre el asunto. A Estados Unidos le corresponde un 13,1 por
ciento de los gases de efecto invernadero del planeta, por detrás de China, con
un 26,6 por ciento.
Me parece oportuno transcribir
para la ocasión la traducción al español de este bellísimo poema a la Madre
Tierra de un poeta indígena mapuche, Freddy Chikangana (2010). Es
como para recitarlo muchas veces como la más vívida de las oraciones en pro de
la vida del planeta. Deberían hacerlo todos los maestros en sus aulas y los
padres con sus hijos, pues tienen en su palabra y ejemplo nada menos que el
porvenir del ser humano y de cuanto este pueda hacer para evitar que prosiga el
desastre:
La tierra./La tierra es el comienzo de la alegría y el
llanto;/ en ella vive la placenta roja/ convertida en piedra negra,/ en ella
están los rituales de seres subterráneos/ que amarran nuestra sangre/ con las
lianas del tiempo./ En esa tierra/ está la pluma del tucán/ que guarda el
colorido de la vida,/ está el agua libre e inquieta,/ el aroma y el sabor de
todas las hierbas/ que nos llevan al cielo y al infierno,/ estamos tú y yo/ con
la fuerza de los sueños./ A esa tierra negra o amarilla/ irán estos huesos/
cuando la boca del tiempo los haya chupado;/volveremos entonces a esa
placenta,/ a esa pluma, al agua que toca los cuerpos;/ iremos a cantar entre
los hilos verdes de esas hierbas/ para alimentar todos los sueños de los
hombres./ Volveremos a ser diente de tigre,/ poema de la noche, tambor de
yegua,/ sonido de flauta a altas horas de la noche/ en lo profundo de la gran
montaña.
*Artículo publicado hoy también en InfoLibre
DdA, XVII/5008
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