Alicia Población Brel
Ubicado
en lo que era una centenaria cristalería cercana al Barrio de las Letras, un
grupo de amigos decidió dotar a la capital de un lugar para relajarse al tiempo
que se escuchaba música. En 2002 la revista de jazz americana Down Beat incluyó
el Café Central como uno de los mejores lugares del mundo en el que escuchar
jazz. El pasado jueves tuvo lugar en el local el tercero de los tres conciertos
de The CUBintage, un proyecto basado en la música cubana con el estilo
de los años 50 y 60.
Inspirándose en su vida, Yuvisney sacó en 2020 el disco Guajiro-Warhero por el que fue galardonado con la
medalla de plata en el Global Music Awards 2021. La velada en el Central reunió
muchos de los temas del álbum al son del piano, Harold Rey, el bajo, Iván Ruiz,
las congas, Ángel Herrera, la flauta, Carlos Cano y el propio Yuvisney a la
batería.
Guardarraya, el primer tema que tocaron, es como llamaban al
sendero que de niño hacían él y su familia para ir a cultivar los campos. La música
nos hizo sentir los pasos de los campesinos marchando a la faena, la cálida
Cuba y el son más originario. Ángel Herrera, impasible a las congas, marcaba el
paso seguido de Iván Ruiz, quien con su baby bass se fundía con los golpes de
los parches de la percusión cubana. Las sonrisas de Yuvisney y el bajista iban
bailando de uno a otro músico alternativamente. Rey, concentrado en sus teclas
se movía en el asiento con ritmo mientras Cano seguía la melodía guiñándole el
ojo. El público, animado entre limonadas y mojitos, levantaba el tono cada vez
más, con lo que se dejaron escuchar algunas quejas por parte de los más melómanos.
Hacia la mitad del concierto Yuvisney invitó al escenario a Carlos Cippelleti,
un joven pianista cuyo proyecto HYBRID/C acaba de ver la luz. Ante el dúo que
tocaron con el tema Iya Mi ilé toda la sala
se quedó en silencio. El originario sonido cubano seguía allí, pero envuelto en
sonoridades más rebuscadas, más jazzísticas, sumidas en un intimísimo que
dejaba a la audiencia con los ojos brillantes. Las dinámicas de Cippelleti eran
extremas, cuando pensabas que el piano no podía bajar más nos sorprendía con lo
casi imperceptible. Yuvisney le seguí de cerca, con sus gestos faciales
particulares y los ojos muy abiertos. Estaban atentos el uno del otro, siguiéndose
con la precisión del mecanismo de un reloj. Tras los merecidísimos aplausos el
resto de músicos volvieron al escenario para regresar a la raíz más pura con un
solo de percusión en rumba cubana. No se sabía de dónde venían los golpes de
uno y otro. Al tiempo, el saxofonista Román Feliú subió a acompañarlos. El músico
formó parte del grupo Irakere desde 1997 hasta 2006. El ritmo volvió a sonar y
los móviles empezaron a levantarse en el aire para guardar ese trocito de Cuba
que estaba acogiendo el pequeño escenario del café. Feliú hinchaba su carrillo
izquierdo con ímpetu, Ruiz bailaba en el diapasón con sus yemas y Harold Rey
sobrevolaba las teclas con naturalidad, como si cada uno estuviera en casa, con
los pies en su tierra, simplemente sintiendo la música que les llenaba. Era
imposible no bailar y, con el danzón A orilla del río y
la excusa de unas gotas de más de alcohol, algunos se levantaron a mover la
cadera. Con Manteca se perdió el control, y
el entusiasmo del público se escuchaba a coro con “goza” y “baila”,
intervenciones que distaba Yuvisney al ritmo de palmas en el estribillo.
Sin
duda, la velada del tercer concierto de The
CUBintage fue como viajar a
un café cubano y sentir esa raíz que se esconde en la música y nos pone en común
a todos nosotros.
DdA, XVII/5008
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