lunes, 1 de noviembre de 2021

ESA MADRE NOS DIO TODO EL AMOR SIN HABERLO APRENDIDO DE NADIE


Toni Álvaro

Hoy celebramos el cumpleaños de mamá. 85 años. Sí, una niña de la guerra. Tan de la guerra que no le dejaron ser niña. Sus padres murieron bajo las bombas que caían sobre Barcelona y acabó evacuada a Francia. Terminada la guerra, o eso decían, era mentira, claro, que la muerte campaba a sus anchas, la encerraron en un hospicio de la Junta Provincial de Protección de Menores. Eso de la Protección también era mentira, las monjas la educaron en el miedo. En la foto mi madre tiene cinco años y aún se llamaba Josefa Ferrer Llinàs. En mayo de 1945, antes de cumplir los nueve años, fueron a sacarla del hospicio sus nuevos padres, Pere y Antònia, mis abuelos. Más exactamente les fue ‘entregada en concepto de depósito con el fin de prohijarla’. Tal cual. Diez años más tarde formalizaron la adopción y le dieron sus nuevos apellidos, Josefa Solé Marca, la Pepita, mi madre. El mismo día que la sacaron del hospicio para llevarla a su nuevo hogar, en Ripollet, después de cenar, la subieron a un taburete y la dejaron fregando los platos. Al día siguiente, y todos los siguientes incluyendo domingos, la levantaban a las seis de la mañana para trabajar en la casa, en el campo y ayudando a mi abuelo en el estraperlo acarreando enormes sacos de pan. No, no había mucha ternura en aquel rescate del hospicio. Mis abuelos pasaban ya la cincuentena y buscaban una hija que les cuidara en el dolor y la enfermedad, de lo que mi abuela iba sobrada. Sí, que la vida iba en serio ella lo comprendió desde el primer instante, cuando la dejaron sin infancia, por eso hoy, cuando vamos a celebrar sus 85 años al restaurante Los Abetos y dice que no tiene hambre, que si eso se espera a los postres, pues quién va a regañar a esa niña de cinco años que nos ha dado todo el amor sin haberlo aprendido de nadie. Y eso ya es ganar a la guerra y el miedo, y esa es mamá.

     DdA, XVII/4997     

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