Ignacio Escolar
Ser un grande de la literatura universal, un premio Nobel, un maestro de la ficción, no te convierte en una persona ejemplar. A veces ocurre justo lo contrario, y la obra de Mario Vargas Llosa demuestra que es posible ser las dos cosas a la vez: uno de los escritores más brillantes del último siglo, y también uno de los pensadores más cínicos de la actualidad.
De la obra
literaria de Vargas Llosa solo tengo elogios que aportar, empezando por La
fiesta del Chivo, una novela magnífica. Otra cosa es su pensamiento
político, su faceta como intelectual, sus artículos de prensa... Esa parte de
su obra que también se basa en ficciones, en mentiras, que construye
confundiendo sus intereses con la realidad.
Nadie lo
retrató mejor que Ignacio Sánchez Cuenca, en su imprescindible libro sobre La desfachatez intelectual.
“Vargas Llosa es el mayor contraste entre un escritor excepcional y un
'opinólogo' acartonado, que no estudia los temas a fondo", critica Sánchez
Cuenca. Y tiene razón.
El Nobel
peruano lo ha demostrado en cada ocasión. Con sus disparatados elogios a
Esperanza Aguirre –una "Juana de Arco liberal" que, según Vargas Llosa, habría salvado a España de la crisis
económica mundial de 2008 si hubiera sido presidenta–. O con su reciente
cuestionamiento del resultado electoral en Perú, donde denunció, sin prueba
alguna, un "fraude" que ningún observador cualificado
certificó.
El ejemplo
más reciente llegó la semana pasada, en esa convención del PP donde quedó claro
que Pablo Casado es un hacha como ojeador. Allí el Nobel peruano aseguró que
el problema de las naciones es que hay pueblos que "votan mal". Es una visión de la democracia un
tanto particular.
Hoy
sabemos que el mismo Vargas Llosa que acusa a los pueblos de "votar
mal" cuando no son los suyos quienes ganan las elecciones tenía su
verdadera patria en las Islas Vírgenes, donde escondió buena parte del dinero
de sus derechos de autor. No en su querida España. No en su amado Perú, un país
que intentó presidir. Su verdadera alma, que es el dinero, vivió en un paraíso
fiscal.
La noticia
se ha conocido gracias a la investigación internacional de los Pandora Papers,
en la que participa nuestro medio hermano en Argentina, elDiarioAR, y que en
España lideran LaSexta y El País.
No es la
primera vez que el alma offshore de Vargas Llosa es atrapada en una
investigación periodística. Su nombre ya salía en los Papeles de Panamá y hace
años que afronta un pleito con Hacienda, que le reclama dos millones por un presunto fraude fiscal. En aquella
ocasión, el Nobel de Literatura lo negó, argumentando que él no estaba al
tanto, que había sido culpa de un asesor que había abierto una sociedad
offshore "sin su consentimiento" para una compra que finalmente no se
realizó. Los genios no están en estas pequeñeces materiales, nos quiso contar.
Hoy no solo aparece su nombre, también su firma. No hay duda de que entonces nos
mintió.
Vargas Llosa vota bien, para sus intereses. Que son contrarios al interés de los pueblos a los que el Nobel acusa de votar mal. "Quiero a España tanto como a Perú", suele repetir Vargas Llosa. Es un amor un tanto cínico, el patriotismo del defraudador.
elDiario. es DdA, XVII/4972
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