viernes, 29 de octubre de 2021

MADRID BAJO LAS BOMBAS Y LA ODA DE ALEIXANDRE A LOS NIÑOS MUERTOS

 


Félix Población

Han tenido que pasar más de cuarenta años desde el fallecimiento del dictador en un hospital público para que unos respetables investigadores y una no menos respetable editorial (Cátedra) den a conocer las heridas grabadas en la cartografía de la capital de la segunda República, provocadas por los bombardeos de la aviación nazi-fascista durante la guerra. 

Habiendo sido Madrid y su población civil la que más sufrió este tipo de ataques, que luego se prodigarán durante la segunda Guerra Mundial sobre otras capitales europeas, apesadumbra e indigna que un hecho bélico de esta naturaleza  contra la población civil no haya sido investigado y publicado antes. Un efecto más del lamentable y temerario retraso general que afecta a nuestra memoria democrática y a la inexcusable falta de conocimiento de la misma.

Los bombardeos sobre Madrid se iniciaron a los cuatro meses del comienzo de conflicto armado, el 8 de noviembre de 1936. La Legión Cóndor nazi y la Aviazione de la Italia fascista comenzaron ese día su mortífera descarga sobre la capital republicana, a la que se unió el bombardeo artillero de las tropas sublevadas desde los enclaves de la Casa de Campo y el Cerro de los Ángeles. Hasta febrero de 1939 se sucedieron estos ataques, un mes antes de que el general Franco firmara el último parte de guerra,  una vez "cautivo y desarmado el ejército rojo". Durante ese tiempo, la población convivió con ese inusitado fragor de muerte en sus barrios, con testimonios tan impactantes como el aportado en el poema de nuestro Premio Nobel Vicente Aleixandre, Oda a los niños muertos por la metralla.

Dos arquitectos y profesores de la Universidad Politécnica de Madrid, Enrique Bordes y Luis de Sobrón, presentaron recientemente en una biblioteca pública madrileña el libro donde se recoge una detallada consignación de esos bombardeos, después de que ambos llevaran a cabo una meticulosa investigación en la que emplearon varios años. Este mismo trabajo ya se había verificado, obviamente y mucho antes,  en otras ciudades europeas que sufrieron similares y trágicas circunstancias durante la segunda Guerra Mundial. 

No podía faltar en esta memoria la de la ciudad que quiso ser la tumba del fascismo, antes de que el fascismo extendiera su barbarie por Europa. Esta obra no solo tiene por fin una puntual relación cronológica de los bombardeos padecidos por los madrileños  durante 27 meses, sino presentar también el atlas vivo del primer ensayo de guerra total en el mundo, compartido con otras ciudades españolas que, como Gijón, sufrió también los ataques contra su población civil por mar y aire desde agosto de 1936 hasta bien avanzado octubre del año siguiente, pocos antes de ser ocupada la ciudad. Conviene tener esto último en cuenta antes de focalizar sobre Madrid  lo del primer ensayo general de guerra total, según leemos en la reseña del libro Madrid bombardeado. Cartografía de la destrucción 1936-1939.

Es de resaltar que barrios populares y obreros como el de Vallecas sufrieron al menos hasta cinco bombardeos, aunque pudieron ser más, ya que según los investigadores se ha perdido mucha de la documentación que podría contribuir a evaluarlo. En el de Salamanca, por el contrario, donde el apoyo a los sublevados fue mayoritario, no se registró ni un solo ataque durante los casi tres años que duró la contienda armada.

Hay que recordar también que el gobierno republicano preservó de los bombardeos facciosos, mediante su traslado a Valencia primero y a Ginebra después, en 71 camiones y a 15 kilómetros por hora, el valioso fondo artístico del Museo del Prado y otros museos de la ciudad. En los alrededores de la propia pinacoteca y hasta en alguna de sus salas llegaron a caer bombas incendiarias, según se puede apreciar en el mencionado libro. Ni durante la evacuación de las pinturas, llevada a cabo con gran celo y diligencias para que no sufrieran daños, cesaron los ataques aéreos.

Hoy Madrid, bien se sabe, es una ciudad que mayoritariamente vota a la derecha y también a la extrema derecha, responsables de eliminar los nombres de la memoria democrática de casi 3.000 republicanos fusilados por la dictadura en el cementerio de La Almudena –un memorial inaugurado por el anterior gobierno municipal bajo la alcaldía de Manuel Carmena- y de reponer a su vez en el callejero de la ciudad los nombres de quienes la apoyaron, entre los que destaca el del general felón Millán Astray, que sustituyó al de la Avenida de la Inteligencia, contra la que se manifestó este militar en presencia de Miguel de Unamuno, en el paraninfo de la Universidad de Salamanca.



En Madrid escribió Vicente Aleixandre en 1937, junto a su recordatorio al poeta asesinado Federico García Lorca (de quien dijo que “era el genio de la personalidad, no he conocido a nadie que tuviera el don de la expresión humana, como lo tenía el extraordinario ser que era Federico”), los romances El miliciano desconocido y El fusilado –publicados en la sección Romancero de la Guerra Civil de la revista El Mono Azul, y también la oda mencionada que durante tanto tiempo fue pasto del silencio y el olvido, y aún sigue siendo desconocida para muchos:

Se ven pobres mujeres que corren en las calles/ como bultos o espanto entre la niebla./ Las casas contraídas,/las casas rotas, salpicadas de sangre:/ las habitaciones donde un grito quedó temblando,/ donde la nada estalló de repente,/polvo lívido de paredes flotantes,/ asoman su fantasma pasado por la muerte./ Son las oscuras casas donde murieron niños./ Miradlas. Como gajos/ se abrieron en la noche bajo la luz terrible.

Niños dormían, blancos en su oscuro.
Niños nacidos con rumor a vida.
Niños o blandos cuerpos ofrecidos
que, callados los vientos, descansaban.
Las mujeres corrieron.
Por las ventanas salpicó la sangre.
¿Quién vio, quién vio un bracito
salir roto en la noche
con la luz de sangre o estrella apuñalada?
¿Quién vio la sangre niña
en mil gotas gritando:
¡crimen, crimen!,
alzada hasta los cielos
como un puñito inmenso, clamoroso?
Rostros pequeños, las mejillas, los pechos,
El inocente vientre que respira:
La metralla los busca,
la metralla, la súbita serpiente,
muerte estrellada para su martirio.
Ríos de niños muertos van buscando
un destino final, un mundo alto.
Bajo la luz de la luna se vieron
las hediondas aves de la muerte:
aviones, motores, buitres oscuros cuyo plumaje encierra
la destrucción de la carne que late,
la horrible muerte a pedazos que palpitan
y esta voz de las víctimas,
rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad como un gemido.
Todos la oímos.
Los niños han gritado.
Su voz está sonando.
¿No oís? Suena en lo oscuro.
Suena en la luz. Suena en las calles.
Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de muerte.
Seguís. De ese hueco sin puerta
sale una sangre y grita.
Las ventanas, las puertas, las torres, los tejados
gritan, gritan. Son niños que murieron.
Por la ciudad gritando,
un río pasa: un río clamoroso de dolor que no acaba.
No lo miréis: sentidlo.
Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas destrozadas.
No los miréis: oídlos.
Por la ciudad un río de dolor grita y convoca.
Sube y sube y nos llama.
La ciudad anegada se alza por los tejados y alza un brazo terrible.
Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o su pecho.
Un puño clamoroso, rojo de sangre libre,
que la ciudad esgrime, iracunda y dispara.

 InfoLibre  DdA, XVII/4994

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de muerte.

<NO HAY DISTINCION EN LOS GRITOS DE LA GENTE. EL DOLOR ES UNIVERSAL - MAS EMPATIA .

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