Félix Población
Han
tenido que pasar más de cuarenta años desde el fallecimiento del dictador en un
hospital público para que unos respetables investigadores y una no menos
respetable editorial (Cátedra) den a conocer las heridas grabadas en la
cartografía de la capital de la segunda República, provocadas por los
bombardeos de la aviación nazi-fascista durante la guerra.
Habiendo
sido Madrid y su población civil la que más sufrió este tipo de ataques, que
luego se prodigarán durante la segunda Guerra Mundial sobre otras capitales
europeas, apesadumbra e indigna que un hecho bélico de esta naturaleza
contra la población civil no haya sido investigado y publicado antes. Un efecto
más del lamentable y temerario retraso general que afecta a nuestra memoria
democrática y a la inexcusable falta de conocimiento de la misma.
Los
bombardeos sobre Madrid se iniciaron a los cuatro meses del comienzo de
conflicto armado, el 8 de noviembre de 1936. La Legión Cóndor nazi y la
Aviazione de la Italia fascista comenzaron ese día su mortífera descarga sobre
la capital republicana, a la que se unió el bombardeo artillero de las tropas
sublevadas desde los enclaves de la Casa de Campo y el Cerro de los Ángeles.
Hasta febrero de 1939 se sucedieron estos ataques, un mes antes de que el
general Franco firmara el último parte de guerra, una vez "cautivo y
desarmado el ejército rojo". Durante ese tiempo, la población convivió con
ese inusitado fragor de muerte en sus barrios, con testimonios tan impactantes como
el aportado en el poema de nuestro Premio Nobel Vicente Aleixandre, Oda
a los niños muertos por la metralla.
Dos
arquitectos y profesores de la Universidad Politécnica de Madrid, Enrique
Bordes y Luis de Sobrón, presentaron recientemente en una biblioteca pública
madrileña el libro donde se recoge una detallada consignación de esos bombardeos,
después de que ambos llevaran a cabo una meticulosa investigación en la que
emplearon varios años. Este mismo trabajo ya se había verificado, obviamente y
mucho antes, en otras ciudades europeas
que sufrieron similares y trágicas circunstancias durante la segunda Guerra
Mundial.
No
podía faltar en esta memoria la de la ciudad que quiso ser la tumba del
fascismo, antes de que el fascismo extendiera su barbarie por Europa. Esta obra
no solo tiene por fin una puntual relación cronológica de los bombardeos
padecidos por los madrileños durante 27 meses, sino presentar también el
atlas vivo del primer ensayo de guerra total en el mundo,
compartido con otras ciudades españolas que, como Gijón, sufrió también los
ataques contra su población civil por mar y aire desde agosto de 1936 hasta bien
avanzado octubre del año siguiente, pocos antes de ser ocupada la ciudad.
Conviene tener esto último en cuenta antes de focalizar sobre Madrid lo
del primer ensayo general de guerra total, según leemos en la
reseña del libro Madrid bombardeado. Cartografía de la destrucción
1936-1939.
Es de resaltar que barrios populares y obreros como
el de Vallecas sufrieron al menos hasta cinco bombardeos, aunque pudieron ser
más, ya que según los investigadores se ha perdido mucha de la documentación
que podría contribuir a evaluarlo. En el de Salamanca, por el contrario, donde
el apoyo a los sublevados fue mayoritario, no se registró ni un solo ataque
durante los casi tres años que duró la contienda armada.
Hay que recordar también que el gobierno
republicano preservó de los bombardeos facciosos, mediante su traslado a
Valencia primero y a Ginebra después, en 71 camiones y a 15 kilómetros por
hora, el valioso fondo artístico del Museo del Prado y otros museos de la
ciudad. En los alrededores de la propia pinacoteca y hasta en alguna de sus
salas llegaron a caer bombas incendiarias, según se puede apreciar en el
mencionado libro. Ni durante la evacuación de las pinturas, llevada a cabo con
gran celo y diligencias para que no sufrieran daños, cesaron los ataques
aéreos.
Hoy Madrid, bien se sabe, es una ciudad que
mayoritariamente vota a la derecha y también a la extrema derecha, responsables
de eliminar los nombres de la memoria democrática de casi 3.000 republicanos
fusilados por la dictadura en el cementerio de La Almudena –un memorial
inaugurado por el anterior gobierno municipal bajo la alcaldía de Manuel
Carmena- y de reponer a su vez en el callejero de la ciudad los nombres de
quienes la apoyaron, entre los que destaca el del general felón Millán Astray,
que sustituyó al de la Avenida de la Inteligencia, contra la que se manifestó
este militar en presencia de Miguel de Unamuno, en el paraninfo de la
Universidad de Salamanca.
En Madrid escribió Vicente Aleixandre en 1937, junto
a su recordatorio al poeta asesinado Federico García Lorca (de quien dijo que
“era el genio de
la personalidad, no he conocido a nadie que tuviera el don de la expresión
humana, como lo tenía el extraordinario ser que era Federico”), los romances El miliciano
desconocido y El fusilado –publicados en la sección Romancero de la
Guerra Civil de la revista El Mono Azul, y también la oda mencionada que
durante tanto tiempo fue pasto del silencio y el olvido, y aún sigue siendo
desconocida para muchos:
Se ven pobres mujeres que corren en
las calles/ como bultos o espanto entre la niebla./ Las casas contraídas,/las casas rotas, salpicadas de sangre:/ las habitaciones donde un grito quedó temblando,/ donde la nada estalló de repente,/polvo lívido de paredes flotantes,/ asoman su fantasma pasado por la muerte./ Son las oscuras casas donde murieron niños./ Miradlas. Como gajos/ se
abrieron en la noche bajo la luz terrible.
Niños dormían,
blancos en su oscuro.
Niños nacidos con rumor a vida.
Niños o blandos cuerpos ofrecidos
que, callados los vientos, descansaban.
Las mujeres corrieron.
Por las ventanas salpicó la sangre.
¿Quién vio, quién vio un bracito
salir roto en la noche
con la luz de sangre o estrella apuñalada?
¿Quién vio la sangre niña
en mil gotas gritando:
¡crimen, crimen!,
alzada hasta los cielos
como un puñito inmenso, clamoroso?
Rostros pequeños, las mejillas, los pechos,
El inocente vientre que respira:
La metralla los busca,
la metralla, la súbita serpiente,
muerte estrellada para su martirio.
Ríos de niños muertos van buscando
un destino final, un mundo alto.
Bajo la luz de la luna se vieron
las hediondas aves de la muerte:
aviones, motores, buitres oscuros cuyo plumaje
encierra
la destrucción de la carne que late,
la horrible muerte a pedazos que palpitan
y esta voz de las víctimas,
rota por las gargantas, que irrumpe en la ciudad
como un gemido.
Todos la oímos.
Los niños han gritado.
Su voz está sonando.
¿No oís? Suena en lo oscuro.
Suena en la luz. Suena en las calles.
Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de
muerte.
Seguís. De ese hueco sin puerta
sale una sangre y grita.
Las ventanas, las puertas, las torres, los
tejados
gritan, gritan. Son niños que murieron.
Por la ciudad gritando,
un río pasa: un río clamoroso de dolor que no
acaba.
No lo miréis: sentidlo.
Pequeños corazones, pechos difuntos, caritas
destrozadas.
No los miréis: oídlos.
Por la ciudad un río de dolor grita y convoca.
Sube y sube y nos llama.
La ciudad anegada se alza por los tejados y alza
un brazo terrible.
Un solo brazo. Mutilación heroica de la ciudad o
su pecho.
Un puño clamoroso, rojo de sangre libre,
que la ciudad esgrime, iracunda y dispara.
1 comentario:
Todas las casas gritan.
Pasáis, y de esa ventana rota sale un grito de muerte.
<NO HAY DISTINCION EN LOS GRITOS DE LA GENTE. EL DOLOR ES UNIVERSAL - MAS EMPATIA .
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