Félix Población
Hay quien ya está diciendo por ahí que el rey emérito, una vez transcurrido más de un año de su huida a Abu Dabi, volverá a casa por Navidad, como el turrón, lo que daría lugar sin duda a todo tipo de guasas. Es lo que se piensa cada vez que tenemos noticia, a través de intermediarios, de los deseos de Juan Carlos I por retornar a España. Sobre todo, a partir de que la Fiscalía cierre la investigación puesta en marcha sobre las inquietantes y perturbadoras noticias (calificativos del Presidente del Gobierno) que nos han ido llegando respecto a las finanzas opacas del anterior Jefe del Estado. Para Pedro Sánchez y su ejecutivo ese regreso no sería precisamente un regalo. Si el emérito vuelve como si tal cosa, una vez sepa que no será juzgado, pesará sobre Felipe VI la responsabilidad de permitir el retorno de su padre, si bien el Presidente del Gobierno se adelantó a manifestar que, si lo hace, “deberá dar explicaciones a la opinión pública y exponer las razones por las que se fue del país”. Lo que quiere Sánchez, al parecer, es un nuevo sainete de lo que ocurrió tras el viaje cinegético de Juan Carlos I a Botsuana, cuando este señor se rompió la cadera en 2012 matando elefantes y su hijo ocupó provisionalmente la jefatura del Estado. Aquello del “no volverá a ocurrir” y “lo siento mucho”, ya saben. Habrá que esperar a lo que nos deparen los próximos meses. De momento, Pedro Sánchez se limita a decir que la decisión del retorno del emérito le corresponde a la Casa Real, si bien lo que disponga Felipe VI contará con su apoyo. Una vez en España Juan Carlos I, lo probable es que ni dé explicaciones ni nada, porque repetir el sainete quizá fuera pero que no hacerlo, demasiado posiblemente para la capacidad de guasa de este país. Lo cierto es que, dada la avanzada edad del monarca emérito y su estado de salud, lo más previsible es que lo tengamos aquí a no mucho tardar. Quedaría muy feo que quien se ganó el aprecio de la historia oficial con su airoso papel el 23-F, sobre el que algún día sabremos toda la verdad, falleciera en tierra extranjera porque sobre su fortuna pesan presuntos delitos.
DdA, XVII/4990
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