Félix Población
Si algún día en la historia reciente el Partido Socialista tuvo necesidad de pagar una página entera de publicidad al objeto de ganar militantes, no lo recuerdo. Puede ser que esto ocurriera alguna vez en el pasado, pero lo cierto es que sucedió ayer, al menos en el diario El País, tan desarropado de propaganda últimamente, coincidiendo, además, con la celebración en Valencia del cuadragésimo congreso del PSOE. Desconozco si esa publicidad se debe a un decrecimiento de la militancia socialista o a la necesidad de hacerla crecer ahora que el partido gobierna y que todos son luminarias de unidad y buen rollo, según se apreció este fin de semana en la ciudad del Turia. Para nada pesaron entre los concurrentes, como podría haber ocurrido de no ocupar el PSOE el poder político -aunque sea gracias a Unidas Podemos-, las defenestraciones de los ministros Calvo y Ábalos, el acabose de Díaz en Andalucía o el indulto a los presos del Procés. En Valencia reinó la armonía y la concordia, los vítores, los abrazos fraternos y los aplausos, como si lo ocurrido hace cinco años, cuando Pedro Sánchez se vio obligado a dimitir como secretario general del PSOE ante la traición de su ejecutiva, no hubiese tenido lugar. Al rebufo de ese clima unitario, el partido creyó que era la oportunidad de promover una campaña publicitaria para ganar militancia. Con todo, no creo que el montaje escénico de Valencia con la socialdemocracia por bandera o la renovación de una ejecutiva por otra diez años más joven tenga mayor repercusión en el número de afiliados. Quienes peinamos canas sabemos que la imagen del actual PSOE, en comparación con la del que empezó a gobernar en los primeros años ochenta del pasado siglo, obedece en buena medida a que a su izquierda hay unos partidos con los que ha tenido la necesidad de entenderse por más que no quisiera. Esa coalición en el Gobierno es la que está dando los resultados más positivos y también, bajo esa influencia -lo reconozcan o no sus dirigentes- se entiende el clima de optimismo de este último congreso, al que no ha querido faltar, con la mano tendida, quien más se oponía a esa gobernación y tan orgulloso (GAL incluido) se mostró en su intervención de su pasado: Felipe González.
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DdA, XVII/4984
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