viernes, 8 de octubre de 2021

EL OFICIO DE ESCRIBIR, SEGÚN BORGES, CARNICER, PEREIRA Y MERAYO


Antonio Merayo

Sería mejor que los escritores no vivieran de su profesión porque así se prostituyen las literaturas por el deseo de ganar. En cambio, si el escritor fuera, al mismo tiempo, un carpintero, o si puliera lentes, como Spinoza, podría dedicarse a ese trabajo que le aseguraría el pan y luego podría dedicarse al otro trabajo, sin apresurarlo, porque no pensaría en la gloria. (Jorge Luis Borges)
El ejercicio de escribir es y acaso seguirá siendo un quehacer subsidiario de otra actividad profesional, y no en daño de la propia literatura. La profesión básica, vital, no literaria, el trabajo en ámbitos ajenos a esta, proporciona al escritor una perspectiva, un conocimiento de la realidad que fortalecerá, más que debilitará, su obra literaria, si su vocación es verdadera. Además, este trabajo y sus pugnas y dificultades harán que el escritor se concentre de modo tenso y liberador durante las horas que pueda reservarse para escribir y harán que estas horas den más fruto que todas las de ese día completo, apacible y silencioso soñado para la tarea. (Ramón Carnicer)
Me cuesta trabajo desenganchar de mi literatura y ponerme a cumplir con mi otra vida, aunque no creo que con ello perjudique mis versos y mis prosas tanto como algunos creen. En cambio, la literatura sí puede dañar mis negocios. Fui a pedir un crédito al banco, el director se dejó un informe sobre mi persona encima de la mesa y pude atisbar una advertencia -en rojo: «¡Ojo, POETA! La gente acepta que un profesor de Literatura (o un abogado o incluso un médico) sea poeta o novelista, pero le choca que un empresario de comercio aparezca como escritor. En realidad, un hombre que al atardecer vuelve a casa después de explicar la cuaderna Vía o el Polifemo está en inferioridad de condiciones respecto a un cosechero de vinos o el viajante que regresa de vender cien bombillas de 130x60 rosca normal, a la hora de escribir un poema. Por cierto: La Semana financiera público en 1924 y 1925 “Las reservas de las empresas en el nuevo régimen ferroviario” y “El derecho patrimonial del comerciante y la propiedad urbana”. El autor de tan líricos textos era un tal Vicente Aleixandre. (Antonio Pereira).
—Y a ti, Antonio, -me pregunta Pereira- que eras aún un chavalín cuando me mostraste algunos poemas tuyos, ¿te sirvió de algo la poesía para para alcanzar un cierto nivel profesional en la banca?
—Tanto, en el sector financiero, como antes en otra empresa, me favoreció el estar avezado en contar las sílabas de versos de todo tipo y colocarles los acentos rítmicos con precisión matemática donde correspondía. Seguro que recuerdas que, entre otros muchos, fueron empleados de banca, seguros y otras actividades mercantiles: T. S. Elliot, Antonio Gamoneda, Miguel Fernández, Carlos Murciano, Fernando Pessoa, Jean Gonio, Witold Gonio, Wallace Stevens, Bo humil Habal o José Luis Sampedro.
Llegada la hora, salimos de la cafetería hablando, nos despedimos hasta la próxima y, ahora mismo, caigo en la cuenta de que nos marchamos sin pagar la consumición. Menos mal que el dueño del establecimiento nos conoce, pero yo voy ahora mismo a pagarle.

DdA, XVII/4976


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