viernes, 8 de octubre de 2021

¿"EL JUEGO DEL CALAMAR" COMO METÁFORA SOCIAL?

 


Julián Vasrsavsky

¿Es posible interpretar la serie El Juego del calamar como parábola social de Corea del Sur? Solo en parte. Ese país es vanguardia de una sociedad de rendimiento global pos Guerra Fría donde un sujeto individualista entregado al éxito se autoexplota, tensionando su psiquis al límite por cansancio y estrés: ante el fracaso, en lugar de rebelarse se deprime. Como empresario de sí mismo --o mero monotributista-- cree estarse realizando y se autoimpone una absolutización del trabajo, coaccionado por tecnologías digitales que borran la línea entre el tiempo del ocio y el laboral. Esta lógica motivacional es más productiva que la de la sociedad disciplinaria de Michel Foucault con su torre panóptica de vigilancia en una cárcel circular. Aquel era el modelo 1984 de Orwell con un Big Brother viéndolo todo como en El juego del calamar: el jefe monitorea a los jugadores que pelean a morir en ese distópico reality show, salpicando sangre a cámara. Y es aquí donde el guion no sería una metáfora actual: según el filósofo Byung Chul Han, en la sociedad neoliberal del siglo XXI, el modelo panóptico de vigilancia analógica ya no explica el control social, que ahora es panóptico-digital y funciona con una lógica seductora, desde que un ardid ideológico hace coincidir la idea del trabajo con la de libertad. El control panóptico a la antigua de esta serie no es el imperante en la sociedad surcoreana, que ahora oculta su estructura coactiva tras la apariencia de un velo de autonomía emprendedora: “Quien fracasa es, además, culpable y lleva consigo esa culpa dondequiera que vaya. No hay a quien pueda hacer responsable de su fracaso”. Los participantes del juego perverso en la ficción de Netflix son los perdedores del tecnocapitalismo confuciano, suicidas aplazados dispuestos a todo por un gran premio.

Pero la serie sí capta un rasgo central de la sociedad de rendimiento surcoreana --que si fuese solo local no generaría identificación global--: el homo-laborans elige encerrarse al acecho de un Big Brother enmascarado, quien lo seduce con un chancho gigante lleno de dinero y lo ametralla si es derrotado por otro compañero de “prisión”.

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