Félix Población
¿Se podría estar asistiendo en
Francia a una reproducción, todavía germinal, de lo ocurrido con Trump en Estados
Unidos o Bolsonaro en Brasil? Esa posibilidad tiene por nombre el de Eric
Zemmour, al que los sondeos hace apenas cinco meses daban un 5 por ciento en la
intención de voto de los franceses. Esa cifra pasó a duplicarse en septiembre y
está ahora entre el 13 y el 14 por ciento, a solo dos puntos de la derecha más
próxima a su credo, o sea, la extrema derecha de Marine Le Pen.
Se ignora hasta la fecha si
Zemmour participará en las próximas elecciones presidenciales de abril. Lo que
sí se conoce es que este individuo, cuyo mensaje supura aún más xenofobia,
homofobia y antifeminismo que los de la Agrupación Nacional, está a punto de
convertirse en una alternativa política con cada vez más apoyo social,
sirviéndose de la atonía de los dos partidos que constituyeron la alternativa
histórica de la política francesa: la socialdemocracia y la derecha
conservadora liberal.
El equipaje ideológico quien
algunos llaman el Pinocho del fascismo en Francia tiene como base una novela de
Jean Raspail que ya sedujera a Trump (El
campamento de los santos), con el desembarco de un millón de inmigrantes en
las playas de ese país - que el expresidente norteamericano sustituiría por los
de su frontera sur-, y dos obras más de Renaud Camus sobre el reemplazo
futurible de las sociedades blancas occidentales hasta la configuración de un
continente que se llamaría Eurabia.
El propio Eric Zemmour,
basándose en esas y otras mimbres de similar contextura, ha elaborado hasta la
fecha cuatro libros que han tenido una cierta repercusión en Francia, habida
cuenta la creciente popularidad mediática del autor, pues poco medios se
resisten a no contar con sus soflamas en estudios y platós. Para nada pesa, en
contra de esa proyección, que Zemmour haya sido acusado por una agresión sexual
o condenado por sus reiteradas provocaciones a la discriminación racial y al
odio hacia los musulmanes.
El país que soportó una invasión y ocupación nazi y sufrió en su propio suelo y entre su población todos sus rigores parece muy pasivo ante la fakehistoria que pretende reescribir en sus libros y declaraciones el tal Zemmour, promotor igualmente de todo tipo de bulos que dejan perpleja o suspensa a una ciudadanía que asiste al apogeo de una personalidad cuya crianza ha sido eminentemente mediática y que no deja de sumar expectativas de voto, sin que hasta ahora haya expuesto su decisión de concurrir a los comicios presidenciales.
Ante esa posibilidad, cabría preguntarse si quien emplea una narrativa propia del régimen nazi que invadió y ocupó Francia entre 1940 y 1944, puede llegar a aspirar a la presidencia de la nación que desempeñó, tras la liberación del país, el general Charles de Gaulle (1890-1970), máximo dirigente de la resistencia francesa que restableció la democracia, con la colaboración de los miles de republicanos españoles que lucharon también por la divisa Libertad, igualdad, fraternidad, consignada en la Constitución de 1958.
Sin contar con los 6.000 exiliados de nuestro país que murieron en los campos nazis, se calcula que de los 15.000 refugiados españoles incorporados a las tropas francesas, unos 6.000 perdieron la vida en combates regulares contra el nazi-fascismo. Se desconoce el número de bajas que hubo entre los 10.000 guerrilleros incorporados a las Forces Françaises de l'intérieur de De Gaulle, cuyas actuaciones fueron decisivas para la liberación del sur de Francia. La memoria democrática sirve para que esto no caiga en el olvido frente a tipos como Zemmour o similares.
La última hora DdA, XVII/4983
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