sábado, 11 de septiembre de 2021

ENRIQUE DEL TESO: MÁS QUE PALABRAS, LA IZQUIERDA, LOS DISCURSOS Y LOS RELATOS

David Sánchez Piñeiro

Enrique del Teso (Basauri, 1960) es profesor titular de Lingüística en la Universidad de Oviedo. Poco antes del inicio de la pandemia publicó ‘Más que palabras. La izquierda, los discursos y los relatos’ (Trea, 2019), un ensayo sobre comunicación política accesible y alejado de academicismos en el que aborda algunos de los temas más relevantes de nuestra actualidad política: neoliberalismo, patria, feminismo o extrema derecha. Del Teso construye su ensayo a partir de una premisa central: “lo que determina las políticas que son posibles o imposibles es lo que la gente crea. Y lo que la gente crea tiene algo que ver con la eficacia del discurso que se le proponga”.

La izquierda piensa que tiene la verdad de su parte y que debe revelar hechos y mostrar las cosas como son. El discurso, la retórica y la comunicación política son vistas fundamentalmente como trucos de marketing o de ingeniería lingüística consustanciales a la derecha. ¿Por qué te parece errónea esta actitud del ‘que comuniquen ellos’?

Sobre todo en la izquierda más tradicional está instalada la idea de que todo lo que tiene que ver con estrategias de comunicación es la parte sucia de la política, la parte de ‘vender la moto’, del marketing. No creo que haya políticas bien hechas y mal comunicadas. Yo soy profesor, no hay clases bien dadas pero mal transmitidas, eso no puede ser. Cuando intento que mis clases sean claras y motivadoras, no estoy manipulando a nadie, estoy haciendo mi trabajo. Hay algo en la comunicación que hay que entender. En tu periódico, en tu ámbito, puedes expresarte como quieras; si eres Ministro, hablas para todo el país. Si yo comunico de tal manera que es obvio que no te estoy teniendo en cuenta, que eres invisible para mí o que no me importa lo que tú pienses, tú lo notas. Comunicarme de la manera más cercana posible a ti también es una forma de respetarte. Ahí dejas un flanco que aprovecha muy bien la extrema derecha. Es el flanco de la humildad, de decir ‘los que no somos tan listos no lo entendemos’. El caso de Bush fue donde se empezó con esto a gran escala. Aquí se dijo que se le acentuó el toque paleto tejano para acercarlo a la gente. Era algo más profundo que eso. A veces hay menosprecio en la mala comunicación, pero a veces hay esa idea que acabas de sintetizar: mis ideas son mejores y además soy franco; él tiene que ocultar lo que piensa, soy yo el que puede decir la verdad. La verdad es una puntualidad, el asunto no se reduce a eso.

Planteas en el libro que “es un error asociar la ética con una racionalidad robótica e ignorar como espurios los sentimientos” y que “la razón y la verdad solas no van a funcionar sin el aliento emocional”. ¿Crees que la izquierda maneja una noción demasiado simplista de lo que es la racionalidad humana?

La racionalidad y la emoción no están separadas en nosotros. Sé que la emotividad está muy vendida y que empalaga. Yo voy a una dependencia pública, al Ayuntamiento, tengo que hacer una gestión. ¿Cómo noto que me están tratando bien? ¿Es porque se cumpla el trámite que estoy haciendo? Si quiero comprar entradas, ¿es porque efectivamente las compro y me llevo las entradas? ¿Puede ser que se cumpla el trámite y tenga la sensación de que me trataron mal? Cada uno lo puede decir con sus propias palabras, pero intuitivamente todos nos damos cuenta cuándo alguien nos atiende bien y cuándo no. Además del trámite, quieres que te traten bien. Ahí tienes que empatizar, la gente tiene que notar que eres un semejante. Esto es muy importante. ¿Qué quiere decir tener en cuenta la emoción? Primero, si no estás legítimamente concernido, tus razones, por muy razonables que sean, son espurias. Aunque lo hagas con la mejor voluntad, cuando sólo hay ideas y no hay legítimo interés te estás alejando. Lo que me gustaría corregir sobre todo es la actitud. Te cito dos casos recientes de error comunicativo, no conceptual. El famoso caso del chuletón. ¿Tiene razón Garzón? Toda la razón. Entre el chuletón y los bosques hay la misma relación que entre la madera y los bosques. Nos encanta la madera, está claro que si tiramos mucho de madera no hay bosques. Para que haya chuletón tiene que haber herbívoro y el herbívoro necesita pastos. Claro que Garzón tiene razón. No es esa la cuestión. Venimos de una pandemia espantosa, la gente está al límite en lo económico, en lo moral, en lo psicológico. Si ahora no estuviera prohibido fumar, por favor, no lo prohíbas. No metas a la gente en más prohibiciones que las sanitarias, deja que respire. ¿De verdad tienes que venir ahora a decir ‘coméis mal’? ¿No sabemos todos cuándo callar en la vida corriente? Si tú ves a una persona muy triste, ¿es el momento en que le das caña con algo que te molesta de ella? No, y eso no es manipular. ¿Está ahora el país más cerca o menos de entender que tiene que haber una restricción a la carne roja en algún momento? Está más lejos. No fue una equivocación conceptual, no es que Garzón sea tonto, sino que dijo algo a destiempo. Y cuidado, porque cuando la gente está tan castigada como ahora, cuidadito con la cuestión emocional. Una población en un estado emocional débil es yesca, ahí arde cualquier cosa. En la Semana Negra estuvo aquí Yolanda Díaz con Enric Juliana, que no es Iñaki Gabilondo, es una referencia muy respetada, un señor que sabe mucho de historia y ve muy bien las cosas. Juliana dice algo como ‘esta ministra, Yolanda Díaz, habla de las cosas y la gente la entiende’. No es poca cosa. Y Yolanda Díaz dijo cosas, pero en un momento determinado dijo ‘matria’. ¿Qué ocurrió? Nadie se acuerda ya de lo que dijo Yolanda Díaz. Ni siquiera se acuerda nadie de que estaba ahí Enric Juliana. Quedó ‘matria’. ¿Cuál era la relevancia política de eso?  ‘Matria’ es un error. Reacción de la izquierda: una lista de personas ilustres que dijeron ‘matria’, con lo cual siguen repitiendo la palabra ‘matria’. ¿Pero no entiendes que esa palabra ahoga todo? Creó ruido sobre lo que ella misma había dicho. Es un error, punto.

En el libro estableces una diferencia entre subsistencia y bienestar. ¿Qué relevancia política tiene esta distinción para la izquierda?

El bienestar es todo lo que pasa de la subsistencia. La subsistencia es la comida, la vivienda, la educación, la sanidad y la vejez. El que no tiene algunas de esas cosas, es pobre. El que tiene eso, subsiste. El que tiene más que eso, tiene bienestar. Cuando digo bienestar también estoy hablando de refalfiu, de una excelencia. Que un profesor de Universidad en España viva a la subsistencia significa que la riqueza nacional se la están quedando muy pocas personas. Bienestar es la justa participación de la riqueza nacional. Y creo que en España: uno, con la riqueza objetiva del país no tiene que haber pobres; dos, nadie debería estar trabajando para subsistir. Nadie. Puedo admitir que alguien tenga dinero para ir de vacaciones a Tokio y otro tenga que ir a Cádiz. Pero eso de que no tengas ni para unos calamares fritos el fin de semana no le debería ocurrir a nadie. Sin embargo, este convencimiento cala en la gente. Le dices a la clase baja ‘¿por qué los tíos que ganan 3000 euros al mes no van a pagar su operación de apendicitis si pueden?’. El sistema que describe la Constitución no es ese. El sistema es que pagamos impuestos, unos más que otros, y recibimos los mismos servicios, no es que la clase media pague impuestos y luego pague también el servicio para que los ricos sean cada vez más ricos. El dinero lo es todo. Por eso, cuando me hablan de extremismo, insisto: como hecho político solo hay un extremismo, que es la extrema derecha. Puede ser que haya gente de izquierdas muy radical, lo sé. Pero como hecho político no existe, porque no existe una Unión Soviética ni dinero que lo respalde. La extrema derecha está muy financiada. Y el dinero hace que un ‘mindundi’ como Abascal tenga mucho éxito comunicativo. El dinero lo es todo.

Sugieres que en el discurso de la izquierda el componente expresivo debería ser sustituido por una estrategia transversal, que se resume en dos puntos: “intentar convencer a gente que no comparta la ideología propia” y “no mencionar la ideología como argumento de lo que se propone”.

De la transversalidad se habló mucho y está muy manida. Podemos empezó como un partido muy transversal, tanto que asustó mucho a la derecha. El cabeza pensante de la transversalidad era Errejón. Ahora Podemos es el equipo menos capaz de conseguir el apoyo de alguien que no se identifica ideológicamente con él. Eso quiere decir que es lo opuesto a la transversalidad. Vamos a suponer que a mi ideología podemos llamarla ‘socialismo’. No puedo vender a la gente el socialismo y, en la medida en que me aceptes que es mejor el socialismo que el neoliberalismo, dame la razón en que hay que cerrar la enseñanza concertada… La ideología, como el sentido del humor y la cultura, se me tendrá que notar. Yo no la oculto. No puedo decir de mí mismo que soy gracioso, ni puedo decir de mí mismo que soy culto. Cuando hablamos de igualdad en el salario, por ejemplo, ¿lo que yo quiero decir es una igualdad radical? No, nadie dice que todo el mundo tenga que cobrar lo mismo. Cuando hablo de igualdad entre blancos y negros, ¿de qué igualdad hablo? Radical y extremista, blancos y negros iguales, sin matices. Hombres y mujeres iguales, sin matices. Si yo soy rico y mi hija enferma y tú no eres rico y tu hija enferma, ¿cómo de iguales tienen que ser la atención sanitaria de una y otra? Radicalmente iguales. Tú no puedes aceptar que te digan que tu hija no va a tener la atención sanitaria máxima que se pueda permitir el país. No dije ‘izquierda’ ni ‘socialista’, pero hay mucha gente que me puede dar la razón en esto que estoy diciendo. Y cuando hablo de enseñanza concertada lo mismo. Cuando se segrega el sistema escolar es una desgracia para el país. España tuvo dos impulsos de universalización de la enseñanza. Uno fue en el tardofranquismo con los tecnócratas del Opus Dei, cutre y tercermundista, del que salió mi generación, y otro fue el del PSOE de los 80. Eso fue bueno para el país. Cuando yo empecé a estudiar la carrera en el año 77 mi padre era peón. Yo no pagaba la matrícula porque estaba becado, pero costaba la quinta parte del sueldo de mi padre. Ahora mismo, cualquiera que vaya a la universidad paga una matrícula que está muy por encima del sueldo de mucha gente. La España del 77 era bastante más pobre que la España actual. Ahora es más desigual. De aquella no digo que fuera fácil, pero no era tan raro que gente que venía de clase baja se hiciera ingeniero o médico. Ahora es mucho más difícil y España es más rica. En todo este discurso que te estoy echando, ¿dije ‘socialismo’ o ‘izquierda’? Espero que se me haya notado, pero no es eso lo que comunica con la gente.

A lo mejor no estás de acuerdo conmigo en muchas cosas o ni siquiera te consideras una persona de izquierdas, pero puedes darme la razón en esto o puedo conseguir que confíes en mí para gestionar. Es obvio que tienes que convencer a más gente que los que dirían tener tu misma ideología. Esos dos sentidos de transversalidad me parecen fundamentales. Claro, practicar una transversalidad que llegue a ser una verdadera asepsia ideológica no, me parece que eso está bastante claro. Hay un detalle en el que creo que Pablo Iglesias y los estrategas de Podemos no reparaban y es curioso. Cuando se enfrentaban en el Parlamento Pablo Iglesias y Rajoy estaban los dos especialmente brillantes y ocurrentes, pero por una razón: los dos sabían que no se disputaban ningún voto. Ninguno estaba amenazado por el otro porque, claro, se suponía que entre Podemos y el PP estaría el PSOE. No señor, Rajoy tiene que notar que le estás dando en las rodillas. Eso no quiere decir que te derechizes, quiere decir que no hagas tan necesario compartir tu ideología para darte la razón. Era una mala señal. Cuando más daño hizo Podemos a los de arriba fue cuando notaban que incluso gente conservadora lo veía como un movimiento regeneracionista. Esa transversalidad fue el reverso de lo que hizo siempre Izquierda Unida, con todos mis respetos. Su argumento siempre era geopolítico. ¿Por qué te tengo que votar? ‘Porque somos de izquierdas’. ¿Y por qué nunca fue imaginable que entraseis en un gobierno en Madrid? ‘Porque éramos de izquierdas y el PSOE no quería serlo’. Siempre izquierda, siempre izquierda.

LA ENTREVISTA CONTINÚA EN "NORTES""   DdA, XVII/4947

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