miércoles, 1 de septiembre de 2021

85 AÑOS DEL ASESINATO DE MI ABUELO VICTORINO GARCÍA CALZADA

 

Victorino Garcia Calzada word press








Victorino García Calderón

Mi abuelo Victorino García Calzada nació el 4 de septiembre de 1897 en Boada, hijo de Juan y de Francisca, trabajaba de jornalero. Le gustaba leer pintar y dibujar en sus ratos libres. En 1921 se casó con Rosario Sánchez Moro. Era un hombre culto, a pesar de su condición de trabajador a sueldo, decidió que su futuro no debía estar ligado a un país donde los derechos de los trabajadores no estaban muy bien reconocidos y se marchó con mi abuela Rosario a Francia al poco tiempo de tener el primer hijo al que pusieron de nombre Juan.

Allí encontró una vida digna, con un trabajo bien remunerado lo que les permitió crear una familia. En 1924 nació mi padre Andrés cerca de la frontera belga y un par de años más tarde mi tía Rosalía en Troyes, algo más al sur. Sé que cuando se instauró la República en 1931 mi abuelo llegó tarde a casa porque estuvieron festejando el acontecimiento en un bar del pueblo donde estaban viviendo.

Este hecho condicionó el futuro de su vida ya que al poco tiempo hicieron las maletas y se volvieron para España puesto que las condiciones políticas se habían equiparado a las francesas. Hasta el año 1936 mi abuelo siguió trabajando de jornalero, pintó el Escudo de la República para la Sociedad de Socorro y fue secretario de La Casa del Pueblo de Retortillo (Salamanca), de donde fue miembro de la Sociedad de Trabajadores de la Tierra y Oficios Varios de la UGT, y secretario en 1936. Concejal del ayuntamiento de dicha localidad ejerció como segundo teniente de alcalde. Las condiciones de libertad, de educación (hubo un maestro de la Institución Libre de Enseñanza llamado D. Marcelino) de sanidad y sociales fueron mejorando con la contribución de los trabajadores como mi abuelo, hasta que estalló la guerra “incivil”.

El día 9 de agosto de 1936 un camión conducido por falangistas se personó en el pueblo y D. José, que así se llamaba el cura, dejó que detuvieran a mi abuelo y a su cuñado, el hermano de mi abuela Rosario, Heliodoro. A ambos los metieron en la secretaría del ayuntamiento a modo de prisión en la que permanecieron toda la tarde y noche. La hermana de mi abuela, Nemesia, les entregó algo de comida por un ventanuco.

A la mañana siguiente los sacaron y los metieron en el camión con destino la cárcel de Salamanca. Fueron despedidos por los niños y niñas de la escuela forzados a salir de ella para despedirlos. Esa fue la última imagen que vio mi abuelo del pueblo de Retortillo: niños y niñas despidiéndole a la fuerza, las niñas lucían lazos blancos en el pelo, les dijeron que era en señal de paz, para que la guerra se terminara pronto (me lo ha contado mi madre que fue una de ellas).

El viaje duró poco, unos 6 kilómetros, al llegar a los puentes de Castillejo en el río Yeltes, los bajaron y allí mismo los mataron extrajudicialmente, no sé los detalles ni me interesan, sé que viniendo con los cuerpos de los dos infortunados los abandonaron al pasar por el río Huebra, cerca de Muñoz. Allí, en una fosa común junto a las tapias del cementerio o debajo de ellas, ya que fueron cambiadas de posición, seguirán los restos de mi abuelo y del hermano de mi abuela que aún siguen gritando MEMORIA, DIGNIDAD, JUSTICIA Y LIBERTAD!!

     DdA, XVII/4936     

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